No
somos títeres en manos del poder
Vuelve
a la calle el movimiento 15 de mayo, una corriente de indignados ante la
siembra de injusticias que los pudientes esparcen a diario. Reivindican una
democracia real, es decir, una democracia transparente, donde los corruptos
sean alejados del poder para siempre. Reclaman, con razón, que no "somos
mercancía en manos de políticos y banqueros". ¿ Por qué han de decidir los
mercados por nosotros? ¿Qué poder es éste que consiente que los precarios, que
la gente mal remunerada, los jóvenes, tengan que salir a llamar la atención al
mundo?. Somos más que un instrumento de producción, somos personas y como tales
hemos de ser tratados, recordando una
vez más, que el trabajo está en función del ser humano y no el ser humano en
función del trabajo. No se puede seguir despreciando a los más débiles,
excluyendo culturas en una competición excesiva de todos contra todos,
imponiendo leyes que limitan nuestra dignidad en beneficio de los poderosos.
Sin duda, hay que cambiar de rumbo, igualar las diferencia sociales,
multiplicar la libertad, poner sosiego y razón ante este aluvión de
incertidumbres. Ya está bien que la
factura de este desasosiego la paguen siempre los mismos, los excluidos del sistema,
los que nadie quiere oír quejarse, a los que se les aísla y abandona.
No
deja de ser un esperpento pedir que ahorren los pobres, me parece que es como
sugerir que pase de comer el que se está muriendo de hambre. A los que viven en
la miseria no se les puede pedir más esfuerzos. Están con el agua al cuello, y
lo que hay que proporcionarles es un trabajo digno para que dignifiquen sus
vidas, no limosnas por compasión. La desigualdad es el origen de todos los
males actuales, de los movimientos que han de surgir y resurgir como el 15 M . Por ello, aplaudo que el
Secretario General de la ONU
y el Presidente de la
Asamblea General anuncien, de manera conjunta y coordinada,
la celebración de un debate temático, para los días 17 y 18 de mayo, sobre el
estado de la economía y las finanzas mundiales en 2012. De entrada, debatir
siempre es un paso adelante, una paso tan necesario como preciso, y en el que
han de tener voz, el mayor número posible de colectivos ciudadanos. Tan
importante es que asistan jefes de Estado y de gobierno, como la voz de los
representantes del colectivo de relegados. De lo contrario, se estará
proponiendo la felicidad de algunos ciudadanos con la marginación de los demás,
y de lo que se trata es de ensanchar el bienestar de todas las personas.
Evidentemente,
todos nos merecemos un puesto de trabajo digno. Con urgencia, pues, hay que
combatir el desempleo. Es una batalla que exige un compromiso mundial. Desde
hace ya un tiempo se ha venido deteriorando la situación del empleo en Europa,
donde se aspiraba no hace mucho al pleno empleo, y se ha estancado en Estados
Unidos, Japón, China y en la mayoría de los países africanos. La tendencia es
particularmente asfixiante en el continente europeo, puesto que las medidas de
austeridad y de recortes sociales aplicadas, lo que hacen es frenar la
inversión y retroceder en la creación de riquezas. La fuente de dolor y
angustia que padecen multitud de familias europeas genera una verdadera
calamidad social, puesto que tienen dificultad para proveer sus necesidades
básicas, y se sienten como seres descartados del sistema. Por otra parte, cada
vez es más precario e inestable la oferta de puestos de trabajo, castigando
enormemente a la población joven y a las mujeres. En concreto, las tasas de
desempleo juvenil aumentaron un 80% en las economías avanzadas y un 60% en las
economías en desarrollo. En América latina las condiciones laborales han
mejorado, pero la
Organización Internacional del Trabajo, subraya la
inestabilidad de la zona como consecuencia del debilitamiento económico
mundial.
El
objetivo del pleno empleo, exige también una protección social y una lucha
continua contra la marginación, de ahí la necesidad moral de prestar subsidio a
favor de los desocupados y de sus familias. Los pobres no serían lo que son, si
nosotros fuéramos más éticos, más humanos en definitiva. Además, es necesario
vincular la gestión de la deuda a un marco macroeconómico claro, en virtud del
cual los gobiernos de los países puedan asegurarse de que el nivel y la tasa de
incremento del endeudamiento es sostenible. Al final, todo se reduce a la
creación de escenarios lícitos, solidarios y transparentes, cuando lo que
proliferan son mercados ilícitos, insolidarios y corruptos. Este es el cambio
que debemos propiciar, salir de esta podredumbre, puesto que es la auténtica
raíz del mal de la actual crisis.
Desde
luego, tenemos el deber de luchar contra la marginación, el abuso y la
discriminación que se ha disparado en los últimos tiempos. Estamos llamados a
avanzar juntos con valentía. El método asambleario que propugnan los indignados
es todo un ejemplo de participación. En cualquier caso, frente a la pasividad e
indiferencia, el pensamiento crítico (y autocrítico) ciudadano tiene que
avivarse. La exclusión de cada vez un mayor número de jóvenes y mujeres, de
niños, supone un precio muy alto que pagar, ya que priva a la sociedad de un
significativo motor de crecimiento y genera un malestar peligroso.
Nuestra
respuesta debe ser global y globalizadora, teniendo en cuenta a los pobres del
mundo. Ciertamente, hay mucho daño que reparar. Para empezar, debemos salir de
la insostenible cultura del consumo excesivo, del desenfreno y de toda
especulación irresponsable. A continuación, habrá que identificar las medidas
que hacen posible esta mudanza, en beneficio de todos y no de unos pocos. Hemos de cambiar sin miedo al cambio, porque
el futuro a todos nos pertenece por igual. Ya se sabe, que la diferencia entre
un cautivo del poder y un elector democrático, es que el elector puede
preguntarse por su vida y cambiarla; sin embargo, el cautivo es la voz de su
dueño (el poder) y nada puede hacer por mudar de aires.
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