Me equivoqué






Si alguien afirma que asumir sus errores no le cuesta ningún esfuerzo, o miente o no tiene amor propio. A mi me cuesta y mucho. He seguido con mucha atención y tensión toda la situación que se vive en torno a PLUNA y quiero asumir plena y totalmente mi responsabilidad: me equivoqué.
Respaldo y comparto totalmente las resoluciones adoptadas por parte del gobierno y, en particular, por mis compañeros el presidente José Mujica y los ministros Enrique Pintado y Fernando Lorenzo. Es la única salida que preserva los intereses nacionales. Sé de las tensiones y preocupaciones que tuvieron que afrontar por los trabajadores, por los pasajeros perjudicados, por los acreedores de la empresa, pero lo principal era evitar nuevas y mayores pérdidas para el país.
Tengo la más absoluta convicción de que se trabajó con seriedad y con profesionalismo, buscando asegurar la conexión aérea necesaria para el país, que es fundamental para el turismo, para el desarrollo nacional, para la ocupación de los trabajadores afectados y para minimizar los daños que sufrieron los pasajeros que no pudieron hacer efectivos sus viajes. Todo se está haciendo, además, de la manera más transparente, respetando las leyes y fortaleciendo la imagen del país.
Cuando podamos hacer un balance sereno, que incluya la consideración de toda la historia de PLUNA, la comparación de esta situación con otras que se vivieron en el pasado, y la experiencia internacional que nos muestra 56 compañías aéreas quebradas durante los últimos cinco años, estaremos en condiciones de extraer conclusiones serias, rigurosas y constructivas, en línea con el interés nacional. Ahora, había que buscar y encontrar soluciones urgentes. Fue lo que se hizo y se sigue haciendo.
Vuelvo al principio: me equivoqué. El error fue el de buscar denodadamente una salida para PLUNA que, al tiempo de permitirle sobrevivir - y en el mejor de los casos expandirse -, terminara de una vez por todas con el permanente drenaje de recursos públicos destinados a financiar sus malos resultados. Recordemos que corría el año 2007 y PLUNA estaba en manos del Estado, con cuatro aviones 737-200 desvencijados y al borde de su vida útil. Las pérdidas mensuales alcanzaban a los 2 millones de dólares. La empresa estaba vaciada y fundida. Era la herencia que nos dejó VARIG, luego de una desastrosa gestión que había comenzado en 1995. Las decenas de millones que perdimos en ese periodo y que pagamos todos los uruguayos, tienen sus responsables. ¿Alguien asumió sus responsabilidades? El gobierno buscó una salida pensando en el interés nacional y lo hizo con una perspectiva de Estado.
¿Todos actuaron de esa manera?
Se llegó a poner en duda la importancia de los reclamos a los que quedó expuesto el país en este tramo final de la experiencia de PLUNA y se polemizó al respecto. Todos sabemos perfectamente que lo peor que le puede pasar a una empresa, o incluso a una familia, es tener sobre su cabeza la espada de una deuda indeterminada y creciente. Y eso es, precisamente, lo que nos quedó de la sociedad entre PLUNA y VARIG. Los gobiernos del Frente Amplio no tienen ninguna responsabilidad con respecto a esta desgraciada experiencia. ¿Alguien asumirá alguna culpa por haberle entregado PLUNA a VARIG, cuando esta empresa ya estaba en serias dificultades y cuando ni siquiera fue la ganadora de la convocatoria del año 1994?
Asumo mi responsabilidad, pero agrego que era difícil para el primer gobierno de izquierda afrontar la dura alternativa que teníamos en 2007: cerrar PLUNA o seguir quemando decenas de millones de dólares al año, con gestión estatal, cuando recién estábamos saliendo de la peor crisis de nuestra historia contemporánea. El hecho de que se presentara en definitiva, un solo interesado y tuviéramos que decidir a partir de un único plan de negocios, lejos de atenuar las dificultades de la decisión, las potenciaba. No es una justificación, es la descripción de la situación.
La gestión de LEADGATE no fue la que el país esperaba y necesitaba. El análisis y la evaluación de esa gestión están hoy en discusión y, a partir de una información detallada y rigurosa acerca de sus actividades, cada uno podrá sacar sus propias conclusiones. Ojalá seamos capaces de asumir una actitud ecuánime, criticando todo lo negativo, pero reconociendo también los aspectos positivos, el más importante de los cuales ha sido - sin dudas - el de haber concebido una estrategia de tránsito y distribución a escala regional que es la que más conviene al país. Una flota de modernas aeronaves, una cantidad de destinos y frecuencias y un volumen de pasajeros como nunca había tenido PLUNA en su larga y turbulenta historia, completan la lista de activos a tener en cuenta al hacer el correspondiente balance.
Sobre sospechas y acusaciones acerca de eventuales irregularidades sólo hay un camino a transitar: elevar a la justicia todos los antecedentes relativos a las sociedades de PLUNA con VARIG y LEADGATE. No acostumbró acusar sin pruebas. No lo hice con nadie y no lo haré en esta oportunidad. Tengo el mayor deseo de que se investigue. Por el país, por la gente y porque no tenemos nada que ocultar. Pero cuidemos el honor de las personas.
En cuanto al debate sobre este tema que está en curso, también he reflexionado bastante. Los gobiernos, los gobernantes, los políticos, la sociedad en su conjunto, se ponen a prueba en los momentos de crisis. Y ésta es una crisis y como tal la asumo. Sobre mis compañeros, encabezados por el presidente Mujica y los ministros Pintado y Lorenzo, quiero decir que me enorgullece compartir con ellos la tarea de gobernar y de hacer política. Podrían haber especulado, dejando pasar el tiempo sin asumir riesgos, y esperando que los procesos judiciales, así como la precipitación de las explosivas situaciones planteadas, hicieran lo suyo. Pero eligieron otro camino, y lo comparto plenamente. Establecieron claramente las prioridades, se jugaron con dolor y con sensibilidad y elaboraron una propuesta coherente con el interés nacional. También subrayo mi total apoyo a la capacidad de diálogo que tuvo el gobierno en sus presentaciones en el Parlamento, incorporando aportes de diversos legisladores, oficialistas y de la oposición.
Tengo confianza que también en este tema saldremos adelante y que el tiempo nos permitirá hacer un balance correcto de lo ocurrido, incluso de los errores cometidos. El debate también expone y desnuda muchas cosas. Comparto que el gobierno no haya salido a cobrar cuentas sobre el pasado, aunque una vez más se demuestra que el pasado siempre vuelve. La oposición decidió sacar réditos, olvidando absolutamente sus responsabilidades y llevando el debate a niveles difíciles de calificar. Cuando la política alcanza ciertos niveles de ferocidad, nos pone ante la alternativa de asquearnos y apartarnos, que es lo que - lamentablemente - hace mucha gente, o bien contribuir con serenidad a mejorar la seriedad, la calidad y el respeto con los que hay que encarar esta actividad superior de los seres humanos. Yo elijo este camino.
El debate sobre ideas, así como sobre la dura, compleja y extraordinaria tarea de gobernar, de hacer política, y de llenar de sentido social y humano a esta última, debería ser una tarea de todos. En primer lugar, de la izquierda.

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