Fabián CALLE
Politólogo, docente en la Universidad
Torcuato Di Tella (Buenos Aires), la Universidad Católica Argentina y el
Instituto del Servicio Exterior de la Nación.
El pasado 22 de Junio se produjo uno de los
juicios políticos más rápidos que se registren no sólo a nivel regional sino
internacional. Siguiendo los pasos previstos por la Constitución, y con la
tácita y pasiva aceptación del propio perjudicado, el ya ex presidente Fernando
Lugo, se produjo su remisión por diversas causas entre las cuales se destacaba
el desmanejo que generó la muerte de 17 policías y civiles días atrás durante
la ocupación campesina de un tradicional y disputado predio.
La gota que colmó en vaso de un gobierno que
venía tecleando desde casi su propio comienzo fue la decisión de Lugo de remover
al ministro del Interior, perteneciente a su principal sostén político, el
Partido Liberal. Su reemplazo por una figura ligada al opositor, y rival
histórico de los liberales, Partido Colorado decantó en esta crisis de
inusitada velocidad y contundencia.
La abrumadora mayoría destituyente en el
Congreso, 39 votos a 4, habla por sí sola. Tanto los Liberales como los
Colorados no dudaron en sacarse de encima a este "externo" de la
política y de las elites paraguayas que era Lugo. Como en tantos otros casos en
el mundo, venir de afuera del barro de la política dista de dar garantías de
nada. Es un buen sello inicial pero que muchas veces no deja de defraudar como
la "vieja política" y en algunos casos la imita y aun empeora.
El gobierno de Lugo, con el respaldo masivo
de la población -en especial joven- campesina del interior del Paraguay, desde
un inicio estuvo caracterizado por problemas y crisis. Comenzando por la
fractura que se produjo con su vicepresidente Federico Franco (actual Primer
Mandatario) perteneciente al estructurado e histórico Partido Liberal.
Estructura que más allá de sus defectos y problemas fue un baluarte solitario
en la lucha política contra la dictadura colorada-militar que controló el país
hasta 1989. Sin olvidar los sucesivos escándalos por paternidad que tuvo que
soportar y reconocer el religioso, sus fuertes tensiones con la Iglesia
Católica paraguaya y el mismo Vaticano.
No faltaron capítulos de tensión con algunos
cambios que se impulsaron en las aún poderosas FFAA, así como la incapacidad de
poner coto al avance del poder del narcotráfico y grupos terroristas como el
EPP. Todo ello, con un esquema de política exterior que buscó estrechos lazos
con Venezuela, y que tuvo como contraprestación el envío de cargamentos de
combustible a bajo costo, así como con la potencia que más influye desde hace
décadas en la tierra guaraní, como es Brasil.
Todo ello no implicó que por acción o más
bien por omisión Lugo dinamitara la presencia militar y de seguridad de los
EEUU, tal como lo hicieron los países bolivarianos. Es más, durante el mandato
de Lugo algunos ministros de su Gabinete demostrando amplios márgenes de
autonomía concretaron ejercicios y esquemas de cooperación con las agencias
ligadas a temas militares, anti terroristas y anti narcotráfico de Washington.
Así como la compra de importantes cantidades de armamento liviano, más
precisamente fusiles de asalto Galil y municiones, a Israel. País que dista de
tener una visión positiva de Chávez y sus aliados y socios.
En materia de la estratégica energía que
produce y vende Paraguay a la Argentina y Brasil de la mano de las gigantescas
represas de Yacyretá e Itaipú, Lugo planteó fuertes negociaciones para mejorar
los precios de esta exportación y lograr obras complementarias. Sin por ello
caer en las posturas más extremas y nacionalistas que impulsaban algunos medios
de prensa y políticos.
Los países de la región, en especial los del
Unasur, agitaron ayer críticas y advertencias sobre el proceso ocurrido en
Paraguay y el ascenso de Federico Franco al poder. Una mirada atenta a la los
hechos antes mencionados y la propia pasividad y tranquilidad política que
exhibió Lugo en las últimas 72 horas, deberían hacer repensar a los mandatarios
sudamericanos si en realidad este religioso abocado a la política no ha
encontrado en este sumarísimo proceso una puerta de salida a un purgatorio que
indefectiblemente iba a terminar de manera poco gloriosa en el año 2013. En
algunos casos, irse como víctima es mejor que ser visto como un fracaso.
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