Desde antes de mi nacimiento ya eras el más famoso
de nuestros Fuentes; no sólo cubanos, sino también latinoamericanos. Supongo
que a muchos les pasó lo mismo: firmar con el apellido Fuentes durante el
efecto de varios de tus libros era, es y será difícil. Sobre todo porque
alguien puede aplastar a otro con la pregunta ¿Eres familia de Carlos Fuentes?
Y no, no somos familia. Pero ya eres hace mucho tiempo abuelo de tantos,
también mío; porque la familia literaria es la única que se elige, también es
la otra familia que, desde la madurez del lenguaje literario que uno hereda, no
se puede evitar.
Hoy 15 de mayo de 2012 murió Carlos Fuentes, uno de
los grandes del Boom latinoamericano del siglo pasado. Puede encontrase
toneladas de datos en la Web.
Un poco así, como ahora también estos tiempos entierran, la
información de su extensa obra servirá para poner otras capas de recuerdos
sobre su cuerpo; finito ya, como siempre y desde siempre.
Yo quiero agregar algo muy breve, que no será
necesario citar ni aporta nada relevante para otros: gracias. Gracias por La
región más transparente (1958), esa primera novela tuya y esa otra manera de
entender y ser México y mexicano; gracias por La muerte de Arsenio Cruz (1962)
y Gringo viejo (1985), porque ya eras tú en una narrativa y en un tipo de
escritor que contigo ha muerto: el escritor abarcador y pulsador de una nación
geológica y presente, en ejercicio, analizable incluso desde la narración.
Ahora nos vamos quedando con la escritura y los escritores de efectos y
efectismos. Se escribe más desde un barrio, una ciudad, un país parcial y
limitado; no con la perspectiva vasta y coral de tus mejores libros. Y gracias
también por Aura: esa bella rareza, tan densa y tensamente sugestiva. No
recuerdo haber leído algo tan bien logrado desde la segunda persona del
singular. Siempre me sirve además para enamorar de la brevedad a mis alumnos.
Hoy murió Carlos Fuentes, en este 15 de mayo.
Algunos recordarán con razón que ganó el Premio Rómulo Gallegos de Novela
(1977), el Premio Cervantes (1994) y el Príncipe de Asturias (2004). Yo,
mientras pueda escribir y vivir, recordaré tu mayor mérito literario:
enseñarnos con creces que la fascinación por un país no es una estrategia ni
una etapa de una obra. Es, como tú impusiste, la literatura hecha por el tiempo
y para el tiempo de sus manos.
René Fuentes es escritor y docente.
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