El gobierno uruguayo asombró al
mundo y a sus propios ciudadanos cuando anunció, con bombos y platillos, y como
parte de una batería de medidas para mejorar la situación de inseguridad, que
legalizaría el consumo de marihuana.
Todavía nadie ha podido explicar por
qué esta propuesta formaba parte de las medidas para mejorar las condiciones de
seguridad del país. Alguien ensayó la explicación, insólita, de que sería una
medida que permitiría reducir el consumo de la pasta base.
Parece que a alguno de los que forma
parte del entorno gubernamental le pareció que si efectivamente cierto número
de consumidores se había pasado de la marihuana a la pasta base ante la
imposibilidad de acceder a aquella, ahora mediante la legalización de la
marihuana ocurriría el itinerario inverso. Realmente un razonamiento asombroso
y digno de mejor causa.
Lo cierto es que, pasada la primera
impresión del anuncio, comenzaron a quedar en evidencia las improvisaciones, la
falta de elaboración de la propuesta y la ausencia absoluta de consulta a
quienes podrían brindar una información más fundada.
Pero, en paralelo, y en la misma
medida que se evidenciaba la falta de seriedad, para desgracia de la imagen y
prestigio de nuestro país, se difundía en el mundo la iniciativa lanzada
irresponsablemente al vuelo.
Es más, el propio Presidente tuvo su
momento de "estrellato" en la Cumbre de Río debido a esta noticia.
Aunque realmente hubiera sido preferible que pasara desapercibido.
Resultó muy duro para nosotros
observar cómo el mandatario de nuestro país explicaba al mundo que se le
requeriría a los consumidores que guardaran los "puchos" de los
porros consumidos. ¡Muy fuerte!
Las contradicciones comenzaron a
dejar en evidencia que se trataba de un verdadero "bolazo". Un
jerarca informaba que el Estado se haría cargo de producir la marihuana y al
poco rato otro señalaba lo contrario. Otro jerarca anunciaba que se crearía un
registro de consumidores de marihuana y enseguida había quien se encargaba de
desmentirlo.
A los pocos días quedó en evidencia
lo obvio. Los principales especialistas en la temática de las drogadicciones,
incluso los que forman parte del gobierno, no habían sido consultados sobre la
iniciativa. Aunque no lo podamos creer.
Pero, además, no existía un proyecto
de ley, ni siquiera existía una línea redactada sobre este tema. Lo cierto es
que durante varios días todos bailamos al ritmo de la marihuana. Patético y
triste.
El gobierno había convertido un
asunto serio y de reflexión profunda, como es el tema de las adicciones, en una
banalización chabacana y marquetinera de bajo nivel y nula seriedad.
Porque el tema de la legalización de
la marihuana, como así también el de la discusión sobre el tratamiento
legislativo y la eventualidad de su permiso o sanción con respecto a todas las
sustancias adictivas es un asunto que tiene que ser objeto de análisis y
reflexión profunda a nivel mundial.
Justamente porque el tema es de
importantes dimensiones, el anuncio del gobierno ha sido motivo de atención
internacional. Justamente por eso, el gobierno debió haber sido particularmente
cauto en lanzar propuestas de esta índole.
Pero, además, esta propuesta enredó,
marginó y desacreditó la iniciativa que, con seriedad y persistencia, venían
impulsando un grupo de legisladores de todos los partidos, entre ellos nuestro
compañero Daniel Radío, para autorizar el autocultivo de la marihuana.
Ahora todo se metía en la misma
bolsa y la legalización desacreditaba y desplazaba el esfuerzo por la
aceptación del autocultivo. Incluso desde el propio gobierno se escucharon
voces que cuestionaron esta propuesta en la medida que, según ellos, era
contradictoria con la legalización controlada.
El último acto de esta comedia
ocurrió hace un par de días, cuando repentinamente el Presidente, con la misma
contundencia con la que anunció la legalización, señaló que la iniciativa se
llevaría adelante solo si contaba con una mayoría significativa de aprobación
de la ciudadanía.
Curiosamente, y como si fuera una
sorprendente coincidencia, el mismo día en la noche, una de las consultoras más
prestigiosas de nuestro medio, anunció que dos tercios de los uruguayos
rechazan la legalización de la marihuana.
Fin de la obra.
Todo ha quedado claro. Se trataba de
un pelotazo, sin más pretensión que convertirse en un "divertimento
distractivo". Cada día estamos mejor.
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