En 1968, cuando los uruguayos que hoy nos
gobiernan resolvieron mediante la violencia política cambiar el país, en
Primaria había, según datos oficiales, 388.046 alumnos. En 2008, según cifras oficiales también, había
342.498. Cuarenta años después, 46.000 niños menos. Esas cifras no dejan de
bajar desde 2004. Dentro de esas cifras, en el año 2011, Primaria pública
perdió 8.000 alumnos. De ellos 5.000 niños pasaron a la educación privada, las
que sigue siendo menor en el sistema, no llegando al 18% de los alumnos. Entre
2004 y 2010 educación inicial pública perdió 3.000 alumnos, Primaria pública
perdió 32.000 alumnos y Secundaria pública segundo ciclo 26.000 alumnos. Si
vemos la educación pública más la educación privada, sumando educación inicial,
Primaria, Secundaria, Técnica y Docente, entre 2004 y 2010 se perdieron en
conjunto 23.000 alumnos (fuentes www.anep.edu.uy e INE). 10 alumnos de ANEP
menos por día, cada día, incluyendo domingos y feriados, durante 6 años.
En 1968, asimismo, el salario real promedio
tenía una capacidad de compra dos veces y media mayor que el actual. Es decir,
si hoy metiéramos 50.000 niños más en Primaria y multiplicáramos el ingreso de
todos los trabajadores públicos y privados por 2.5, recién estaríamos en 1968.
Sería una revolución, claro, pero no haría otra cosa que transportarnos a un
pasado que para algunos merecía la violencia armada. Ahora al abuso y a la
profanación le dicen “desbunde”. Fue eso lo de empezar a matar gente. ¿Qué
habría que hacer pues hoy?
Todo lo que pasó en el campo educativo
después de los años 60 –salvo Rama-, cuando el fin del país social-republicano,
de hegemonía batllista, ha sido un desastre. Que trajo como consecuencia el
espantoso presente en que nos encontramos. Que en las dos últimas administraciones
viene acelerando mucho su deterioro. Se debió pensar mal muchas veces para
construir este presente. Para que pasara esto se debió curtir el error a gusto
y con insistencia.
Los alumnos
El sistema educativo es bastante ciego a las
diferencias sociales. Para 2005, por ejemplo, entre los 12 y 17 años, la
pobreza en el barrio Casavalle es 93.3%, en Casabó 83.9%, en Punta Rieles-Bella
Italia 82.8%. Mientras que para Punta Carretas la pobreza es 2.9%, Carrasco
2.7% y Parque Rodó 0%. Estas cifras han mejorado –dada la riqueza de un país
que vendía en 2005 su carne a 1.000 dólares la tonelada y hace años que la
vende a 4.000 dólares (y lo mismo con las otras materias primas- pero la
distribución del ingreso sigue con la misma matriz de desigualdad. La única
política educacional distributiva, las escuelas de tiempo completo o el inglés
por inmersión, se detuvieron en las ultimas dos administraciones.
Luego, no termina Secundaria 2/3 de los
jóvenes uruguayos. Si hubieran nacido en Chile, Argentina, Perú, Colombia,
Venezuela, Panamá, Brasil, Costa Rica o México, esos jóvenes tendrían más
oportunidad de terminar Secundaria. En los tres primeros países, el doble de
oportunidades pues la tasa de jóvenes que egresan de Secundaria son más de 2/3.
En Uruguay 1/3, en esos países de la región 2/3.
En esta situación, resulta evidente que el
liceo tiene que darle una respuesta a la necesidad laboral de los miles y miles
de jóvenes carenciados. El costo de oportunidad (qué hacer con el tiempo que no
se dedica a la educación) de los niños es diferente a los adolescentes. Si los
liceales no van a clase pueden trabajar y ganar dinero. Cuando hay hambre y
frío, eso es una condición insalteabale. Si el liceo no prepara a los muchachos
para poder acceder a un trabajo calificado a los 16 años, vendrá la repetición,
el abandono y la deserción.
Existen tres maneras de retener a los alumnos
en el único sistema que los llevará para arriba.
La primera, simultáneamente al liceo
tradicional, es que los adolescentes entre los 13 y los 16 años adquieran un
oficio del cual vivir. Es decir, que ir al liceo sea una inversión en si misma.
