Más que una filosofía, una verdadera
Política de Estado
La decisión adoptada en la cumbre
del Mercosur en la ciudad argentina de Mendoza, la presidenta Cristina
Fernández anunció que el 31 de julio en Río de Janeiro, se concretará el
ingreso de Venezuela al bloque, aprobado en 2006, pero paralizado por la
negativa del Senado paraguayo a ratificar el correspondiente protocolo. La
suspensión de Asunción del bloque abría, según la teoría argentina, el camino
para eso. Pero Paraguay no fue literalmente “expulsado” sino “suspendido”, por
lo que su condición de “miembro pleno del Mercosur” lo hace indudablemente
parte de las decisiones: sin Paraguay no hay decisión formal y sin ella,
Venezuela queda en el banquillo.
Mientras son analizadas las ventajas
y desventajas de la decisión sobre la legitimidad de la medida, el canciller
uruguayo Luis Almagro aseguró, después de haber sido un enérgico defensor del
ingreso de Venezuela en las actuales condiciones, que "nada es definitivo.
Si todo el mundo hubiera estado seguro, Venezuela hubiera entrado en Mendoza.
Por algo los países se toman este plazo hasta el 31 de julio", declaró.
"Nosotros fuimos especialmente contrarios al ingreso de Venezuela en estas
circunstancias", insistió, además de cuestionar la "legalidad"
de la medida y culpar a Brasil de impulsarla.
La respuesta del resto de los involucrados fue
categórica: la cancillería argentina aseguró que Fernández y los presidentes de
Brasil, Dilma Rousseff, y de Uruguay, José Mujica, habían acordado suspender a
Paraguay del Mercosur en rechazo a la destitución de Fernando Lugo como
presidente, por parte del Senado paraguayo. Y aseguró que la decisión cumple
"estrictamente" con los tratados del bloque.
Más dura aún fue la respuesta de
Brasil, que además de negar "presiones" aseguró que fue el propio
Mujica y no Rousseff quien sugirió la fecha del 31 de julio para reunirse e
incorporar a Venezuela al bloque. "Conversé con él (Mujica) hace poco. Fue
una decisión unánime, fue una decisión que reflejó consenso", sentenció el
asesor de Asuntos Internacionales de la Presidencia de Brasil, Marco Aurelio
García, en sintonía con los dichos de Buenos Aires.
En Uruguay, rincón del sur
transformado en el foco de muchas controversias por asegurarse que se dice y se
desdice como parte de una estrategia política –donde todo está contra todo- el
prosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa, explicó sobre los dichos del
canciller que Uruguay terminó aceptando la medida como parte de una
"negociación" con los restantes miembros del Mercosur, en la que
exigió que no se impusieran sanciones económicas a Paraguay. "Era
importante que Uruguay asumiera una política realista y que, logrado lo que se
había logrado, Uruguay no podía quedar vetando el ingreso de Venezuela",
explicó.
Incluso, según el portal del ABC,
Cánepa confirmó que Montevideo puso sobre la mesa de diálogo la posibilidad de
que Caracas no corte el suministro de petróleo hacia Paraguay, lo que ya había
sido anunciado. De hecho, este martes la petrolera estatal venezolana PDVSA
confirmó que retomará el envío de crudo.
El malestar uruguayo con el ingreso
de Venezuela habría quedado plasmado en la reunión en la que Fernández anunció
la medida, en la cual el presidente Mujica se ubicó en una segunda fila en
señal de molestia y el canciller Almagro se ausentó de la sala.
Almagro sabe de sobra que en el
Parlamento se conoce muy bien su “estilo” de construcción del mensaje. Pero
esta vez el “discurso” se centrará en otorgarle a cada cosa su nombre verdadero:
la silla es silla y sirve como siento, y la mesa es mesa y sirve para apoyar.
El “nombre” dado a una situación no puede ser sustituido al arbitrio de un
Canciller que emulando al Presidente también él adoptó la Política de Estado de
“como te digo una cosa, te digo la otra”.
Cuando se trata de países, sanciones
e intereses, las verdades deben ser verdaderas y no meras estrategias.
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