Editorial


De manera insistente cada vez más se habla de que los Partidos Blancos y Colorado debería coaligarse o encontrar una forma jurídicamente posible para oponerse a la coalición gobernante.
Van dos gobiernos nacionales bajo la batuta del Frente Amplio y cuatro en la ciudad capital del país. Al menos para los números que rigen las preferencias políticas, y de acuerdo al criterio vigente en lo electoral, aunque el perfil de la coalición gobernante se deteriora y cae en el inexorable cambio generacional sin expectativas de liderazgo visibles, su permanencia en el poder parece sostenerse todavía.
Claro está que cuatro gobiernos llevan consigo buena parte de la vida de los uruguayos que expectantes esperaban en Montevideo los cambios adecuados en razón de lo dicho y lo hecho por una fuerza de izquierdas, visiblemente revolucionaria al menos en su pancarta conceptual. Eso fue lo que “vendieron a la opinión pública”, pero eso, a la luz de la actual campaña de las elecciones internas y con cuatro candidatos buscando la preferencia electoral en el Frente Amplio, parece no haber logrado. Piden que se participe para lograr “el cambio”. Pero qué “cambio” si los frentistas son quienes gobiernan a su partido y su partido es quien rige al gobierno. ¿O acaso los diputados y senadores de la mayoría no están de acuerdo con las leyes que votan? El candidato Agazzi, “el flaco” para la jerga del comité, no es el mismo a quienes se le vinieron los años encima y fue ministro de Tabaré Vázquez y ahora senador del Pepe.
El Frente ha dejado en claro que en esta campaña perdió todos los estereotipos que lo mantuvieron vigente: en la televisión muestra un spot que habla de la familia frentista, la que decora una pared de su casa con la foto de Seregni, o alga al “flaco” como el pibe del “cambio” cuando cambiar sólo puede suponer transitar una senda distinta a la de Tabaré Vázquez, Danilo Astori o de José Mujica.
Resulta inaudito escuchar el mensaje radial que dice que como no encontraron un candidato joven, apelaron a Agazzi.
Y ni qué hablar del candidato comunista del PitCnt. Poco para ofrecer, sin crítica para levantar, ni apoyo que representar.
Ante todo esto hay quienes sostienen, como Pablo Mieres del Partido Independiente, “para qué una coalición blanqui-colorada”. Y puede ser que en el contexto actual tenga razón.
Hay que trabajar sobre ideas, sobre propuestas y sobre candidatos. No puede analizarse el texto sin el contexto, y mucho menos quebrar la ideología para transformarse en otra colcha de retazos sin más objetivos que juntar votos.
Debe haber un programa y una estructura política. Sin estructura no habrá futuro y para eso hay que negociar políticamente.
Eso sí es posible.
Negociar, explorar caminos, fijarse tiempos de reunión y hacer de la participación una cuestión de aperturas mentales que deben corresponderse con la idiosincracia partidaria.
De eso se trata, de juntar votos con programas y propuestas, para cumplir con quienes votaron en la justa medida de sus expectativas.
Por eso no antepongamos el texto al contexto, porque la idiosincracia podría dejarnos afuera de la carrera justo antes de empezar.

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