Serlo y parecerlo


  
El pasado mes de diciembre, en el Senado de la República, nos aprestábamos a tratar el proyecto de ley que ponía más impuestos a la actividad agropecuaria.
El Cr. Danilo Astori, Presidente de la Cámara, con la solemnidad del caso, anuncia que se comenzará a tratar el proyecto.
Le  da la palabra al miembro informante por el Frente Amplio.
Desde esas cómodas butacas de tapizado azul, con los lambrices y mármoles que nos rodean en el Senado, me apresuré a pedir la palabra para hacer una declaración.
El tema que trataríamos me afectaba indirectamente y de acuerdo con el Reglamento del Senado uno debe declararlo y, salvo que se lo autorice el Cuerpo, no participar en el debate.
Soy titular del 19,5% de una sociedad anónima propietaria de 2500 hectáreas en el departamento de Durazno (unas 480 hectáreas aproximadamente) y los impuestos que se iban a aprobar afectarían a la misma.
En los días previos argumenté en contra de los nuevos impuestos y reconocí públicamente mi participación (desde hace más de veinte años) en ese emprendimiento productivo rural.
Si bien el nuevo impuesto me afecta de forma no importante (estimo que unos 120 dólares por mes), desde filas del MPP se me acusó de actuar en defensa de mis intereses particulares (reitero por 120 dólares por mes).
La Cámara de Senadores me autorizó a quedarme en Sala y participar.
Luego de que yo lo hiciera, el Senador Lacalle declaró que también lo alcanzaba la segunda parte de la ley, por ser propietario de un predio rural que está en su familia desde hace varias generaciones.
Atrás vinieron varios Senadores más de todos los Partidos. Rodolfo Nin Novoa y hasta Lucía Topolansky del Frente Amplio reconocieron que el Impuesto los afectaría por ser propietarios de tierras en zonas rurales. Con ellos Luis Alberto Heber, Juan Chiruchi, Jorge Larrañaga y varios más también lo reconocieron.
Todos fueron autorizados, como yo, a participar del debate.
Con fino humor e ironía, el Cr. Astori preguntó al final "¿alguna hectárea más para declarar?"
Desde su asiento el Senador blanco Eber Da Rosa se acomodó, pidió la palabra y declaró 800 hectáreas propiedad de su mujer.
La respuesta de Astori provocó la hilaridad general: “hay pocos industriales en este Senado”.
Desde el sillón tapizado de azul me quedé pensando en lo injusto de la acusación que se me había hecho días antes. Varios Senadores eran propietarios de mucha más tierra que yo y también se oponían a la ley.
Pero nada se había dicho. Algunos incluso como los del Frente Amplio terminaron siendo beneficiados porque la primera parte de la ley aprobada no los alcanzó. Es decir los dejó fuera.
Pero no se me cruzó por la mente, ni en ese entonces ni ahora, decir que estaban votando a favor de la ley porque a ellos los dejaba fuera del impuesto.
Rememoré el tema esta semana cuando un amanuense del MPP me acusó de integrar estudios jurídicos que defienden intereses de propietarios en la zona de Laguna Garzón y por eso estar en contra del Puente.
Cuando asumí como Ministro de Turismo en el 2001 dejé la práctica de la abogacía, la que retomé en el 2005 cuando terminé de trabajar en ese Ministerio, y otros, para el Uruguay.
Estudié abogacía y ejerciendo la profesión me gané la vida siempre. Pero entendí que no se podía ser Ministro y abogado a la vez porque había conflicto de intereses.
En el 2009, al ser proclamado candidato a la Presidencia de la República, volví a dejar el ejercicio de la profesión de abogado y directamente vendí mi participación  en el estudio jurídico del que era socio. Ingresé como Procurador 28 años antes y llegué a ser socio, pero no se podía ser candidato, después Senador, y a su vez trabajar en la abogacía.
Conflicto ético le llaman.
En el 2008 con un amigo convencimos a un inversor extranjero de hacer una gran inversión en la producción de alimentos orgánicos y naturales, hotelería y desarrollo inmobiliario en el Uruguay.
El proyecto estaba a varios kilómetros de la Laguna Garzón. Es decir, lejos de la zona de influencia directa del proyectado puente.
Hace un tiempo entendí que podían confundirse los roles de emprendedor con mi actuación como Senador. Por eso renuncié a participar en ese proyecto.
Ello pese a que era una buena oportunidad de futuro, en especial cuando se terminara, como algún día se terminará, mi actividad en la política.
Pero podía haber un conflicto ético y por eso también renuncié a participar.
“Uno debe ser claro en estas cosas y es el precio que se paga por actuar en política” le dije a mi Señora que, con la obvia preocupación sobre el futuro de la economía familiar, me preguntó las razones.
Previendo que algún malintencionado, de esos que vuelan como las gallinas, podía tratar de enchastrarme, documenté cada renuncia por escrito, y la protocolicé en actas notariales para que tuvieran fecha cierta.
También fui claro en mis Declaraciones Juradas.
Están a disposición del que quiera verlos, tanto las declaraciones como los documentos.
Siempre tengo presente el daño que quisieron hacerle a Alejandro Atchugarry desde el mismo MPP cuando lo acusaron falsamente y después tuvieron que retractarse y pedir disculpas (http://bit.ly/xY93fF).
Por eso, como él, dejo todo documentado.
Hoy el mandadero de turno insiste con esa estrategia que aplicaron con el ex Ministro y Senador Atchugarry.
Debe estar confundido quizás por lo que hicieron algunos abogados del Frente Amplio en el período pasado de gobierno.
Todos recordamos que mientras ejercían cargos en la Secretaría de la Presidencia y Ministerios, continuaron ejerciendo la abogacía.  Incluso lo hicieron en juicios contra el Estado y en casos sonados como la quiebra del Banco de Montevideo, promoviendo la aprobación de normas que beneficiaban a procesados.
Pero no es nuestro caso.
Si bien no hay norma legal que impida a un Senador, Ministro o Secretario de la Presidencia, ejercer la abogacía, siempre entendí que no debo hacerlo.
Un poco por aquello que hay que serlo y parecerlo.
De ahí las previsiones que he tomado.
Pueden quedarse tranquilos los colegas del MPP, yo no procedo en la forma que lo hacen sus compañeros de Partido.
En Iparralde la palabra vale lo mismo que una sentencia.
Ahora si lo que buscan es amilanarme o piensan que con estas cosas me pueden quebrar el ánimo y la voluntad, se equivocan.
Los vascos, como los burros, no funcionamos a palo y agua fría.

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