Resignación, resignación, resignación




Cuando asumió la presidencia, Mujica pronunció un estupendo y muy aplaudido discurso en el que, para definir sus prioridades, empleó las palabras usadas años antes, con el mismo fin, por Tony Blair: “educación, educación, educación”.
Dos años y medio después de aquel primero de marzo, su actitud ante la situación de la educación parece resumirse en otras tres palabras: resignación, resignación, resignación.
Informa el semanario Búsqueda (No. 1675) que, en una reciente reunión del Council of the Americas –institución privada que reúne a empresas estadounidenses interesadas en promover el libre comercio y los mercados abiertos en el continente americano- el presidente Mujica habló de varios temas y volvió a detenerse en la educación. Al respecto dijo que el sistema de Uruguay hace “imposibles los cambios”. Transcribo a continuación algunos párrafos de la crónica de Búsqueda: “Cuestionó  (Mujica) la autonomía que la Constitución otorga a los organismos educativos porque “no hay cómo entrarle”. Sostuvo que es un sistema “centralizado”, en el que “todo se resuelve de arriba para abajo y desde Montevideo”, y criticó que los sindicatos se oponen al cambio. “A mí no me llevan muchas de las cosas que dije para cambiar en la educación. Hay una brutal centralización de la educación y en el Frente Amplio no me la lleva nadie. Soy de la idea de darle independencia a la UTU y me parece que lo mejor que puede pasar es que los liceos y las escuelas tengan independencia”, afirmó”.
Cuando Mujica terminó su exposición diciendo que antes quería cambiar el mundo y ahora se conforma con “arreglar la vereda”, tomó la palabra el Dr. Ignacio de Posadas: “Como dejó la pelota picando, voy a aprovechar”, dijo –ni lerdo ni perezoso- el ex ministro de Economía y Finanzas. Propuso a continuación eliminar los topes vigentes para que las donaciones a instituciones educativas en zonas de contexto crítico puedan deducirse de impuestos, y habilitar a las universidades privadas para que impartan carreras de formación docente.
El episodio sintetiza de una manera inusualmente clara y elocuente la situación de la educación uruguaya, vista desde el lado de sus posibilidades de cambio. El presidente Mujica cuestiona el alcance excesivo que se le ha dado al concepto de autonomía, como antes lo hizo el vicepresidente Astori, pero no puede hacer nada al respecto. El presidente quisiera descentralizar la gestión de los centros educativos, pero no puede hacer nada al respecto. ¿Y por qué no puede?  Porque los sindicatos se oponen al cambio, y porque el Frente Amplio no acompaña al presidente (ni al vicepresidente) en sus propósitos reformistas. Ante este panorama, la educación privada avanza y pide que le permitan crecer y hacer  lo que la educación pública, fosilizada, no hace.
Las familias de la sufrida clase media uruguaya (la que paga  impuestos nacionales y municipalesy si no trabaja, no cobra), miran lo que sucede y sacan sus conclusiones. Padres y madres, viviendo juntos o separados, hacen enormes esfuerzos para enviar a sus hijos a instituciones de enseñanza privada. ¿Es porque son neoliberales y consumistas? ¿Es porque dejaron de ser republicanos y laicos? No; es porque heredaron de sus padres la convicción de que  lo mejor que pueden dejarles a sus hijos es una buena educación, porque no se dejan engañar más por el palabrerío y porque saben que los liceos públicos (el meollo del problema) están muy lejos de satisfacer sus expectativas.
En la mitad del período de gobierno, el presidente de la república bajó los brazos y dice que es imposible cambiar la educación.
Que la franqueza con la que el presidente expresa su impotencia sirva, por lo menos, para deslindar responsabilidades: son los sindicatos los que se oponen a los cambios, y es el Frente Amplio –la mayoría en el Parlamento- el que  no respalda al ciudadano que llevó a la presidencia. Esas mismas fuerzas son las que, mientras hacen discursos en pro de la igualdad, impiden que mejore la educación pública y empujan a las familias de la clase media hacia la educación privada.
Así funciona el “progresismo” en el Uruguay de hoy.

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