Espectáculo inconveniente e inoportuno



La denuncia policial formulada por alguno de los padres que asistían a un espectáculo de payasos, formalizó de algún modo el rechazo frente a un hecho inconveniente y a la vez inoportuno, que protagonizó uno de los actores frente a un público de niños, en una plaza de nuestra ciudad capital. En esa oportunidad, el denunciado a la vista y paciencia de los asistentes (alcalde municipal, incluído) se exhibió totalmente desnudo al saludar a la concurrencia y previo a vestirse tras unas bambalinas.
El hecho, que tuvo lugar en un espacio público, lo protagonizó un integrante de un grupo de actores-payasos, (participante de un festival autorizado por las autoridades municipales) ha motivado la inmediata reacción de ediles de la oposición, quienes han llamado a sala a las autoridades responsables para que brinden las explicaciones del caso.
Creemos que alguien debe ser responsabilizado por este hecho, en primer lugar el propio denunciado, quien ofendió gratuitamente el pudor de muchos de los participantes y contrarió flagrantemente disposiciones de orden público. Veremos en definitiva, cómo finaliza este asunto.
A estar por las declaraciones recogidas por los distintos medios de prensa, la exhibición gratuita del cuerpo desnudo del actor, sorprendió a todos los presentes, quienes no alcanzaban a comprender lo que estaban presenciando.
Pues no se trata aquí de pretender cercenar la libre expresión de nadie, sino de actuar en concordancia con un mínimo decoro, dentro del marco normativo que permite movernos con respeto hacia todos los derechos.
En particular, los derechos de los niños de los que tanto se habla y que, en este caso, fueron particular y directamente, olvidados.
No conocemos si intervino, ni cuál ha sido la opinión del Ministerio Público a este respecto, pero estimamos que no debiera dejarse pasar como si nada hubiera ocurrido, pues sería legitimar con el silencio una conducta a todas luces, inconveniente.
No se trata de alentar falsos pudores, -pues hay otros lugares para este tipo de manifestaciones, con las limitaciones de edad que se exigen se respeten- sino de preservar, justamente, los valores que en nuestra sociedad hacen a lo que consideramos como “la moralidad y a las buenas costumbres”.
Tema espinoso si los hay, pero que no debiera soslayarse.
De otro modo, nos ubicaríamos cómodamente dentro del “vale todo”, que tanto mal ha causado y que Enrique Santos Discépolo describe magistralmente en su “Cambalache” donde: “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor…no pienses más… echate a un lado…a quién le importa si naciste honrado…” Para finalmente no terminar “en el mismo lodo todos manoseados” es que en este asunto, la inmediata reacción se impone.
Sabido es que la indiferencia de los más, así como la permisividad o la indolencia en la respuesta de quienes tienen la obligación funcional de brindarla, ha sido –históricamente- causa de grandes infortunios. Debieran enviarse mensajes claros a la ciudadanía en estas cuestiones, que a algunos podrán parecer de menor cuantía, pero que por el contrario, a nuestro leal entender, hacen a la convivencia en sociedad.  

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