Indignados por la inseguridad




Ni el apresamiento de los autores de la violenta rapiña en la que perdiera la vida un joven padre de familia de tan solo treinta y cuatro años de edad, en la esquina de 8 de Octubre y Garibaldi, va a poder acallar el  tremendo clamor y la indignación que, más de dos mil ciudadanos manifestaron frente al edificio sede de la Presidencia de la República, en el centro de nuestra capital.
Ni tampoco servirá de explicación a los cinco huérfanos que deja el trabajador asesinado, ni a su esposa, ni a sus familiares más directos. Estas son también victimas del hecho delictivo -que si bien nos enluta a todos como sociedad- a ellos, los afecta directamente y en lo más íntimo de sus existencias.
Esta marcha de indignados, convocada sin colores político-partidarios, pone de manifiesto con su movilización, el profundo sentimiento de desaprobación que sentimos en esta materia, que nos afecta a todos, -cualquiera sea nuestra afiliación o simpatía política- y cuya solución, no admite la menor demora.
Que la seguridad pública es un área más que sensible, no escapa a ningún observador, como no escapa tampoco al conocimiento de quienes contribuimos a sostener este Estado, que nunca en la historia de nuestro país, se contó con la disponibilidad de recursos económico-financieros de que dispone este gobierno. Pero, pese a ello, no se alcanzan a ver los resultados, ni en esta, ni en otras materias igualmente sensibles, como la salud y la educación.
Quizás por esta razón, es que se impone un cambio en las decisiones políticas que se adopten y también, en los mensajes que las autoridades dan al común de las personas que habitamos este territorio. ¿Cuándo se llamará a las cosas por su nombre y sin eufemismos? No olvidemos que a la inseguridad que sufrimos todos de una manera u otra, se la desconoció y minimizó, llamándola “sensación térmica”; que a los menores infractores fugados del INAU, una ministra de Estado los defendió: “no me toquen a mis chiquitos” ¿cuánto tiempo demoró el Partido de gobierno en reconocer su debe en esta materia?
Quizá por ello, tal vez, el grito de los indignados (“¡Que se vayan!”, “¡Que se vayan!”,) obedece a una reacción que más tiene de sentir, que de razonar.
Cabe preguntarse ¿Puede razonarse en una manifestación? ¿O es tan solo el sentimiento lo que predomina en esas marchas?
La presencia de legisladores afines al gobierno, los muestra, sensibles ante la convocatoria, y a la vez, cautos en sus expresiones y manifestaciones. Seguramente la proclama, leída y luego entregada al funcionario que recibiera a un par de manifestantes, tendría los vocablos justos, estos sí más “razonados”, a la hora de plasmarse en un documento, que iba a ser entregado a las autoridades públicas. Pero el clamor popular es en esta materia, más profundo que las palabras…y perdurará en la memoria.
Muchas serán las explicaciones de los distintos actores frente al brutal asesinato a sangre fría de este trabajador, pero lo cierto es que, por la feroz violencia con que actuaron y su insolente desprecio por la vida, el hecho ha afectado profundamente a la sociedad en su conjunto.
Sociedad que reclama -cada vez con menos pelos en la lengua- que ya es hora de que cesen estos desmanes, y que es tiempo de lograr que, cada funcionario público sea responsable en su órbita -legalmente establecida- y que actúe con mayor firmeza, severidad y eficacia al momento de prevenir, reprimir, juzgar y atender este tipo de  hechos y sus consecuencias.

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