María O'DONNELL
Licenciada en Ciencia Política, Universidad
Nacional de Buenos Aires y egresada de la Maestría de Relaciones Internacionales de FLACSO.
El vicepresidente Amado Boudou no logra despejar
dudas sobre cuál fue su participación en la resurrección de Ciccone
Calcográfica, una empresa gráfica dedicada a la impresión de documentos varios
(como billetes de Lotería, entradas a recitales, boletas electorales o dinero),
a la que el fisco le había solicitado la quiebra cuando acumuló una deuda
superior a los 200 millones de pesos con la Administración Federal
de Ingresos Públicos (AFIP).
Para hablar sobre este escándalo en plena
ebullición, que tiene por primera vez en una posición defensiva a una de las
principales figuras del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, intentaré
ordenar los hechos que se conocen hasta ahora sin complicar demasiado la trama
con detalles, porque creo que en el fondo todo esto es más simple de lo que
parece.
Después del pedido de quiebra, la competidora
histórica de Ciccone, Boldt, una empresa que además tiene grandes intereses en
la industria del juego (entre otros, la captura "on line" de
apuestas), se postuló para alquilar la planta que se encontraba paralizada, en
Don Torcuato, Tigre, en la zona norte del conurbano de la provincia de Buenos
Aires.
Durante casi un año (desde mediados del 2010 hasta
mediados del 2011), y con el aval de la Justicia , Boldt pudo alquilar la planta; hasta
que, según informaron los directivos de Boldt, debieron interrumpir el contrato
de alquiler porque la AFIP
solicitó en tribunales el levantamiento de la quiebra: le había concedido un
plan de pagos, con un interés mínimo y una quita de la deuda incluída, a un
grupo empresarial llamado The Old Fund S.A. que adquirió gran parte del paquete
accionario de la ex Ciccone. Durante el procedimiento, la AFIP debió consultar la
opinión del ministerio de Economía, porque su titular, Ricardo Echegaray, no
estaba facultado para avalar quitas de deudas. Boudou, entonces a cargo del
ministerio de Economía, avaló la operación con una nota que forma parte del
expediente judicial.
¿Quién se quedó con la ex Ciccone? Como directivo y
cabeza visible de The Old Fund S.A. apareció Alejandro Vandenbroele, y la
imprenta -rebautizada Compañía de Valores Sudamericana S.A.- se puso otra vez
en funcionamiento. Una de sus primeras tareas fue la impresión de las boletas
que requirió el partido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el
Frente para la Victoria ,
para las elecciones primarias de agosto del 2011.
Luego, la ex Ciccone y Boldt empezaron a competir
en el ámbito del Banco Central por un contrato millonario para la impresión de
billetes de 100 pesos, y aunque no había ganado la licitación, la Compañía de Valores Sudamericana
llegó a realizar pruebas preliminares en la Casa de Moneda (algo que Boudou admite, aunque le
cuesta explicar por qué ocurrió tal cosa). Por eso mismo, Boudou sostiene que
toda esta historia es fruto de una vendetta de Boldt en su contra.
Mientras todo esto sucedía, apareció Laura Muñoz,
enojada y en un proceso de divorcio agrio con Vandenbroele. Muñoz dijo en una
entrevista, y luego al declarar ante un fiscal, que su ex actuaba en verdad
como "testaferro" el vicepresidente. El escándalo estaba servido.
Después de semanas de jugar al distraído, Boudou
debió salir a hablar del tema. Dijo que todo era un disparate, y jura no
conocer a Vandenbroele. Para gran parte del aparato de propaganda del Gobierno,
que no se conozcan demostraría que el escándalo no es más que una patraña de
los medios opositores, con el aliento de la empresa Boldt, ya que nadie elige
como testaferro a un completo desconocido.
Sin embargo, el directivo The Old Fund publicó una
larga solicitada en la que admite una relación de negocios con José María Núñez
Carmona, amigo íntimo desde la infancia de Boudou, y para más datos, su socio
comercial. Boudou y Núñez Carmona comparten al menos dos sociedades (Habitat
Natural S.A. e Inversiones Inmobiliarias Aspen S.A), como surge de la declaración
jurada de bienes que el vicepresidente debió presentar ante la Oficina Anticorrupción.
Núñez Carmona es el eslabón entre Vandenbroele y Boudou, porque su relación con
el nuevo directivo de la ex Ciccone sí que está comprobada.
Núñez Carmona, según contó el propio Vandenbroele
en la solicitada, contrató sus servicios de abogado para que él lo asesora en
la compra de un canal de televisión en Mar del Plata (la ciudad en la que
crecieron juntos Boudou y su socio); Vandenbroele también contó que a través de
Núñez Carmona, le consiguieron a Boudou un inquilino para el departamento que
posee en el barrio más caro de la cuidad de Buenos Aires, en Puerto Madero.
El vicepresidente necesitaba algo más espacioso (no
se mudó muy lejos: alquiló en una de los complejos más lujosos de Puerto
Madero, frente al Hotel Hilton, y en el mismo edificio en el que la presidenta
Kirchner adquirió dos pisos y unas cuantas cocheras) y un amigo de Vandenbroele
fue a parar a la propiedad que Boudou dejó vacía. Se supone, por el relato de
Vandenbroele, que todo esto ocurrió a través de intermediarios y que él nunca
tomó contacto con el vicepresidente.
***
Recapitulamos todo aquello que admiten los
protagonistas de esta historia:
- que el vicepresidente tiene un socio, que es además
su amigo más íntimo;
- que su socio, no sabemos si en forma
independiente o con Boudou, exploró la posibilidad de comprar un canal de
televisión, y para tal fin contrata a un abogado;
- luego resulta que este abogado, de apellido
Vandenbroele, se transforma en la cara visible de un grupo empresario que logra
el aval del ministerio de Economía (cuando Boudou era ministro de Economía) y
de la AFIP
quedarse con una de las imprentas más importantes del país;
- que ya con Vandenbroele en el directorio, la ex
Ciccone imprime boletas para el partido oficialista;
- luego, y sin haber ganado ninguna licitación,
realiza pruebas para la impresión de billetes moneda nacional;
- por último, resulta que este mismo abogado, a
través de Núñez Carmona, consigue un inquilino para el departamento de Boudou.
El fiscal Carlos Rívolo, que indaga en toda esta
maraña, ha mencionado los dos delitos que podrían investigarse: negociaciones
incompatibles con la función pública (si se comprobara que Boudou se interesó
por favorecer a una empresa determinada en el salvataje de la ex Ciccone) y
lavado de dinero (si es que Vandenbroele no logra acreditar el origen de los
dos millones de dólares que The Old Fund debió aportar para quedarse la
imprenta) Mientras tanto, dirigentes de la oposición han pedido un juicio
político conta Boudou, pero no va a prosperar en un Congreso con mayoría
oficialista.
Rívolo tiene fama bien ganada como fiscal
independiente del poder político y eficaz a la hora de investigar casos de
corrupción, pero es difícil aventurar cómo seguirá la causa judicial: entre
otras cosas, porque el escándalo hizo que el contrato para imprimir billetes
entre el Banco Central y la ex Ciccone nunca se concretara. De todas maneras,
de todo esto surge algo demasiado evidente: la absoluta inconveniencia (porque
en Argentina no es ilegal) del ejercicio simultáneo de la función pública (y
nada menos que el ministerio de Economía o la vicepresidencia de la Nación ) con el desarrollo
de negocios privados, y mucho más cuando los negocios se entablan con
dependencias del Estado que dependen de decisiones del Gobierno.
Siendo ya ministro de Economía, Boudou creó
sociedades con Núñez Carmona y atribuyó gran parte de su crecimiento
patrimonial a la actividad de las sociedades que comparten (mucho más que al
salario que percibe en la administración pública). Según sus estatutos
fundacionales, se trata de sociedades dedicadas al negocio inmobiliario, entre
otros. No es difícil pensar que Boudou no tiene demasiado tiempo libre como
para dedicarle a las sociedades, ni tampoco que para Núñez Carmona debe ser
bastante útil invocar el nombre de Boudou en cualquier circunstancia. El socio
del vicepresidente, que no se priva de hacer negocios con el Estado, fue
denunciado hace un par de años por un supuesto intento de soborno a las
autoridades de Télam, la agencia oficial del Gobierno, mientras intentaba
cobrar avisos de publicidad oficial asignados a su productora.
Todo este escándalo, más allá de sus futuras
derivaciones judiciales y políticas, sean o no de relevancia, demuestra que es
imprescindible prohibir a los funcionarios públicos hacer negocios en el mundo
privado mientras ejercen un cargo.
¿Cómo puede ser que Boudou, y tantos otros, puedan
afirmar sin pudor en las declaraciones juradas que sus patrimonios aumentan
gracias a los negocios que hacen al mismo tiempo que son funcionarios públicos?
Tarde o temprano, los caminos de una y otra actividad se cruzarán, y siempre de
la peor manera, porque es evidente que no son compatibles.
1 comentario:
La verdad que este tip ode hechos demuestran como la politica esta tocada por amiguismos y favoritismo, y deberia ser mucho mas transparente y ver que todos los politicos tienen mil casas sin declarar
Publicar un comentario