Más allá de las marquesinas




Mirar un lugar de la ciudad en perspectiva me recrea.
Siempre me gustó mirar los edificios del Centro de Montevideo más allá de sus carteles, porque poco permiten imaginar las actuales marquesinas el paso del tiempo que no es ajeno a la historia acontecida apenas ayer.
Hoy transitar por la plaza de Cagancha por la avenida 18 de Julio ofrece una tranquilidad de ciudad que hace inimaginable la sensación de miedo mezclada con rebeldía que se sentía en junio de 1973. No era difícil sentirse incomprendido por no entender la razón de una tanqueta de guerra circulando a la par de los ómnibus y taxis, con un soldado demasiado joven sobre ella, como para portar una ametralladora apuntando a todos aunque sin identificar ningún objetivo que mereciera su castigo.
Así es el miedo. No tiene color, época, sentido o razón. El miedo es la confluencia de situaciones que hacen pasar del color al gris sin escalas intermedias. Y la sociedad uruguaya, aunque no lo creía, y aunque había olvidado el episodio sacrificado de Baltasar Brum, cayó en ese grisáceo impenetrable de años tras años sin reconocerse libre de sí misma.
Que haya necesidad de corporaciones subversivas para cambiar un gobierno legítimo nos permite entender las palabras de Ernesto “Che” Guevara en el Paraninfo el 17 de agosto de 1961:
“Y nosotros, les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto, nosotros iniciamos el camino de la lucha armada… que sembró de muertos a todo el territorio nacional (cubano), cuando no se pudo hacer otra cosa. Tengo las pretensiones de decir que conozco América, y que a cada uno de sus países, de alguna forma,  los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas. Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del Gobierno de Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de nuestras ideas aquí, en la Universidad … ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas y avanzar por los cauces democráticos…”
Diez años después los Tupamaros en su pleno apogeo intentaban, lucha armada mediante, cambiar el sistema de Gobierno uruguayo por inviable; dos años después, con todos ellos presos, sobrevino el Golpe de Estado. Trece años más tarde se inició una nueva República, y hoy, veintisiete años después sin violencias contra las ideas ni presos por pensar distinto, el grisáceo uruguayo no despeja la duda de la arbitrariedad y todavía no nos permite ser enteramente felices, aunque lo seamos mucho más, por cierto, que cuando la imagen que ilustra esta crónica.
Reflexionemos y miremos más allá de las marquesinas.

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