Parece utópico cualquier otra cosa en los barrios carenciados, pues el liceo de
hoy prepara para la universidad. A la que el 99.2% de los muchachos de esos liceos
no va a ir. Para el imprescindible objetivo de capacitar temprana y
laboralmente a lo jóvenes hay que unir y sintetizar la oferta de Secundaria y
Utu, romper las chacras tradicionales en que se divide la educación uruguaya.
Debe notarse que para los miles y miles de jóvenes que viven en situación
socioeconómica desfavorable en Montevideo, nada les cambia con que se haga una
Universidad Tecnológica en el interior, más allá de que ella si beneficiará a
otros jóvenes.
La segunda es con liceos de tiempo completo,
en que puedan alimentarse y puedan tener tiempo para sus deberes asistidos. Ese
tiempo en que están aprendiendo a estudiar o estudiando, no están en las calles
tan complicadas de la periferia montevideana. En esos niveles sociales, con
mayor impacto en los jóvenes de la crisis de la familia, es imprescindible
enseñar a estudiar. Lleva tiempo.
Tercero, que los más necesitados reciban un
estipendio. Obviamente, drogados le salen más caros a la sociedad, sin contar
el deber social de darles a todos parecida oportunidad y la necesidad de
superar las intolerables injusticias vigentes.
Tenemos que entender donde estamos parados.
Por cada pobre mayor de 14 años, en Uruguay tenemos tres pobres menores de 14
años, según CEPAL, la tasa más grande de infantilización de la pobreza de
América Latina. Es decir, el futuro nos espera con el triple de gente formada
en la pobreza.
Tenemos la tasa de egreso de Secundaria
básica más baja de América del Sur y nos superan países como México, Panamá, El
Salvador, Costa Rica (según UNESCO-OEI). Tenemos la mayor tasa de inequidad de
la región, si medimos los jóvenes que terminan secundaria comparando el 20% más
pobre (8%) y el 20% más rico (80). Uruguay está por debajo del promedio de
América Latina, sea entre jóvenes entre 20 y 24 años que culminaron Primer
Ciclo de Secundaria, jóvenes entre 20 y 24 años que culminaron Segundo Ciclo de
Secundaria o jóvenes entre 25 y 29 años que culminaron al menos 5 años de
educación terciaria. Casi la mitad de los alumnos de Liceo se encuentra fuera
de edad. Cerca del 40% de los alumnos no aprueban en cada uno de los años de
primer ciclo de liceo. El 18% de los jóvenes entre 15 y 29 (765.689 jóvenes)
años no estudia ni trabaja. En cuanto a la calidad de la educación, según la
Facultad de Ingeniería, entre 2005 y 2011 se pasó de 13.2% de los incriptos que
eran suficientes en matemáticas a 4%. Egresan pocos, pues, y los que egresan
egresan mal.
El sistema educativo, en suma, es una gran
fábrica de frustración nacional. Ese stock de frustración luego es muy difícil
de manejar.
El Estado y los alumnos.
El Estado no es neutro en la discriminación
contra-pobre de la educación.
A los barrios con contexto desfavorable –para
decirlo de modo políticamente correcto- el Estado les manda los peores profesores.
Los que tienen buenas calificaciones eligen otros barrios. Los profesores peor
calificados van, paradójicamente, a donde es más difícil enseñar. Es obvio que
un salario diferencial debe incentivar a los mejores profesores a ir a trabajar
a los lugares de contexto crítico. La crisis debe ser enfrentada con los
mejores recursos.
Luego, el Estado les envía a los profesores
de mayor ausentismo. Según los estudios oficiales en esos barrios los
profesores faltan 300 de las 750 horas anuales a las que están obligados. No
solo son los peores profesores sino que van menos. Al margen de que le brindan
conocimientos para una universidad que los alumnos no van a cursar. Es una
receta perfecta para el fracaso educacional de los jóvenes carenciados. Eso
hace el Uruguay todos los días.
Hay 20 grandes núcleos de pobreza en la
periferia de Montevideo, subdivididos en un par de cientos de asentamientos. Se
precisan 20 grandes liceos/utu, para lo que hay que construir una quincena.
