PERIODISMO



Nuevos roles de un viejo oficio

El lenguaje y la comunicación son atributos propios de los seres humanos. Más aún la esencialidad vital de la comunicación crea y sistematiza el código complejo y en permanente construcción del lenguaje. Cuando la comunicación se especializa, se hace oficio, profesión, se habla de periodismo. Según la academia y la teoría, periodismo es recopilar, sintetizar, jerarquizar, editar y difundir información sobre la actualidad, la cotidianidad de la vida de las personas, la sociedad, la naturaleza y las cosas. Y como todo fenómeno comunicacional está en permanente cambio. Sobre las coordenadas dinámicas y concretas del tiempo y el espacio en que la realidad se constituye, el periodismo se recrea asumiendo nuevos roles, funciones y características.
En estas primeras décadas del siglo XXI, es evidente que en la práctica, el ejercicio del periodismo, está más allá de aquellas características académicas. En la medida que la sociedad avanza hacia el empleo de nuevas tecnologías crece el horizonte de las acciones propias del ejercicio de la profesión, del oficio. Y una de esas nuevas acciones, roles o funciones, es el análisis.
Cada día el análisis resulta más necesario e inherente a la profesión. El inconmensurable volumen de informaciones y la  vertiginosa interconexión en un mundo globalizado, impone la necesidad del análisis, de “leer” la información, no sólo para integrarlas y “bajar la pelota al piso” sino para ponerla en sintonía con los requerimientos de la pequeña comunidad, de esa que conformamos como individuos de carne y hueso, con derechos, deberes y responsabilidades. Análisis imprescindible no sólo por la cantidad de información, sino para discernir y perfeccionar la calidad, la síntesis, y la jerarquización de la misma, con el propósito final de, al editar y difundirlas, responder con la mayor precisión posible al interés de la comunidad.
No tenemos la pretensión  de teorizar ni poner en discusión  qué es o no periodismo. Es en todos los casos un tema para teóricos y académicos. Pretendemos  a lo sumo, intentar  hacer una reflexión en voz alta, un alto en el abrumador trajín cotidiano, impulsado por una realidad que transforma los mensajeros en blancos móviles de las afiladas armas de la crítica, en particular cuando los mensajes afectan intereses políticos, religiosos, económicos, sociales, sectoriales o particulares.
En tiempos como el actual, de pretendida transparencia, libertad y democracia, es curioso observar cómo se juzga a los periodistas de mentirosos, superficiales, apologéticos, de terroristas intelectuales y hasta de  cobardes, aún cuando esos juicios se emiten, “cobardemente”, en el marco del comentario popular, casi anónimo.  Si bien es cierto que en el ejercicio del oficio se está expuesto al criterio de unos y otros, sin embargo, muchos de esos comentarios, lamentablemente, tienen sustento en la realidad.  Lo que no es justo, por supuesto,  es que por unos que no respetan las reglas del juego profesional, se juzgue a todos.
Por otra parte, los periodistas no están ajenos a la realidad del país,  y sufren como todos los ciudadanos, los embates de carencias, dificultades, y salarios precarios.  Aún así,  se está obligados a ejercer la profesión  con dignidad, con los medios y recursos que se dispone, los que están lejos de los  deseados y aun de los necesarios para ejercer un trabajo decente. A ello se agrega tener que lidiar con una realidad donde se mantienen bolsones de autoritarismo que obstruyen el derecho consagrado por la ley de libre acceso a la información. Parece un absurdo pero es común que cualquier funcionario público deba pedir permiso a su superior inmediato para dar a conocer informaciones sobre la función pública que desempeña. En nombre de la falta de idoneidad, a cualquier maestra o directora de escuela se le prohíbe informar a la población sobre las dificultades que afronta en su centro educativo. Y si lo llega hacer, ingresará de inmediato al laberíntico escarnio del sumario con consecuencias impredecibles.  Y el ejemplo, es uno más de los tantos que se suceden diariamente en todo lo ancho del país. Definitivamente la falta de trasparencia, está instalada firmemente y el periodismo debe lidiar constantemente con ello.
Pero si bien aquellos desafíos pueden dejar un sabor amargo y de frustración en la profesión, los nuevos retos que plantean las tecnologías de la información, se los puede enfrentar con éxito y así acercarse a lo que espera de nosotros la población. Para ello es suficiente dotarse del conocimiento y habilidades básicas imprescindibles, y por sobre todo, cultivar y enriquecer cotidianamente la capacidad de análisis y discernimiento.
Los periodistas no son infalibles. Cometen errores como todas las personas,  y  no siempre deben responder por errores propios, aunque lleven su firma. En algunos casos, por ejemplo, son errores de la fuente, teniendo que soportar acusaciones de ver “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro”. Sea como sea, lo real y concreto, analizar la realidad informativa y analizarse a si mismo, cada vez más se impone como un  ejercicio cotidiano hasta que se constituya en un hábito de vida.
 El periodismo es  una profesión de compromiso con la verdad, que podrá ser regateada o escondida detrás de la densidad enmarañada de datos e información,  pero al final siempre sale a flote. Hoy se requiere una mirada analítica, aguda e inquisitoria para poder  acortar tiempo y espacio, y  liberar así  la verdad de la penumbra.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario