Finalmente pasó lo que tenía que
pasar: un automovilista reaccionó frente a la prepotencia de un “limpiavidrios”
alcoholizado, que le exigía el pago de un lavado del auto que aquel no había
pedido ni autorizado, y lo atropelló con el vehículo. El incidente terminó con
el “limpiavidrios” hospitalizado y el automovilista detenido y a disposición de
la Justicia.
Los montevideanos, pero especialmente
las montevideanas, soportan a diario situaciones incómodas o peligrosas en los
semáforos de la ciudad, cuando con la excusa de ofrecer un servicio hay quienes
exigen, más que piden, “una moneda”.
El tema se ha discutido en la Junta Departamental
capitalina y diversos jerarcas de la Intendencia y del Ministerio del Interior se han
referido a él. Se habla mucho, pero las soluciones no aparecen. El Frente
Amplio gobierna en la ciudad y en el país, pero ni aún con la Intendencia y el
Ministerio del Interior en sus manos, más la mayoría parlamentaria para votar
las leyes que hagan falta, logra articular una política eficaz para resolver el
problema.
Ante la pasividad o ineptitud de las
autoridades, los incidentes se repiten; muchos automovilistas se avienen a
comprar la tranquilidad con unas monedas, pero otros se niegan a hacerlo.La
negativa hace ingresar al conductor –y a su vehículo-en el terreno de la
incertidumbre: no se sabe de antemano qué consecuencias tendrá el no
“colaborar”.
En el caso que comentamos, ocurrido
ayer jueves 19 en Colonia y Eduardo Acevedo, el desenlace fue de los peores. A
primera vista, la reacción del conductor parece claramente exagerada y, por
ello, condenable. Pero a medida que se van conociendomás detalles, surgen las
dudas.
El “limpiavidrios”, alcoholizado,
estaba apoyado por un “colega” que sostenía una baldosa y amenazaba con ella al
conductor y a su vehículo. El conductor, por su parte, estaba acompañado por
una mujer, que quizás fuera su esposa.
Ante la situación con la que, sin
quererlo, debió enfrentarse, ¿qué debió hacer el automovilista?
Si pagaba se iba en paz, seguramente;
pero nadie está obligado a ceder frente a la prepotencia de otro.
Ya que no quería pagar, ¿debía el
automovilistaabrirse paso a trompada limpia, peleándose con el “limpiavidrios”
y su amigo? Nadie está obligado, tampoco, a hacerse dar una paliza.
Otra posibilidad era negarse tanto a
pagar como a pelear, y llamar a la Policía. Sabiendo lo que normalmente demora en
acudir la Policía ,
cuando acude, esta línea de acción exponía al automovilista, a la mujer que lo
acompañaba y al vehículo en que viajaban,a sufrir los desmanes de sus
agresores.
Quizás la mejor opción era enviar a
la mujer a buscar a la Policía ,
mientras el automovilista se quedaba en
el vehículo; si entonces lo agredían, la huida en su auto probablemente fuera irreprochable.
El protagonista del episodio, empero,
no tuvo tiempo para evaluar serenamente estas u otras alternativas; debió
decidir en unos pocos segundos, bajo la fuerte presión de las circunstancias.
En definitiva será el Juez quien
decida, a la luz de todos los elementos de prueba que logre reunir, si hubo en el caso legítima defensa, completa
o incompleta.
Es intolerable que todos los días
corramos el riesgo de quedarentrampados en una situación como la descripta.
Las autoridades deben asegurar la
tranquilidad y el orden en las calles y demás lugares públicos de la ciudad. Ya
no se trata del narcotráfico, ni de las rapiñas, ni de la violencia doméstica;
si ni siquiera pueden poner orden
alrededor de los semáforos, tendrían que irse ya.
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