Mariela Castro es un personaje interesante y
contradictorio. Se trata de la hija mayor del dictador cubano Raúl Castro. Como
regla general, los familiares cercanos de los déspotas padecen de una notable
disonancia moral. No son capaces de percibir el daño que sus parientes les
infligen a sus semejantes o, si lo perciben, asumen el discurso oficial y lo
justifican. El amor les distorsiona el juicio crítico.
Para Eva Braun, Adolfo Hitler era un patriota
alemán que luchaba por la grandeza de su país. Clara Petacci amaba tanto a
Mussolini, le parecía un hombre tan virtuoso y tierno, que prefirió ser
fusilada junto a él que continuar viviendo tras su muerte (hasta hicieron el
amor la noche en que los mataron). Si uno escucha y cree a los hijos de Gadaffi
o a los nietos de Trujillo, puede llegar a pensar que el tirano libio o aquel
dominicano sanguinario eran la imitación perfecta de la Madre Teresa.
A Mariela Castro le ocurre lo mismo. Ha renunciado
a la objetividad. Como sus padres fueron razonablemente afectuosos dentro de la
casa, y como le dieron todo lo que quería, incluido el privilegio de celebrar
su fiesta de quince en Europa, algo impensable en un país menesteroso, ella ha
elegido ignorar que Raúl Castro es un dictador responsable de numerosos
crímenes y de constantes violaciones de los derechos humanos, continuador de
una dinastía militar puntillosamente incompetente que lleva más de medio siglo
de fracasos y atropellos.
En el caso de Mariela Castro la contradicción es
más hiriente porque su estructura psicológica no es la de una fanática
inflexible. Su fanatismo es estratégico. Mariela es tolerante con las
preferencias sexuales e intolerante con todo lo demás. Si una persona quiere
expresar libremente su homosexualidad o su transexualidad, le parece una causa
justa y la defiende a viva voz. Pero si ésa u otra criatura pretende expresar
libremente sus creencias políticas o una visión de la realidad social diferente
a la que postula la dictadura, inmediatamente la califica como mafia o escoria
y justifica que la aplasten. Para ella, la libertad y la coherencia emocional
son algo muy específico situado al sur del ombligo.
En todo caso, ¿qué hace Mariela Castro de gira por
Estados Unidos acompañada por sesenta figurantes, entre los que abundan los
policías? Por ingenuo que parezca, con la ayuda de algunos elementos muy
radicales del ala extremista del partido demócrata, la que se mueve en torno a
la revista The Nation, intenta seducir políticamente al presidente Obama
respaldando el matrimonio gay, mientras trata de crear una red de apoyo al
gobierno de su padre por medio de la coalición conocida como LGTB (lesbianas,
gays, transgéneros y bisexuales).
Para los servicios de inteligencia de Cuba, que son
el cerebro y el brazo ejecutor de la política exterior de La Habana , el camino de LGTB,
aunque les repugne en su fuero interno, porque ésa sigue siendo una dictadura
machista-leninista, es el único que le queda por explorar para tratar de ablandar
a un presidente que no ha levantado el embargo, ni liberalizado los viajes de
los norteamericanos a la Isla ,
ni puesto en libertad a los cinco espías apresados hace más de una década, y ni
siquiera ha eliminado a Cuba de la infamante lista de países terroristas.
Es verdad que, desde la perspectiva de la
dictadura, Obama, como no se cansa de repetir Fidel Castro, ha sido una total
frustración, pero para La
Habana sería mucho peor si en los próximos comicios Mitt
Romney se alza con el triunfo y los republicanos vuelven a la Casa Blanca , lo que
explica que Mariela haya revelado la verdad de su juego: si ella fuera
norteamericana, dijo, votaría por Obama. A decir esa contraproducente tontería
ha viajado a Estados Unidos.
No obstante, el establishment cubano-americano del
partido demócrata, totalmente centrista y moderado, muy lejos del extremismo
deThe Nation, no se va dejar engañar por la estrategia de la policía política
castrista. Es demasiado burda. El influyente senador Bob Menéndez, el
congresista Albio Sires, Joe García, el ex embajador Paul Cejas, entre otros
notables personajes, y no Mariela Castro, son los que ayudan a la Casa Blanca a definir
la política hacia Cuba, y así seguirá ocurriendo. Si Obama gana, será malo para
la dictadura. Si gana Romney, será peor. La dictadura pierde siempre.
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