Otra vez, la credibilidad





En la edición del diario La República publicada el pasado martes 29, el presidente Mujica declaraba que no tenía intenciones de introducir cambios en el gabinete ministerial. En la noche de ese mismo día, los informativos de televisión anunciaban que el presidente Mujica había dispuesto el cese en su cargo del Ministro de Turismo y Deportes, Héctor Lescano.
El miércoles por la mañana, en la conferencia de prensa en la que anunció formalmente la salida de Lescano del gabinete y su sustitución por la hasta entonces subsecretaria de la cartera, LiliamKechichián, el primer magistrado intentó explicar su decisión por el propósito de “renovar” el equipo de gobierno aun allí donde está funcionando bien, como en el Ministerio de Turismo. 
La explicación no convenció a nadie. No tiene sentido cambiar por cambiar, como si el gabinete ministerial fuera lo mismo que el guardarropa de una adolescente caprichosa y de familia pudiente.  El senador Rafael Michelini  calificó a la decisión presidencial de “inexplicable” e “inentendible”. Otros dirigentes frenteamplistas se pronunciaron en términos similares.
El primer magistrado vuelve a demostrar, con sus actos, que no se puede creer en sus dichos. No es sólo que “como dice una cosa” también “dice la otra”; lo peor es que dice una cosa y, dentro de las 24 horas siguientes, hace otra, exactamente contraria a lo anunciado.
Hace pocos días, fue lo de la CARP: el presidente fingió indignarse cuando se dijo que alguien había querido sobornar al embajador Bustillo. Poco después su entrañable amigo Julio Baráibar  y el subsecretario Conde confirmaron esa versión. Ahora,   a propósito de los cambios en el gabinete, es el propio presidente quien se desmiente a sí mismo.
No se trata de la manera de ser de José Mujica; se trata de la credibilidad del presidente de la república. Hay un bien público en juego. Para que los ciudadanos confíen en las instituciones y estas gocen del respaldo de aquellos, es preciso que, por encima de coincidencias o discrepancias políticas, se pueda creer en la palabra de los gobernantes.
Si alguien dijera hoy, en el Uruguay, que cree sin dudar en lo que el presidente dice, habría que contestarle con palabras del propio Mujica: “¡no sea nabo!”.
No es así que se construye “un país de primera”.
           
            

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