La relación con Argentina después del silencio




Parece razonable la decisión del gobierno uruguayo de mantener el silencio ante la nueva andanada de agresiones y prepotencia de parte de la Cancillería argentina. No es buena cosa seguir el juego del intercambio de notas entre una y otra cancillería que lo único que produce es un incremento de la tensión.
Sin embargo, el tiempo de silencio no deja de ser tan solo un paso. La gran interrogante es cuál será el rumbo estratégico que el gobierno uruguayo definirá con respecto a la forma y el contenido de la relación con Argentina luego de este paréntesis puntual.
Porque lo que ha quedado diáfanamente claro es que la forma en que el gobierno uruguayo ha definido su estrategia de relación con Argentina es un fracaso rotundo. Los buenos modales, los gestos unilaterales de buena voluntad, dejar de lado o ignorar los agravios y las agresiones para no generar rispidez en la vecina orilla no han tenido otro efecto que "envalentonar" a los gobernantes kirchneristas que aumentaron su hostilidad y sus agresiones a nuestro país.
La famosa diplomacia presidencial tampoco ha tenido efecto. La búsqueda de la relación bilateral de presidente a presidenta, para nosotros siempre fue equivocada porque supone convertir un mecanismo de última instancia absolutamente excepcional en un sistema para discutir y resolver controversias. De hecho, ha quedado de manifiesto que esta instancia también se ha desgastado significativamente.
Como hemos afirmado una y otra vez, para los gobernantes del kirchnerismo la estrategia de buena voluntad y de cordialidad es leída como señal de debilidad y, por lo tanto, no ha tenido otro efecto que aumentar la agresividad. Si quedaba alguna duda, la legisladora opositora, Lidita Carrió, que los conoce muy bien, acaba de afirmar esta misma idea en su visita reciente a nuestro país.
Para el kirchnerismo el único lenguaje que se entiende es el de la correlación de fuerzas y del ejercicio del poder, puro y duro. Mientras esto no sea entendido, nuestro país sufrirá las consecuencias de maltrato que estamos padeciendo.
Parece bastante claro que el gobierno uruguayo se encuentra en un punto de inflexión con respecto a su relación con la vecina orilla. No puede continuar en la misma lógica que ha mantenido hasta ahora.
Si se opta por la firmeza y se reconvierte la estrategia hacia una postura de afirmación de los intereses propios, entonces se podrá recuperar la unidad de acción del conjunto del sistema político, mostrando además ante los vecinos la fortaleza de un frente político unido ante los ataques y agresiones.
No corresponde identificar esta propuesta con la confrontación o la ruptura de relaciones. Se trata simplemente de modificar el tono y la actitud ante el gobierno de Cristina Fernández, poniéndonos firmes y incorporando en el diálogo todos aquellos asuntos que pueden significar elementos de relieve para los intereses argentinos.
Por otra parte, creemos también que se debe reforzar la conducción profesional de la Cancillería, creemos que han existido errores de conducción que permitieron a los gobernantes argentinos pasar a la ofensiva y complicarnos la situación gratuitamente.
La iniciativa del senador Larrañaga, de que el Presidente convoque a los partidos nos parece muy oportuna y adecuada, aunque solo tiene sentido si la estrategia que seguirá el gobierno, posterior al silencio adoptado, supone un cambio en la dirección de la firmeza y la energía.
Si, por el contrario, la estrategia a seguir consistiera en la continuidad de la línea de acción elegida hasta ahora, de poco o nada servirá una reunión de esas características, puesto que volverá a poner de manifiesto discrepancias que, en las actuales circunstancias, más vale no subrayar.
El Presidente y su gobierno deben tener muy claro que si se opta por el camino de la firmeza contarán seguramente con el apoyo de todo el sistema político y de la enorme mayoría de la opinión pública uruguaya. Si se persiste en la debilidad y se apuesta a supuestas convergencias ideológicas, nada bueno podemos esperar para los intereses nacionales.

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