Si me hubieran dejado hablar hoy



Si me hubieran dejado hablar hoy en el recinto de la Asamblea General habría empezado adhiriendo al motivo de la convocatoria.
 Hubiera sido claro en expresar mi total y absoluto rechazo al horrendo crimen que sufrió María Claudia García de Gelman.
Lo hubiera condenado, como lo condeno, no sólo porque no se debe quitar la vida a nadie, sino porque todavía no se conoce cómo fue, quiénes fueron y porque se llevó a cabo abusando del poder que se tenía.
Si me hubieran dejado hablar hoy en el recinto de la Asamblea General habría dicho que hace bien el Estado Uruguayo en cumplir con la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y realizar un acto público de reconocimiento como se ordena en la misma.
Porque las Sentencias se deben cumplir siempre.
Si me hubieran dejado hablar hoy en el recinto de la Asamblea General le hubiera dicho al Presidente de la República que se equivoca cuando reniega de la aplicación de la ley de Pacificación Nacional conocida como de Caducidad de la Pretensión Punitiva.
Le hubiera dicho que no puede hacer eso con la ley y con los que la aplicaron porque esa fue una ley votada por un Parlamento democrático, declarada hasta hace dos años como constitucional por la Suprema Corte de Justicia, pero sobre todo porque dos veces el Pueblo Uruguayo votó a favor de ella.
Hubiera dicho que cuando la voluntad del Pueblo se expresa de acuerdo con la Constitución, como sucedió en 1989 y en el 2009, es soberana y debe ser respetada siempre.
Porque, como decía José Batlle y Ordoñez, no es que el Pueblo no se equivoque sino que “es el único autorizado a hacerlo”.
Si me hubieran dejado hablar en el recinto de la Asamblea General al Presidente Mújica le hubiera dicho que la ética debe venir acompañada por el rechazo y la condena al uso de la violencia y las armas para cambiar la Democracia y que el único camino de cambio es el voto.
Si me hubieran dejado hablar en el recinto de la Asamblea General habría dicho que no estoy de acuerdo con la disolución de las Cámaras en Junio de 1973 o que se haya intervenido el Poder Judicial en 1977. Como ya lo dije antes y hoy vuelvo a reiterar.
Hubiera dicho que tampoco estoy de acuerdo con que los militares se hayan alzado en Febrero de 1973 y que algunos componentes del sistema político y gremial los aplaudieran.
Habría afirmado que tampoco estoy de acuerdo con que un grupo de individuos, que se decían iluminados, se haya alzado contra gobiernos democráticos en la década del sesenta y comienzos del setenta, secuestrado, robado y matado.
Hubiera dicho que, como hombre respetuoso de las leyes y de la vida pacífica, estoy en contra de la violencia y el desconocimiento de las normas.
Si me hubieran dejado hablar en el recinto de la Asamblea General hoy habría dicho que rechazo que se haga un acto en ese sagrado recinto que es el Parlamento, donde nos reunimos los representantes del Pueblo, y que no se nos permita hablar.
Hubiera dicho con Batlle y Ordoñez que “la historia de las Asambleas es la historia de la Libertad” y que si se pretende hacer un acto en el recinto parlamentario nunca se debe prohibir hablar a los que representamos al Pueblo.
Diría que no es bueno pretender tener el monopolio de la verdad, no aceptar la discrepancia y menos aún prohibir que esta se haga saber.
Si me hubieran dejado hablar hoy en el recinto de la Asamblea General hubiera dicho que la reconciliación siempre es posible y, que si es un imposible, es un imposible por el que hay que luchar.
Si me hubieran dejado hablar hoy en la Asamblea General le habría recordado a nuestro Presidente el ejemplo de Nelson Mandela, preso por el color de su piel.
Habría dicho que, cuando fue liberado después de 27 años, tuvo un gesto de grandeza y logró unir a todos sus compatriotas, de todas las razas, credos y orientaciones políticas detrás de una sola Nación.
Que lo hizo a costa de renunciamientos pero sobre todo de coraje y valentía.
Si me hubieran dejado hablar hoy en la Asamblea le hubiera pedido al Presidente Mujica que tuviera el mismo valor y dijera que se equivocó cuando en 1963 tomó la lucha armada en lugar de la democrática.
Le hubiera pedido que se animara a hacerlo porque eso le daría la fuerza y autoridad para pedirle a aquellos que se extralimitaron desde el Estado que también reconocieran su error.

Que se debe seguir ese camino que une, no el que separa. Que se avanzó en el encuentro entre los uruguayos cuando bajo el Cambio en Paz de Sanguinetti, Liber Seregni estuvo de acuerdo con el Acuerdo del Club Naval y Wilson Ferreira, en otro acto de grandeza, con la Ley de Caducidad.
Que tomara el ejemplo de la Comisión para la Paz que propuso Jorge Batlle y que integraron representantes de los Partidos Nacional, Frente Amplio y Colorado.
Le hubiera pedido volver al espíritu de la convocatoria del Nunca Más que hizo Tabaré Vázquez. Esa convocatoria que bajo el lema “Nunca más lo del Sesenta y lo del Setenta, Nunca más un uruguayo contra un uruguayo”, permitió que orientales de todas las corrientes políticas nos uniéramos frente al Prócer.
Si me hubieran dejado hablar hoy en la Asamblea General habría recordado las palabras de Sir Winston Churchill cuando dijo que “estadista es aquel que piensa en la próxima generación, no en la próxima elección”.
Le hubiera pedido al Presidente que fuera un estadista.
Si me hubieran dejado hablar hoy habría vuelto a decir que la reconciliación, que los caminos de unión y paz, son posibles en el Uruguay.
Que una vez más me ofrezco para recorrerlos y trabajar para alcanzarlos.
Si me hubieran dejado hablar hoy en el recinto de la Asamblea General, en la Casa de los Representantes del Pueblo, lo habría dicho.
Pero no me dejaron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario