Todas mis sospechas en cuanto al
“encangrejamiento” de la gran estafa de PLUNA están comenzando a ser
confirmadas por el desarrollo de los acontecimientos. Tal como van las cosas,
el propio tratamiento noticioso del tema comienza a languidecer, y la opinión
pública, exigida por nuevos escándalos, desvía su atención hacia otros asuntos.
Todo parece tratarse en forma
“secreta” y “confidencial”, como le gusta decir al señor Presidente.
El velo del misterio está cayendo
sobre el caso PLUNA, su venta y su futuro.
Dada la tradición frenteamplista en
materia de ejercicio del poder, no podía ser de otra manera. El gobierno ha
inventado la especie, dada la “fragilidad” de las instituciones, que lo mejor
es que ciertos asuntos, cuya exposición pública podría hacer demasiado
evidentes las gangrenas interiores del sistema, permanezcan convenientemente
tapados por el “secreto”, “la discreción” y “la confidencialidad”.
Obviamente, el caso PLUNA es uno de
ellos; de los otros ya nos ocuparemos en el futuro.
En verdad, nueve de cada diez
uruguayos opinan que “eso va a quedar así”. Ese escepticismo constituye, sin
embargo, una verdadera bomba de tiempo colocada en los cimientos del sistema
democrático-republicano.
La lenta corrosión de la fe pública
en las instituciones del orden político actual es acelerada sin duda, por casos
que fortalecen en cada quién la convicción de que la norma constitucional que
establece la igualdad de todos ante la ley no obsta, sin embargo, que para el gobierno
haya algunos “más iguales” que otros.
A menos que se demuestre científica
y no políticamente, que el abrupto cierre de PLUNA obedeció a causas
perfectamente verificables, de índole distinta a las de mis sospechas, todas
las conjeturas que se apoyen en la existencia de un plan político y turbio
tendrán absoluta pertinencia.
Obviamente, en primera instancia,
aquellos intereses para los cuales el cierre de PLUNA resulta un problema de
suma gravedad, no tanto por lo que económicamente pudiera ser afectado, y que
es mucho, cuanto por los intereses políticos y de poder que pudieran ser
estremecidos y puestos al desnudo. Obsérvese que mis sospechas no apuntan hacia
personas, sino hacia un complejo de intereses.
Ese complejo de intereses puede
involucrar, sin dudas, desde los países proveedores hasta los clientes, pasando
por intermediarios de toda índole y por mucha gente de poder.
Ahora el gobierno quiere rematar los
aviones de PLUNA por un precio fuera de mercado, los cuales seguramente no
encontrarán quién puje en el remate por ellos, ni en el remate normal ni a la
“holandesa”.
Por otro lado hacen cálculos de cómo
van a repartir, y qué van a pagar, con lo recaudado por la venta de las rutas y
de los itinerarios.
Vale preguntarse qué parte de las
rutas intentarán vender de las que PLUNA tiene desde Uruguay.
El gobierno sabe que está intentando
vender humo, pues para efectivizar las rutas con destino Argentina, las mismas
deberán ser autorizadas por la Autoridad de Aviación Civil de la Republica
Argentina, que es la Administración Nacional de Aviación Civil.
Su administrador es el Dr. Alejandro
Agustín Granados, hijo del intendente de Ezeiza. Hace algunas unas semanas se
nombró al Dr. Manuel Baladrón como subsecretario de Transporte Aéreo, por
arriba del Administrador Nacional de Aviación Civil, el Dr. Granados.
Dentro de su Administración se
encuentra la Dirección Nacional de Transporte Aéreo a cargo de la Sra. Paola
Tamburelli, que tiene como “responsabilidad primaria” la de controlar en forma
eficiente la explotación de servicios aeronáuticos y la actividad comercial de
la aviación civil para lograr su desarrollo organizado, bajo los principios de
eficiencia, seguridad y economía, acorde con la legislación vigente y
recomendaciones internacionales.
Y sus “acciones” son, entre otras,
supervisar y controlar la aplicación de normas y regulaciones relacionadas con
la habilitación de los Servicios de Transporte Aerocomercial y cumplir con los
procedimientos técnicos definidos en la aprobación de las solicitudes de
carácter comercial de operadores comerciales nacionales y extranjeros.
Si se lee con detenimiento, entre
sus acciones están las relacionadas con las líneas aerocomerciales, o sea
conceder los permisos para las rutas e itinerarios.
¿Qué se supone está subastando el
Uruguay? ¿Aviones para volar entrecasa?
Detrás de todo está Aerolíneas
Argentinas, sostenida y subvencionada por el Estado Argentino.
Las condiciones para una nueva
aerolínea o transportador serán siempre aprobadas por esta Dirección Nacional,
y conforme a los objetivos que el Estado le defina.
Las rutas y frecuencias son parte de
la negociación. Todo transportador que pretenda dar servicios debe tener un
Certificado de Operador Aéreo (AOC) otorgado por el país de registro de Empresa,
o validado por el país donde pretende operar.
Un posible comprador deberá
enfrentarse a los posibles cambios de reglas que establecerá la ANAC a
instancias del Estado Argentino, en vista de favorecer el crecimiento de
Aerolíneas Argentinas, y no el de una aerolínea uruguaya. Sobre todo en los
momentos actuales, en que el gobierno argentino trata de bloquear toda
oportunidad de conectividad de Uruguay con el exterior.
Una negación del AOC o de los
permisos de rutas o asignación de frecuencias son algunos de los aspectos a los
que deberá enfrentarse un posible comprador.
Adicionalmente, el AOC requiere que
operador demuestre solvencia económica para mantener la seguridad operacional
del material aéreo como la capacitación, manuales y procedimientos.
El operador deberá contar con la
certificación de IATA, luego de haber aprobado las auditorias de seguridad
operacional, lo cual implica un esfuerzo importante antes de empezar a volar,
lo cual, de lograrse, nos transporta, en el mejor de los casos al otoño. El
Ministerio de Turismo debería tener muy presente esta circunstancia de cara a
la próxima temporada turística.
Finalmente, está el tema de los
gremios aeronáuticos que en la Argentina, por razones políticas, están
alineados al gobierno en un caso y en oposición en otros, con el agregado de
que los operadores aeronáuticos reclaman con insistencia que se establezcan
menos frecuencias en aeroparque.
Definitivamente, el trámite final
dependerá de los requisitos que, conjugados, confluyen a que no se trate de
vulnerar la conveniencia operacional de Aerolíneas Argentinas.
A mi manera de ver, los trámites
pueden ser demorados o negados, sin perjuicio de que se establezcan nuevos
requisitos en función de la conveniencia de los actores.
La PLUNA que los planeó….¡Qué novela
se armó con este negociado!
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