TIEMPO LIBRE



El  Tiempo Libre  entre el lujo y el derecho




“Las almas, como los cuerpos, pueden morir de hambre. Queremos pan, pero también queremos rosas”.  1912 consigna de las obreras textiles de Massachusetts, EE.UU
           
Recientemente se inauguró la piscina climatizada de la antigua plaza de deportes, espacio emblemático, herencia del Uruguay Batllista, creada, como las del resto del país, en la primera mitad del siglo pasado como medio democrático de acceso a la cultura física, deportiva e intelectual del pueblo. Época inaugural, asimismo, en el país, de la ley de ocho horas laborales y en la cual se comenzaba a reconocer como derecho esencial de los seres humanos el libre acceso a la cultura, el entretenimiento, la educación y el ocio.
En ese Uruguay industrial, en las primeras cinco décadas del siglo XX, los trabajadores retomaban la antigua bandera de la dignidad y la libertad. Aquel estandarte esgrimido por las multitudes proletarias del mundo, desde tiempos inmemorables pero especialmente desde  mediado del siglo XIX, exigiendo pan, dignidad, instrucción y derecho a la felicidad. Las veinticuatro horas del día dividida en tres: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso, y 8 horas de tiempo libre, educación, entretenimiento y ocio.
Después de siglos de lucha, persistente las asimetrías, las injusticias y el menosprecio de la vida y los seres humanos. Si bien se ha logrado el reconocimiento, por el derecho positivo, de aquellos derechos humanos fundacionales, las 8 horas de trabajo sigue siendo una utopía que no solamente afecta las horas de descanso y del necesario tiempo libre, sino que deteriora la existencia y a las propias personas.
Tiempo libre, entendido como en el que se desarrolla actividades que no están relacionadas con el trabajo, el descanso reparador, u otro  tipo de actividades obligatorias, sino que constituyen al decir de las trabajadoras norteamericanas, hace cien años, el alimento del alma. Y en estos comienzos del siglo XXI, es evidente, que ese equilibrio entre trabajo, tiempo libre y descanso se ha roto con graves consecuencias incluso para la salud. El estrés y la depresión hunden sus raíces en el pueblo, desencadenando diversas enfermedades, agravando otras.
Se afirma, que el tiempo libre, el entretenimiento y la educación dicen mucho acerca de una sociedad, en particular sobre los valores y formas organizativas adoptadas por la comunidad y los individuos que la integran. Por eso es interesante analizar, aunque sea brevemente,  cuales son las formas predominantes  de ocupación de ese tiempo libre, porque en ellas, se podrá descubrir las políticas que lleven a ese equilibrio vital y donde se dirime la lucha por la vida en la sociedad contemporánea.
En una primera observación vemos que divertirse, entretenerse, cultivar la educación no formal, participar de actividades religiosas, políticas y culturales; asistir al teatro, cine o conciertos, son consideradas, socialmente, un lujo al alcance y gusto de ciertas personas. Entre otras razones, por “falta tiempo” ya que hay que trabajar y dedicarse a algo “más productivo” según las pautas dominantes. Por otra parte, las actividades realizables en tiempo libre, están marcadas con el signo de peso. Salvo excepciones,  nuestras distracciones implican un gasto económico, definiendo nuestra sociedad como una sociedad de consumo mercantilizado. Los espectáculos culturales, deportivos y artísticos, son, en términos burdos, mercancías que se consumen si se tiene la posibilidad material de comprarlas.
Y como derivado de esas pautas, el entretenimiento, la educación y la cultura se ofrecen al ciudadano común  como un producto hecho, no requiriendo otra actitud del consumidor que la aceptación pasiva del mismo. No pensar, no complicarse parece ser la consigna. Se anulan todas aquellas capacidades que lleven a la creación de un entretenimiento participativo, dirigido y organizado por los propios interesados.  Estamos en una época donde tenemos un tiempo libre, con actividad informal incluida, concebido y dirigido a gusto y gana  de las clases sociales que tienen el “sartén por el mango”. Esto es otra de las características de la sociedad contemporánea, pasiva, dominada, despersonalizada e incomunicada.
La no reflexión es condición básica que transforma el tiempo libre de un derecho humano, en un lujo. Entretenimiento superficial que anule el pensamiento, la reflexión profunda o las ganas de aprender cosas por el  mero amor al conocimiento, al libre vuelo de la imaginación. Por otra parte, la sociedad se ha alcoholizado al extremo que no hay tiempo libre si no está acompañado de cerveza, caipiriña, vino o whisky. De otra manera parece que no es divertido. Y como consecuencia, ahí tenemos individuos de escasa fuerza interior, alienados, necesitados de sustancias que les estimulen. Es la moda, se dirá, aunque en realidad es la “onda” de meter en el redil, alinear  cual rebaño, sofisticando el poder y dominio de los espíritus, favoreciendo así un tipo de ocio que imposibilite el desarrollo de las facultades humanas, tales como la comunicación, la reflexión, la participación y la acción consciente, la fortaleza de espíritu.
Por todo lo expuesto es que la reflexión hecha pretende contribuir a  reconstruir la vida civilizada, el ejercicio del derecho al trabajo, al descanso y al ocio y la educación digna porque son esenciales en la vida y porque de esa manera nos aleja de la actual sociedad granja, del rebaño y la masificación.

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