Amado, Huidobro y “el perdón”




Fernando Amado es un diputado del Partido Colorado. Se define batllista y seguidor del liderazgo de Pedro Bordaberry. Esto condice con lo que la mayoría de los votantes en las últimas elecciones decidieron en Montevideo, la ciudad capital del país.
Junto con Amado otros compañeros, como Aníbal Glodofsky, también de su grupo, formaron una línea supongo que bajo ideas muy bien definidas sobre el pasado reciente del Partido Colorado, la actitud de algunos de sus integrantes, así como la capacidad de defensa que ante la adversidad de la dictadura debería esgrimirse empleando razones sostenidas en los ideales de una colectividad que fue fermental a la hora de las valoraciones más críticas del pasado.
Sobre el planteamiento ingenioso de Eleuterio Fernández Huidobro, de que deberían pedir perdón varios actores políticos, sociales y diplomáticos, más allá de militares y tupamaros, Amado tomando posición, dijo: “es un dato histórico que el que dio el golpe en 1973 fue el candidato del Partido Colorado” es decir, Juan María Bordaberry. “Negarlo sería como querer tapar el sol con un dedo”, afirmó, agregando que “los actuales colorados no son culpables de esto pero deben asumirlo, así como deben sentirse orgullosos del papel durante la apertura hacia la democracia".
Más allá de las visiones que puedan darse sobre un mismo asunto, Glodofsky sentenció que decirse eso es “ignorancia o falta de respeto hacia lo que el partido ha hecho desde 1985, con todos sus esfuerzos para la paz y la reconciliación”.

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Años atrás estando el Partido estancado en sus visiones históricos no sólo sobre el pasado reciente, la dictadura o los detenidos desaparecidos, sino en relación a la forma como debía plantarse ante el desafío de los nuevos tiempos, los medios de comunicación social,  el vertiginoso desafío de la sociedad de la información, todo ello contrarrestado a la sociedad del bienestar y de otros conceptos más o menos acordados, hice por –carta- en aquél momento dirigida al prosecretario Luis Hierro López, el pedido de que el partido buscara la forma de desligarse de quienes habían participado de la dictadura en mayor o menor medida.
Recuerdo que aquella -carta- escrita en la víspera de un 27 de junio, y que me trajo más de un dolor de cabeza, mereció una charla con Hierro López que fue enriquecedora. Me dijo que el Partido había hecho todo lo que debía hacer: se había pronunciado, incluso, en la misma noche del “golpe”; y que antes, algunos legisladores como su padre. Luis Hierro Gambardella o Amilcar Vasconsellos, habían hecho lo suyo cada uno en su ámbito criticando y censurando cualquier acción de desacato constitucional.
Pero le explique a Luis Hierro, como lo recuerdo hoy, que mi intención era que el Partido institucionalmente reescribiera sus actitudes ya no sólo contra quien dio el golpe de Estado, sino contra otros que en mayor o en menor medida habían participado de ese agravio, tan solo porque la gente, el ciudadano común no entendía hoy pasados 35 años de esos hechos, que no se tuviera nada que ver con el asunto.
Luis me adelantó que el Partido iba a tramitar ante el CEN la –carta- quien fundaría su decisión. Pasaron los días y el pronunciamiento se produjo: se archivó. El Partido entendió que no podía sancionar a ex Presidente, Senadores, Diputados o Ediles que no fueran convencionales, afiliados o adherentes.
Más allá de las posiciones asumidas entendí las razones institucionales, pero me quedo siempre el trago amargo de que no hayan mecanismos para defendernos de la arbitrariedad de quienes ejerciendo el poder gubernamental por cuenta y orden del Partido, nunca hayan sido parte integrante del Partido.

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Hoy, ante las declaraciones de Amado que -no comparto ni en forma ni esencia-, insisto en que el Partido tiene que fortalecerse comunicacionalmente operando en su favor a base de su historia y siendo formalista en exceso al punto de afectar su imagen ante la gente.
Siempre reconocí que el Partido como tal nada tuvo que ver con el Golpe. Siempre supe de las denuncias del senador Amilcar Vaconcellos de febrero de 1973, así como la defensa institucional ofrecida por el Contralmirante Juan José Zorrilla, eran signos inequívocos de una colectividad política.
También conocía las declaraciones de la Convención del 10 de febrero de 1973 que ratificaba “la irrevocable decisión de los integrantes del Partido de defender por todos los medios las instituciones y las autoridades legítimas”, y sabía, claramente, que el 22 de junio de 1973 Luis Hierro Gambardella había anunciado que la lista 15 propiciaría un juicio político a Bordaberry si éste ordenaba la detención del diputado Enrique Erro.
Pero lo que yo planteé al Partido años atrás, fue que definitivamente ocurriese lo que nunca ocurrió desde 1985: que el Partido se saneara de espíritu sin importar si se era afiliado, senador o diputado. No se trata de asumir culpas ni de otorgar perdón; se trata de fortalecer la imagen social del Partido igual que lo hace un producto en un mercado abierto a la competencia y la deslealtad.
Y precisamente por esto, por una cuestión de deslealtades, es que estamos hoy en este interesante lío, en el que nos metió Huidobro a base del criterio del presidiario, que es enlodar a todos en el mismo problema para salvar sus responsabilidades más profundas.
Démosle al juez, al pueblo, la posibilidad de ser bien entendidos.

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