Rivera con los más altos índices con dificultades para
entender y aprender
En el siglo XIX, José Pedro Varela, en su memoria de
1877-78, en su calidad de inspector nacional de
Instrucción Pública planteaba lo que era entonces el mayor desafío que
la escuela pública y los maestros debían afrontar en esta zona de frontera: “La
República Oriental tiene una grande amenaza y un gran peligro para el porvenir,
en lo difundido que se hablaba el idioma brasilero, en los Departamentos que
son limítrofes del Imperio. No es solo que en esa importante zona de la
República, una gran parte del suelo sea propiedad de ciudadanos brasileros; no
es sólo que ésos se encuentren allí en gran número, es que por la natural
influencia que ejercen en su riqueza y por el amor que profesan al idioma
nativo, los hijos de brasileros que nacen en la República sólo hablan el idioma
de sus padres, y comparten con ellos las ideas, las aspiraciones y los
sentimientos”.
En estas primeras décadas del siglo XXI, la educación
en ésta región de la frontera con la ahora República Federativa de Brasil,
además del antiguo problema planteado por Varela, tiene varios otros desafíos,
propios de las circunstancias históricas y del desarrollo de la civilización en
el área. Problemas y desafíos que no
sólo son en la educación, sino en todos los otros aspectos de la vida
colectiva, los que como ocurre habitualmente son difícil de abordar sin
información confiable y objetiva.
Los censos 2011, han sido cuestionados tanto desde la
academia, como por sectores del sistema político e innumerables ciudadanos en
todo el territorio nacional que testimonian no haber sido censados. Los reparos que se formulan, son debido al
cambio de metodología con el que se hicieron, y por supuesto a los
contratiempos y su indebida extensión en el tiempo, con costos millonarios en
dólares. Pese a todas esas críticas, los
datos de los censos 2011, son hoy por hoy, las únicas fuentes de información
disponibles con un mínimo de seriedad y legitimadas por el gobierno.
En el caso de los departamentos norteños, y en
especial Rivera, los censos rectifican indicadores emblemáticos y ratifican
otros. Entre los primeros, se destaca el índice de crecimiento poblacional. En
efecto, durante los últimos 50 años, el crecimiento poblacional era ascendente
y constante. El censo del 2004 ratificó la tendencia positiva, la misma que en
el 1996, confirmó a Rivera como el departamento de mayor crecimiento
poblacional del país. Con el censo poblacional 2011 se revierte la tendencia
histórica. Y la acotación es de enorme importancia, porque cuando se estanca el
crecimiento poblacional, de acuerdo a la academia, se produce un retroceso
grave de la vida colectiva que se manifiesta en todos los órdenes. Y como si
eso fuera poco, el departamento decrece en el orden del 0,19%. En siete años,
en el período 2004 y 2011 el departamento perdió 1428 habitantes, pasando de
tener en el 2004, 104.921 pobladores a 103.493
en los últimos meses del 2011.
El sentir ciudadano, sin embargo, está a contrapelo de
esa visión estadística. En la última década el auge económico de Rivera es
inédito. Con los índices de desocupación más bajos del país, la actividad
comercial e industrial se multiplicó exponencialmente, constituyéndose en un
polo de atracción inversionista local, nacional e internacional. Pese a ello,
los indicadores negativos o por lo menos preocupantes se suman sirviendo como
instrumento institucional para incrementar el estigma que sobrellevan en sus
espaldas los departamentos norteños, en particular Rivera, los más alejados del
puerto y ciudad capital considerada emblema de cultura, civilización y
progreso.
Y para no ir más lejos, Rivera, de acuerdo a los datos
de los censos 2011, posee los indicadores más altos, y únicos en el país, de
población de 6 o más años (94.160 habitantes) con dificultades permanentes para
entender y/o aprender, y con dificultades permanentes graves para entender y/o
aprender. Con dificultades permanentes Rivera con un 4,2 %(3.955 personas) es
el de mayor índice del país, seguido en el norte por Artigas con 3,4%,
Tacuarembó 3.4% , Cerro largo 3,5% y
Salto 3,7%. Los más bajos indicadores lo
tienen Maldonado 2% y Colonia 2,2%
Por su parte el porcentaje de población de 6 o más
años con dificultades permanentes graves para entender y/o aprender, el más
alto también lo tiene Rivera con 1,6%, seguido de Artigas 1,2%, Tacuarembó
1,3%; Salto 1,3% y Cerro Largo 1,2%. Con los menores índices están Colonia y Maldonado con 0,7% cada uno, y Montevideo y Canelones con 0,9% cada uno.
Los indicadores por lo menos son preocupantes, más aún
cuando Rivera tiene también el más alto
índice de analfabetismo del país. De la población de 15 años y más (77.300
habitantes) que no sabe leer y escribir, el 3,7%(2.800 personas) corresponde a
Rivera, el más alto del país; en 2º lugar está Artigas con 3,0%
Sin lugar a dudas, la primera área de preocupación es
la enseñanza primaria de Rivera, responsable institucional de enseñar a leer y
escribir a los ciudadanos norteños. Hoy el desafío son las 2800 personas
mayores de 15 años que son analfabetas, y las casi 4 mil con deficiencia
intelectual que tienen dificultades para entender y aprender mayores de 6 años.
Se puede observar que entre los dos grupos conforman una población similar a la
que tiene Tranqueras, la segunda ciudad del departamento, poco menor que la que
tiene los municipios de Vichadero y Minas de Corrales juntos.
A lo anterior habría que agregar, el actual estado de
alarma ciudadana, ocasionado por el procesamiento reciente, de un maestro por
atentado violento al pudor. El referido docente era director de una escuela
pública rural, situada a escasos kilómetros de la capital departamental, que se
suma a otras denuncias sobre diversas otras irregularidades en escuelas urbanas
y rurales.
Los problemas de la educación en la frontera son
múltiples y particulares, requiriendo obviamente, soluciones especiales,
apropiadas al medio y las circunstancias. Lamentablemente, el centralismo
capitalino, en particular en la educación, es un monstruo autoritario, ciego y
sordo. Y como todo instrumento antidemocrático pone en riesgo el futuro de los
más débiles, la infancia y la juventud que vive “al borde” del mapa nacional.
Los datos del último censo lo ratifican.
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