Enrique Iglesias y la fundación que
él creó, ASTUR, tuvieron la feliz ocurrencia de invitar a Montevideo a don
César Gaviria, ex presidente de Colombia (período 1990-1994) y Secretario
General de la OEA durante diez años (de 1994 a 2004).
En la actualidad Gaviria es miembro
de la Comisión Global sobre Política de Drogas, asociación privada sin fines de
lucro encabezada por el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso e
integrada además por personalidades de la talla del Premio Nobel de
Literatura Mario Vargas Llosa, el ex
presidente de México Ernesto Zedillo, el ex Secretario de Estado de los Estados
Unidos George Schultz y el ex presidente de la Reserva Federal del mismo país,
Paul Volcker.
La Comisión Global critica
severamente la política de “guerra contra las drogas” promovida en su día por
Richard Nixon y vigente aún hoy en la mayor parte de los países del mundo,
incluido el nuestro. La Comisión Global sostiene que esa política ha fracasado
(cada día se consumen más drogas en el mundo) y que sus costos son altísimos
(en términos de dinero destinado a ejecutarla, de víctimas de la lucha contra
el narcotráfico y entre los mismos narcotraficantes, de vidas destruidas por
penas de prisión que no rehabilitan más que a unos pocos afortunados, de
corrupción en todos los niveles del aparato estatal, etc.). Consecuentemente,
propone cambiar el enfoque del asunto y pasar a considerar el consumo de drogas
como un problema médico, no criminal. De la prohibición respaldada por
sanciones penales se pasaría a la
regulación apoyada por los servicios médicos, educativos y de asistencia social
del Estado. En líneas generales, dice Gaviria, este cambio de paradigma se
aplica ya en varios países europeos como Holanda, Suiza y Portugal. En Estados
Unidos nadie desafía abiertamente al prohibicionismo, pero ya hay catorce
Estados de la Unión que han aflojado los controles y permiten el uso medicinal
de la marihuana, por ejemplo. Mientras tanto, la lucha continúa sin tregua en
América Latina, donde se gastan miles de millones de dólares al año y mueren
decenas de miles de personas en pos de la utopía inalcanzable del “mundo sin
drogas”.
Gaviria reclama con énfasis un
tratamiento pragmático del tema, que evalúe costos y resultados y que evite
discutirlo como si se tratara de una disputa religiosa entre bandos de
fanáticos. “En Uruguay la discusión es muy emotiva, muy principista, cuando en
realidad este problema debe ser visto como cualquier otro problema público”,
dijo en la entrevista concedida a Brecha.
Teniendo en cuenta la recomendación
del ex mandatario colombiano, que me parece muy sensata, propongo que nos
aboquemos a dar cumplimiento cabal a algunas normas ya vigentes hoy en Uruguay,
cuya efectiva aplicación podría aliviar el sufrimiento de muchas personas, sin
violentar la conciencia de nadie. Me refiero específicamente al artículo 3 del
Decreto Ley 14.294, en la redacción dada por la Ley 17.016, de 22 de octubre de
1998. La norma dice así: “Quedan prohibidos la plantación, el cultivo, la
cosecha y la comercialización de cualquier planta de la que puedan extraerse
estupefacientes u otras sustancias que determinen dependencia física o
psíquica, con excepción –según los casos- de los que se realicen con exclusivos
fines de investigación científica o para la elaboración de productos
terapéuticos de utilización médica. Las plantaciones o cultivos, en tal caso,
deberán ser autorizados previamente por el Ministerio de Salud Pública y
quedarán bajo su control directo. Toda plantación no autorizada deberá ser
inmediatamente destruida (…)”.
De acuerdo con el artículo 5 del
Decreto Ley 14.294, se podrá utilizar con fines terapéuticos o de investigación
científica una serie de sustancias, entre las que se cuenta el principio activo
que se extrae de la marihuana.
En buen romance: sin cambiar la
legislación sería posible hoy, en Uruguay, que con la autorización y bajo el
control del Ministerio de Salud Pública, y receta médica mediante, se
suministrase cigarrillos de marihuana a los enfermos que lo necesitan. Los usos
médicos de la cannabis sativa son conocidos; puede encontrarse en Internet todo
lo que se quiera saber sobre el tema. A nuestros fines basta con señalar que
hay enfermos de cáncer a quienes fumar marihuana aliviaría los graves sufrimientos físicos y psíquicos propios de
las etapas finales de su mal.
No considero que sea necesario
agregar argumentos. En estas cuestiones, las razones de humanidad deberían ser
suficientes.
Lo que falta es que el Poder
Ejecutivo reglamente las normas legales pertinentes, para habilitar la
plantación y el suministro de marihuana bajo receta médica, con todos los
controles necesarios para evitar desviaciones.
Evitemos los debates de corte
fundamentalista y apliquemos la ley vigente con amplio espíritu
humanitario.
En esto, creo, todos podemos estar de
acuerdo.
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