A propósito del libro y la importancia de la lectura
Conmemorar el día del libro, limitando su
significación a sus orígenes histórico, sin destacar la importancia sustancial
de la lectura, sería un absurdo. El libro es un objeto creado y construido con
el único fin de ser leído, y ello desde que se conoce la escritura desde hace
más de tres mil años.
En el mundo contemporáneo, y tal como ha sucedido a
través de la historia, ante la irrupción abrupta de nuevas tecnologías comunicacionales, parece
ponerse en tela de juicio el futuro, por ejemplo del libro, cuando la
disminución de lectores es una realidad innegable. Estamos en un país que lee
poco, en el que sus jóvenes leen menos que los viejos, y entre quienes saben
leer con serias dificultades de comprensión.
Por otra parte, persiste, como legítimo y necesario,
el propósito de crecimiento y desarrollo, tanto en lo individual como en lo
comunitario, y ante ello, es consenso que solo se avanza incrementando el
conocimiento sobre la vida y el mundo que nos rodea. Y ese conocimiento solo es
posible si la lectura la asimilamos a la cotidianidad como algo esencial, tanto
como el dormir y comer.
Pero no basta leer como hábito de vida. Tal como se ha
probado, el desarrollo de la competencia lectora es una de las claves para un
buen aprendizaje en todas las áreas del conocimiento. Y más aún, la referida competencia lectora
aumenta las probabilidades de tener un mejor empleo y mejores salarios. Desde ser una persona bien educada, en el
decir popular, hasta ser un erudito en lo que hace, son destrezas que reditúan
siempre en empleos de calidad y por supuesto en sueldos dignos.
Si bien se lee poco, es notorio que muchos lo hacen
sin entender lo que leen, entre otras razones porque se tiene un vocabulario
pobre, similar a las cien o ciento cincuenta palabras que maneja, por ejemplo,
un inmigrante coreano o chino al pisar tierras uruguayas por primera vez. Al
superar las técnicas o la mecánica rutinaria, la práctica de la lectura es un
instrumento que desarrolla la capacidad de observación, atención,
concentración, análisis, espíritu crítico, generando a su vez, capacidad de
reflexión y de diálogo edificante entre todos.
Según especialistas, la lectura comprensiva involucra,
por lo menos, dos actividades principales: 1) Identificación de palabras o
"decodificación". 2) Comprensión del significado del texto. Aunque parezca simple y elemental, se asegura
asimismo que si no hay comprensión no hay lectura, por lo que el lector debe
ser capaz de entender y reflexionar sobre lo que lee. En primer lugar conocer
las palabras escritas, de tal manera de familiarizarse rápidamente con los
significados que se trasmite en el conjunto de la oración o la frase. Es
imprescindible que la lectura sea fluida
para que la mente pueda retener una oración durante suficiente tiempo para
comprenderla. Si no hay comprensión no hay lectura, por lo que el lector debe
ser capaz de entender y reflexionar sobre lo que lee.
Pero todos esos perentorios requerimientos para hacer
de la lectura un camino de construcción de la vida y las personas, no sirven
para nada, si no están presididos por el “Maestro Ejemplo”. Padres, profesores,
maestros y adultos que no leen, generan una infancia y juventud analfabeta
revestida de modernidad vacía, expuesta
a ser víctima de los más groseros e inhumanos
instrumentos de opresión.
A nivel internacional se recomienda, fundamentalmente
a padres y tutores, seguir algunas de las siguientes medidas: Ser un buen lector requiere de práctica, por
eso es importante que los padres de familia promuevan que sus hijos lean en
casa.
Si los padres leen con sus hijos aumenta la
probabilidad de que éstos continúen leyendo por sí solos en el futuro. Se
propone que padres, tutores o familiares, dediquen 20 minutos diarios a leer
con sus hijos. Se sugiere que los adultos lean en voz alta los primeros 5
minutos, con la finalidad de que una lectura experimentada y adecuada vaya
acercando a los alumnos al mundo de la lectura (si los padres no saben leer,
pueden escuchar la lectura de sus hijos y conversar sobre lo leído). Posteriormente, el alumno deberá leer en voz
alta durante los siguientes 10 minutos.
Al finalizar la lectura, se recomienda que, por lo menos durante 5
minutos, los adultos hablen con los alumnos acerca de la lectura para que éstos
conversen sobre lo que han comprendido. Se sugiere generar una breve discusión
sobre las inquietudes o reflexiones que les generó la lectura.
Se recomienda asimismo, revisar con los alumnos las
palabras que omitieron o que leyeron de manera incorrecta. Pueden utilizarse algunos de los libros que
se encuentran en las bibliotecas escolares, en las públicas e incluso en las
bibliotecas de amigos y vecinos. El libro puede ser seleccionado directamente
por el niño, adolescente o joven, en
compañía de sus padres o algún otro familiar.
Un ejercicio interesante es que por lo menos cada ocho días, los padres
de familia o tutores cuenten cuántas palabras leen sus hijos en un minuto y
lleven un registro de ello para observar su avance. La velocidad de lectura es
la habilidad del alumno para pronunciar palabras escritas en un determinado
lapso de tiempo intentando comprender lo leído.
Aguardamos que lo expresado sirva para alentar que el
libro y la lectura sea una celebración cotidiana construyendo así el mundo
mejor que anhelamos.
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