El sufrimiento de las familias
El Año Internacional de la Familia se observa cada
año el día 15 de mayo desde 1994. Esta fecha fue proclamada en 1993, por la Asamblea General
de las Naciones Unidas, subrayando la importancia que la comunidad
internacional le otorga a la familia.
Sin embargo, por más que celebramos esta onomástica, algunos tipos de
familia viven en la exclusión permanente. Todavía hay que seguir recordando la
necesidad de reconocer la igualdad entre hombres y mujeres, así como de poder
conciliar un trabajo decente con la vida familiar. Sin trabajo no se puede
sustentar una familia. Por desgracia, el desempleo es uno de los principales
problemas de nuestra sociedad actual. El mundo se enfrenta al desafío de crear
seiscientos millones de empleos productivos durante la próxima década, sin en
verdad queremos mantener la cohesión social y el crecimiento de las familias.
Evidentemente, los países deben caminar en función
de las familias. Sus gobiernos han de activar políticas sociales para crear
empleos. La recesión económica ha hundido a millones de hogares en la miseria.
Para salir de esta pobreza, la vida laboral de las familias es fundamental.
Cualquier familia afectada por desempleo, corre el riego de desocuparse de todo
y caminar a la deriva. Es esencial, pues, el trabajo y nadie debe ser excluido
de este deber, ni de este derecho. Una sociedad, donde el derecho al trabajo es
negado a parte de sus ciudadanos, es una comunidad injusta, que difícilmente
puede generar bienestar social.
No olvidemos que familia y trabajo van
estrechamente unidos. El bienestar económico no llega por la cantidad de bienes
producidos, sino por la manera de redistribuirlos en las familias de manera
equitativa. Desde luego, hace falta un mayor compromiso político en cuanto a la
inclusión de la familia en los programas de gobierno de todo el mundo. Ha
llegado el momento de crear un entorno
propicio para fortalecer y apoyar a todas las familias, sin distinción alguna,
y en este sentido, el trabajo es una condición para hacer posible la fundación
de una familia, que, por otra parte, a través de ella, discurre nuestra propia
historia.
En la familia convergen multitud de problemas no
resueltos, como es la falta de oportunidad para los jóvenes, con ese desempleo
masivo, la discriminación contra la mujer e inadecuadas costumbres educativas
con tintes desintegradoras. Por eso, nos llena de esperanza que, en la Conferencia del Rio+20, a celebrar en junio en
Brasil, los dirigentes mundiales, junto con miles de participantes del sector
privado, las ONG y otros grupos, reunidos para descifrar la manera de poder
reducir la indigencia en el planeta,
debatan sobre el trabajo y la creación de empleos dignos, entre otros
temas.
La familia hasta ahora no ha merecido una atención
especial a nivel mundial, nada más que unas buenas intenciones plasmadas en
papeles. Los programas deberían apoyar mucho más a las familias en el desempeño
de sus funciones, en lugar de proporcionar sustitutos para ese ejercicio. Hoy
son muchas las familias en este planeta, que no tienen una remuneración
suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su estirpe. Y tampoco
tienen asegurada una protección social, económica y jurídica, que les
corresponde como personas. Los recortes sociales, impulsados por muchos países,
se han cargado la economía de familias obreras, cuya protección social es
básica para la supervivencia.
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