¿Qué hacer con la política de Cooperación?




Kattya CASCANTE
Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, especialidad en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Newcastle Upon Tyne, Reino Unido.


La Revista Política Exterior ha publicado en su número 146 el artículo "¿Qué hacemos con la política de cooperación?", que ha sido elaborado por el grupo de trabajo de Política de Desarrollo -Kattya Cascante, Rafael Domínguez, José María Larrú, Iliana Olivié, Javier Sota y Sergio Tezanos, coordinados por Iliana Olivié, investigadora principal en Cooperación Internacional y Desarrollo en el Real Instituto Elcano-, del que la Fundación Alternativas forma parte y que hace un par de meses publicó el informe, "Nunca desaproveches una buena crisis: hacia una política pública española de desarrollo internacional" y que también se ha versionado en inglés a través del ARI Whither Cooperation Policy?
El análisis y las propuestas que se recogen tanto en este texto resumen como con mayor detalle en el informe, intentan responder a las preguntas de como qué lugar ocupará la política de cooperación internacional entre las prioridades del nuevo Gobierno, y cuáles serán sus principales objetivos. Una definición que ha de producirse, además, en un contexto internacional convulso y teniendo en cuenta que hay una serie de cuellos de botella del sistema español de cooperación internacional al desarrollo que es necesario superar para alcanzar mayores niveles de calidad en esta política pública y una mayor proyección global del país.
Una política de "cooperación" que debe transformarse en una de "desarrollo internacional" si queremos lograr el doble objetivo, de impacto en el desarrollo y de promoción de la presencia global de España. Para ello, es necesario avanzar en la creación de un perfil propio, dotada de visión estratégica, y debe buscar, como objetivo operativo, el logro de mejores niveles de calidad de la ayuda para maximizar su impacto en el desarrollo.
La actual desaceleración de las economías europeas -y de la española con éstas-, hace poco probable que se pueda apostar, en el corto plazo, por un crecimiento o por el mantenimiento de la presencia global en ámbitos como el económico o el migratorio. Incluso si se produjera una apuesta contundente por la sociedad del conocimiento, los resultados en el sistema productivo local y en la presencia global económica y científico-tecnológica no se darían hasta el medio y largo plazo. En otras palabras, a corto plazo, la apuesta por la presencia exterior de España pasa necesariamente por mantener un elevado perfil político de la cooperación al desarrollo dentro de la acción exterior.
En cuanto a la calidad de la ayuda alcanzada durante los últimos años, distintos rankings internacionales nos sitúan por debajo de la media, con registros muy deficientes en especialización, concentración sectorial y geográfica, ayuda desligada, fragmentación e incentivos a la ayuda privada, fortalecimiento institucional, reducción de la carga de gestión, transparencia y aprendizaje. La AECID se sitúa en el puesto 34 en un ranking de 42 agencias (23 bilaterales y 19 multilaterales), muy por debajo de la clasificación media conseguida en esas dimensiones por las agencias bilaterales (21), que ya de por sí resulta "muy insatisfactoria en términos de mínimos estándares".
Los retos por lo tanto, además de superar el recorte en el volumen de la ayuda (1.000 millones de euros), están tanto en los pilares de la agenda de desarrollo como en el sistema de gobernanza del desarrollo que se está redefiniendo en estos momentos. Para lograrlo, España debe adaptar su arquitectura institucional a las necesidades nacionales e internacionales del sistema de cooperación, rediseñar la adecuación de las capacidades y de los recursos humanos, concentrarse en menos actores, sectores, países e instrumentos, y debe mejorar sustantivamente el sistema de rendición de cuentas y evaluación.

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