Como lo mismo pasa con la seguridad (no se le brinda a los pobres), es claro
que se deben hacer 20 comisarías más en Montevideo. De preferencia deben estar
juntos, el centro educativo y la comisaría, de manera que los liceos de barrios
carenciados se conviertan en santuarios de seguridad. El mundo de la droga debe
estar lo más aislado posible del liceo. Y la salud, que debe ser
descentralizada, también debe estar allí. En todos barrios, cuando el médico de
la policlínica tiene licencia simplemente se cierra la policlínica. Se trataría
de establecer centros barriales promovedores de presencia del Estado. De montar
una estrategia de una óptima presencia de los servicios estatales en los medios
carenciados: una avanzada de justicia. Le llamaríamos densidad del Estado. Que
el Estado esté presente con todos sus servicios igualmente en todas las franjas
sociales. Es lo contrario al asistencialismo. Es llegar a los pobres con
políticas universalistas, con servicios igualadores. Hoy los pobres tienen
menos Estado que los ricos. Y, consecuentemente, menos educación, menos salud,
menos seguridad. Y, justamente, precisan más y mejores servicios estatales. No
solo dinero para cumplir el contrato de seguir siendo pobres. Se precisan
políticas populares de ascenso social y no políticas populistas de clientela pobre
cautiva de la pobreza mediante contrato estatal.
Claro que la enseñanza de inglés debe ser
allí prioritaria. Los alumnos de contextos favorables suelen estudiar
curricularmente inglés. Avenida Italia separa la gente que más estudia inglés,
al sur, y la que no lo hace frecuentemente. Las actuales autoridades de la
enseñanza están desmontando el inglés para los pobres. Es decir, los están
aislando del mundo.
Lo mismo ocurre con la informática. En cuatro
años se puede enseñar perfectamente todos los secretos de los procesadores de
texto, las planillas de cálculos, el manejo de las bases de datos, los sistemas
operativos, la operación en Internet, la programación para páginas web. Un
muchacho de 18 años lo tiene que haber aprendido. Es tan importante como hace
100 años aprender a escribir. Sin buena destreza en ello el joven no
estará-en-el-mundo.
Los textos y los profesores
En el mundo desarrollado la calidad de los
textos defiende a los alumnos de los malos profesores, que siempre hay. Los
textos uruguayos en liceo, sin embargo, están bastante ausentes y en los medios
carenciados más. Además son muy malos. Muy.
Corea del Sur, que tiene 15 veces más de
habitantes que Uruguay, se está gastando 2.400 millones de dólares en informatizar
todo el sistema educativo para 2015. Es decir, todas las clases de todas las
materias van a estar en las tabletas electrónicas que tendrán todos los
alumnos, con todos los medios audiovisuales utilizados para la ilustración de
la clase (video, audio, power point) de manera que los profesores serán los que
hacen los planteos generales, sacan las dudas, desentrañan y hacen asimilar la
información. Los profesores tendrán que saber más que las máquinas. Cambia
completamente, pues, el papel del profesor ante una nueva tecnología pedagógica
que optimiza la presentación de la información. El profesor ya no será más el
mero dotador de información. Para el alumno ya no se tratará solo de memorizar
la lección. Los alumnos tienen que estudiar la información antes de clase, por
eso la tienen todos en su tableta. El profesor es el que hace entender, luego,
la información, incorporarla, darle sentido, digerirla, apropiarse de ella. El
profesor debe activar a cada alumno y hacerlo interactuar con el conocimiento.
Decía un profesor americano que está adelantado en la nueva pedagogía que nadie
aprende a tocar un instrumento solo yendo al concierto. La destreza debe
activarse en la práctica. Eso debe ser una clase. La incorporación vívida,
penetrante y no pasiva del conocimiento.
El grueso de la inversión del proyecto
coreano no es en máquinas sino en contenidos. Al revés que Uruguay. El Plan
Ceibal no impacta en la educación porque incorpora a la gente a la era digital
que no es necesariamente la era de la información. Compraron las máquinas
inconvenientes (Intel sacó al mismo tiempo, y al mismo precio, las netbooks,
que para empezar tienen disco duro que no tienen las ceibalitas, además de
mucho mayor conectividad) y no le dotaron de contenidos pedagógicos suficientes,
al mismo tiempo que no prepararon a los docentes, componente clave del plan
coreano.
En Japón, la reforma pone el énfasis en la
enseñanza de idiomas. Cuatro idiomas tendrá que conocer el alumno a los 18
años, de manera de ser un ciudadano del mundo. Así se prepara a los jóvenes en
el planeta. Y nosotros al anacrónico ritmo de los 50 respetables ciudadanos que
se reúnen en ADES (cuando van todos). Que alguien les avise que se cayó el muro
de Berlín. Y que en todo el mundo se juega a más.
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