Cuidacoches: eufemismos y derechos




Resulta notable advertir la capacidad que posee el ser humano para intentar suavizar la realidad o mitigar los aspectos más duros de la misma. Esta capacidad, llega al extremo cuando se trata de referir a la realidad social que nos toca vivir. Hoy resulta que es noticia “tarifar” la propina de los llamados “cuidacoches”, personas que han logrado su modo de vida, encubriendo su falta de un trabajo estable, pretendiendo cumplir una función que, en puridad transita entre la violencia, el enriquecimiento injusto y la apropiación de un espacio público, con el fin de obtener un beneficio que les permita sobrevivir.
Cuando en verdad, su existencia y permanencia en muchas de las principales y más transitadas vías de circulación de nuestras ciudades, no hace sino demostrarnos la falta de respeto por nuestros derechos y a la vez la falta de consideración de las autoridades departamentales y municipales hacia quienes sostenemos su presupuesto.
Porque a la inseguridad de muchas zonas, se suma la falta de alumbrado público suficiente o la carencia de vigilancia o patrullaje adecuado por parte de quienes resultan legal y constitucionalmente obligados a brindarnos seguridad y a proteger nuestras personas y bienes. Como todo esto al parecer corresponde a un país de fantasía, debemos seguir pagando el impuesto encubierto (ahora tarifado) de propinas a quienes no tienen más que un “registro” y una zona asignada, pero que todos sabemos no cumplen función alguna y en caso de rotura de cristales, robos o desaparición del vehículo “cuidado”, brillarán por su ausencia y no tendremos ni siquiera una pista o rastro de ellos. ¿No estaremos tarifando entonces, una mendicidad encubierta? ¿No estamos cercenando derechos ciudadanos por pretender regular una situación que en verdad no debiera existir? Seguramente, se oirán voces de defensa de estas personas, golpeadas y desplazadas de sus oficios o empleos por aquella aciaga, pero ya histórica crisis del 2002, y se tildará de “poco solidaria” nuestra opinión, pero no es este tipo de actividades las que harán al nuestro, un país de primera. Hace ya una década que la bonanza económica ha bendecido a nuestro país y sin embargo no se advierten soluciones para este gran número de uruguayos que, en una gran proporción no cumplen una función específica, ni pueden ser eventualmente responsabilizados en caso de sufrirse roturas, robos o despojos en nuestros vehículos. ¿Será tal vez responsable el municipio o el gobierno departamental que los registró y les otorgó un carnet? Pues por más que se sepa que la “tarifa” no sea “obligatoria”, y que se pretenda evitar la violencia de algunas zonas marcadas con tiza de “50” o de “100”, resulta verdaderamente afrentoso tener que reconocer una actividad que nadie sabe si cumplen, pero que sin lugar a dudas más se asemeja a un peaje que, a una función legalmente regulada. Y ello es inaceptable, desde todo punto de vista. Pues cada derecho debiera ir de la mano de una obligación y en el caso que nos ocupa, se reconocen derechos por el “control” de un espacio público por cuyo mantenimiento y seguridad ya pagamos nuestros impuestos nacionales y departamentales, desconociendo entonces nuestros derechos y a quienes se les denomina “cuidacoches” no se les exige nada a cambio. La propina es un acto de liberalidad que se brinda por la eficiencia y prontitud de un servicio que debe cumplirse y que podemos exigir ya que lo hemos pagado; tarifarlo, aunque sea sin obligación, apunta a regular una mínima parte del problema, pero no lo resuelve.

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