Siguen pendientes respuestas a
muchas preguntas sobre la jornada electoral del 1º de julio. La primera, por
supuesto, tendrá que recibir cabal respuesta del IFE y luego del Tribunal:
quién y por cuánto ganó. Pero otras merecen un intento de respuesta desde
ahora.
Primero las encuestas, que deben ser
divididas en dos: aquellas realizadas a pocos días de la elección y las de
salida el mismo día 1. Sobre las primeras, acertaron prácticamente todas en el
orden de los contendientes, pero la mayoría sobreestimaron al PRI por casi 5
puntos en promedio y subestimaron a Andrés Manuel López Obrador en un par de
puntos. Hace ocho días dije en estas páginas que la ventaja de Enrique Peña
Nieto sería de entre 8 y 12 puntos, son siete. También que AMLO quedaría
segundo, pero con un margen menor a los 6 puntos con los aventajó a Josefina.
Pensé también que el PRI tendría mayoría en el Senado (está a un par de
escaños) y que tal vez la conseguiría en la Cámara, quizás éste fue mi error
más importante.
Los encuestadores darán su
explicación sobre la brecha entre el promedio de sus mediciones previas y el
desenlace. Subrayo promedio: algunas se alejaron más, otras se acercaron más.
Aventuro unas hipótesis sobre las encuestas previas: sí cambió la preferencia
en la última semana por la renuencia final, en particular de los jóvenes, a
votar por el PRI; se dio una movilización de votantes menos intensa entre
ciertos operadores priístas para no dar a EPN el mandato y la libertad que buscaba;
hubo una ligera inclinación hacia AMLO por parte de gente que hubiera votado
por el PRI de haber pensado que la contienda era más cerrada; fueron
sub-representados los jóvenes "pejistas" en las muestras, no por su
peso en la lista nominal, sino dentro del electorado realmente votante; por
último, hubo un voto oculto a favor de AMLO, en parte por miedo, en parte por
coraje y en parte por vergüenza. Ninguno de estos factores fue suficiente para
cambiar el resultado, pero sí pueden explicar la sobreestimación de Peña y la
subestimación de AMLO. La explicación sobre las diferencias en las encuestas de
salida yace, tal vez, en el ocultamiento del voto y la sub-representación de
los jóvenes "pejistas".
A menos de que alguien desmienta
esta afirmación, otra vez no sabemos por qué los mexicanos votamos como
votamos. Las encuestas de salida arrojan poca información para saber a ciencia
cierta las razones del "desastre" del PAN: no sólo el tercer lugar,
no sólo a más de 10 puntos del ganador, sino perdiendo la tercera parte de
electorado de Calderón en el 2006. ¿Por qué?
Abundan las explicaciones, cada una
tan fundamentada como la otra, pero tan carente de sustento en las encuestas de
salida. Por mi parte quiero creer que se debe a la guerra de Calderón. Josefina
Vázquez Mota fue la candidata de la continuidad de un gobierno monotemático: el
combate al narco. Obviamente sobran los contraargumentos: que la aprobación de
Calderón es aún relativamente alta; que la fórmula panista de senadores y/o JVM
ganaron en estados donde hay más militares y violencia como Nuevo León y
Tamaulipas; o que JVM, por una serie de razones personales y partidistas, no
fue la candidata que muchos esperaron. Ante estos contraargumentos se puede
replicar que se votó contra las autoridades en estados agobiados por la guerra
y a favor de las autoridades donde no las hay. Votaron en contra en Nuevo León,
Tamaulipas, Coahuila y Veracruz porque ahí gobierna el PRI en condiciones de
violencia aterradora; votaron a favor de Mancera en el DF porque la continuidad
significa la ausencia de guerra; y votaron contra Josefina a nivel nacional
porque equivale a rechazar la continuidad de la guerra de Calderón.
Veremos con más datos (distrito por
distrito) cuáles de estas hipótesis funcionan mejor para explicar el desplome
panista; sabremos pronto también si de las alternativas que sí se han propuesto
a la guerra Peña Nieto adopta alguna, o más bien persevera en el esfuerzo
sangriento de sólo combatir la violencia generada por la misma guerra.
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