¿Y si las papas queman?




Son muchos y convergentes los indicios que señalan posibles cambios negativos en la situación de nuestra economía.
Nadie espera que se produzca una situación de crisis profunda, pero todos los analistas coinciden en que, como mínimo, tendremos una reducción o desaceleración del ritmo de crecimiento. Por otra parte, las decisiones que están tomando nuestros dos vecinos ya están impactando sobre nuestra economía y sobre los niveles de ocupación de algunos sectores.
El análisis realizado esta semana por el Emb. Guillermo Vallés sobre las tendencias del comercio mundial también arroja fuertes preocupaciones sobre el impacto que tendrá en nuestros flujos comerciales. La evaluación que realiza el Ec. Ernesto Talvi sobre las tendencias más o menos inmediatas, tampoco es muy optimista. Por su parte, la Cámara de Industrias ya ha anunciado un preocupante enlentecimiento en el ritmo de crecimiento de ese sector e, incluso, plantea interrogantes sobre la posibilidad de que se produzca un freno efectivo en la actividad industrial.
La incertidumbre sobre lo que ocurrirá en Europa es muy grande y, según su desenlace, los impactos pueden ser aun mayores.
Todo indica que hay que "prepararse" para enfrentar un cambio de coyuntura económica. Sin dramas, pero también sin demoras.
La conducción económica del gobierno ha sido, hasta ahora, muy profesional e idónea. Sin embargo, no se ha podido disimular la existencia de tensiones y diferencias de visión dentro del gobierno. Algunos han hablado de dos equipos económicos en pugna, otros simplemente han señalado que existe una rivalidad implícita. Nadie niega la existencia de dos visiones y tampoco se niega que hayan existido tensiones entre los principales referentes de ambos sectores.
Cuando el "viento sopla de popa" y los recursos surgen de todos lados, es relativamente fácil administrar las discrepancias y las divergencias. Porque, en definitiva, no hay dramas ni decisiones drásticas que tomar; en la abundancia las diferencias se sobrellevan mejor y las críticas se disimulan.
De hecho, hasta ahora ha sido así. Aunque existen diferencias entre la visión del Ministerio de Economía y de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, la bonanza ha ayudado a superar o postergar las asperezas.
Sin embargo, si los próximos tiempos obligan a tomar decisiones de austeridad. Si no alcanza para que cada cual haga su juego y maneje sus prioridades. Si la larga cuenta del gasto público se debe ajustar o achicar y ello implica sacrificar cosas, optar entre diferentes alternativas y programas, si hay que aplicar criterios que necesariamente implican definir prioridades; entonces la capacidad de articulación y de disimular las diferencias se restringe significativamente.
Porque hasta ahora, los notorios problemas de gestión que este gobierno exhibe en materia de educación, seguridad, salud, vivienda y política internacional se sobrellevan debido a la bonanza que ha acompañado a nuestro país en estos últimos años.
Cuando la economía sonríe y los ciudadanos tienen capacidad de compra y consumo, incluso la gravísima situación de inseguridad se enfrenta con otro ánimo. Sin embargo, un cambio en las condiciones económicas de los ciudadanos y sus familias que los lleve a la necesidad de ajustarse y postergar sus decisiones de crecimiento personal, pondrá al descubierto con mayor estridencia la gravedad de los notorios puntos críticos de las políticas sectoriales de este país.
Por otra parte, la fuerte expansión del gasto público en estos años será un componente rígido para definir cualquier posible ajuste, en la medida que cualquier decisión afectaría los subsidios y beneficios otorgados durante estos años de bonanza.
Durante estos años de crecimiento hemos visto la incapacidad de impulsar cambios efectivos en la educación aun teniendo todos los recursos disponibles; aunque parezca mentira los centros educativos no están en condiciones no por falta de recursos disponibles, sino por incapacidad manifiesta para ejecutar las obras.
Durante estos años hemos observado que la tan mentada reforma del sistema de salud ha producido un empeoramiento en las condiciones de asistencia a pesar de que el país y las personas gastamos muchos más recursos que antes en este sector.
Durante estos años, a pesar de la prioridad expresamente otorgada, la política de vivienda es inexistente y no ha tenido la capacidad de generar soluciones habitacionales adecuadas a las necesidades de las personas.
Ya ha pasado casi un año desde la aprobación de la ley de participación público privado y todavía no se ha aprobado ni una sola iniciativa para comenzar las obras imprescindibles y urgentes para mejorar la infraestructura y logística de este país.
En definitiva, un panorama muy preocupante que hasta ahora ha sido soslayado o relativizado por la "razón del artillero", como decía Clinton "it's the economy, stupid". Sin embargo, si este resguardo falla o, al menos, se ve afectado, las situaciones de desgobierno y falta de rumbo quedarán peligrosamente al desnudo.

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