La senda de la autonomía y el mandón de turno




En su columna de esta edición, el Dr. Víctor Córcoba Herrero, analista español excepcional, nos introduce en el terreno educativo en lo que ha llamado “ascender a la autonomía y no a la sumisión”, pretendiendo hacernos ver que lo que más importa es sacar a cierta parte de la sociedad de la marginación, y no sólo llegar a ella tan solo como un objetivo programático.
En lo personal podríamos aplicar al Uruguay este concepto en un momento tan particular de su historia y de la ejecución política del Gobierno. Y podríamos hacerlo, sobre todo, ante la propuesta presidencial de desarticulación del Consejo Directivo Central de la Educación (CODICEN), en favor de los Consejos de Primaria y de Secundaria, sin olvidar, claro esta, al Consejo de Educación Técnico Profesional (aún denominado como la UTU – Universidad del Trabajo del Uruguay).
Para el presidente José Mujica estrechar vínculos y sellar políticas de Estado de consenso, inexorablemente se instalan en la senda de la soledad. El acercamiento que quien piensa distinto es tarea complicada para él. Es cierto que no podemos pedirle al presidente que se ponga de acuerdo previamente con todos los de su coalición, pero lo que sí podemos reclamarle –como condición resolutoria- es que el núcleo duro de su agrupamiento, llámese Frente Amplio o PitCnt, habilite el microclima para que eso suceda, porque es muy difícil, sino imposible, construir un diálogo democrático a partir de la presión de su propio desasosiego e incertidumbre de tener o no los votos para que tal o cual política pueda sufrir un cambio caracterial, un cambio humanizado y tangible, que se materialice en la voluntad parlamentaria.
Si un día el Partido Comunista amenaza con retirarse, y al otro lo mismo insinúan los liderados por Astori, se hace inviable toda alternativa de cambio.
Ni Montevideo cambia, ni el país cambia, ni la burocracia cambia, ni la forma como interactúa el Gobierno hacia adentro y hacia su entorno, cambian.
No es culpa de un “funcionario público” que atiende un mostrador en el Registro Civil, en el BPS, la DGI, el Ministerio de Transporte o de un enfermero de ASSE, que el Gobierno no pueda actuar de modo diligente. Ningún funcionario administrativo o de servicios puede responder a la incapacidad de poder “gastar” fondos destinados a obras públicos como sucedió en la órbita de la Enseñanza, y mucho menos es válido admitir que la burocracia es la limitante para que un programa político se cumpla.
No habrá descentralización política mientras la supremacía de la realidad sea quien mande en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Y no habrá posibilidades de proyección social si el presidente de la República razona como el “mandón” de turno a quien hay que admitirle por investidura y por viejo, el malhumor de no saber qué hacer desde el punto de vista institucional.
A partir de una columna de opinión en el diario EL OBSERVADOR del periodista Gabriel Pereyra, la que consignaba los proyectos concretados del presidente Tabaré Vázquez en oposición a los de Mujica, lo que quedaba a favor del actual mandatario, fue sus acuerdo con los Intendentes Departamentales.
Y este capítulo, que mucho nos motiva, nos obliga a la reflexión del inicio, a propósito de –la autonomía y la sumisión- porque es reiterativo escuchar voces a favor de un gobierno que tiene mucho de centralista y poco de descentralizador, que promueve acuerdos con los gobiernos departamentales como si fuera innovador, cuando en realidad lo que proyecta no es más que la cesión en cuotas, de pagos tardíos de los fondos que la Constitución les asigna como propios a las Intendencias, con destino a la vialidad, la forestación, y a todo el mundillo de lo productivo y la vida cotidiana del país.
Si todos pusiéramos conciencia de que los fondos que el Gobierno Nacional transfiere a las Intendencias son consecuencia de siete impuestos cobrados en los territorios a la gente que vive y trabaja en ellos, asumiríamos que en vez de recibir un apoyo económico o subvención, lo que estamos percibiendo es un derecho inalienable que no puede estar condicionado ni a una Oficina ni a un “mandón”.
A España le costó mucho lograr Gobiernos Autónomos; Uruguay tuvo su ensayo a principios del siglo XX. Por eso reflexionemos, como lo proponen los estudios más recientes, que no habrá mejor controlar que el social ni mejor estructura de inversión que la de los gobiernos de proximidad.

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