La palabra de un ministro que no
tiene el respaldo de su presidente vale, como expresión de la voluntad del
Poder Ejecutivo, lo mismo que un cheque sin fondos, es decir, nada.
El comentario viene a cuento de la
desairada posición en la quedó el canciller Almagro después que el presidente
Mujica lo desautorizó. En la reunión del Mercosur celebrada en Mendoza a
principios de mes, los presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay decidieron
incorporar a Venezuela como miembro pleno del Mercosur. Antes de viajar a
Mendoza el canciller Almagro había dicho públicamente que eso no iba a suceder;
se lo dijo además, personalmente, al senador Larrañaga, actual presidente de la
Comisión de Asuntos Internacionales del Senado, y Larrañaga lo trasmitió sin
demora a otros integrantes de la Comisión (entre ellos, el autor de esta nota).
Pero en Mendoza el presidente Mujica se reunió a puertas cerradas con Cristina
Fernández y Dilma Rousseff y entre los tres resolvieron la inmediata
incorporación de Venezuela. Según Marco Aurelio García, prominente figura del
“progresismo” latinoamericano y asesor de Rousseff como antes lo fue de Lula,
no sólo no hubo que convencer al presidente uruguayo sino que la iniciativa fue
de él (¡!). El ministro Almagro, comprensiblemente disgustado por el giro que
habían tomado los acontecimientos, se retiró de la sala en la que se anunció lo
resuelto por los tres presidentes.
Con lo sucedido alcanzaba para
renunciar e irse dando un portazo, pero todo fue aún peor. Tras regresar a
Montevideo, Almagro fue entrevistado por el periodista Emiliano Cotelo. A
Cotelo, Almagro le dijo que “el posicionamiento brasileño” había sido
“decisivo” en el asunto. El periodista le preguntó cuál había sido el
fundamento de la decisión adoptada. Almagro contestó lo siguiente: “Debo decir
que no sabemos exactamente cuál fue el planteo de Brasil en esa reunión cerrada
de los presidentes que duró una hora y media”. Pregunta Cotelo: “¿El presidente
no se lo comentó a Ud.?”. Almagro contesta: “No me lo comentó después. Cuando
se lee la declaración del ingreso de Venezuela yo no permanezco en Sala”. La
entrevista siguió y contiene otros detalles de interés, pero el espacio se
acaba y con lo transcripto es suficiente.
Si todo esto es cierto, el presidente
no sólo desautorizó a su ministro sino que ni siquiera le comunicó los
fundamentos de su decisión. Almagro concedió una entrevista en estas precarias
condiciones y exhibió así, públicamente, su desnudez política.
No es la primera vez que al canciller
le pasan estas cosas. El año pasado fue a la Comisión de Constitución del
Senado a promover la anulación de la Ley de Caducidad y dijo que hablaba en
nombre del Poder Ejecutivo. Mientras él les decía eso a los senadores, el
presidente Mujica se reunía con la bancada de diputados del Frente Amplio y les
explicaba las razones por las que él entendía que no era conveniente la sanción
de esa ley. Cuando la prensa puso de manifiesto la contradicción y requirió el
comentario del presidente al respecto, Mujica dijo: “se me escapó el
canciller”. Y así quedó el asunto.
En el curso de la interpelación de
ayer, en el Senado, el ministro Almagro pudo haber aclarado estas cuestiones,
si es que realmente había algo para aclarar. Se limitó a decir que consideró su
deber cerrar filas y apoyar lo resuelto por el presidente, quien según él
habría explicado los fundamentos de sus decisiones al Consejo de Ministros (el
vicepresidente de la república habrá faltado ese día a la reunión del Consejo,
porque en la nota que publicó con su firma para dejar sentada su discrepancia
con la decisión adoptada por el presidente, dijo no conocer sus fundamentos).
Sabemos pues que el canciller Almagro
es hombre disciplinado como el que más, pero nos quedamos sin saber cuándo es
que habla en nombre del Poder Ejecutivo y cuándo lo hace en carácter de
“escapado”, cuándo anuncia efectivamente la política del gobierno y cuándo
cumple el papel del tero, gritando lejos de la verdaderas decisiones, que son
las que Mujica adopta por sí y ante sí. Y las mismas dudas que tenemos nosotros
las tendrán los Estados extranjeros ante los que el canciller nos representa.
Pese a todos los pesares y tal como
se sabía que ocurriría, la mayoría frenteamplista respaldó ayer al ministro y
elogió calurosamente su gestión.
Ahora, le toca a cada ciudadano
formar su propia opinión al respecto.
1 comentario:
Almagro terminó siendo un hombre incapaz para el cargo, pero incapaz de comportarse como un hombre de honor y dignidad. Cualquiera en su lugar ya habría renunciado pero... prefiere seguir pasando verguenza, siendo pisoteado por propios y ajenos.
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