El
portuñol ¡ Vive! y trasciende la
frontera de la aldea
El
portuñol, nuestro discriminado lenguaje fronterizo, pese a los académicos es
uno mas de los tantos muertos que gozan de buena salud. Es que medio millón de
uruguayos radicados sobre la línea que divide políticamente Brasil y Uruguay la
tienen como lengua materna y eje sustancial de la cultura regional. La creación
literario desde hace un siglo atrás la ha legitimado. Juana de Ibarbourou,
Salvador Porta, Agustin Bisio, Olytho María Simoes ratifican el portuñol como
una de las creaciones colectivas más significativa de la historia cultural
norteña. O el propio santanense Arlingo Coitinho, cuya obra fue motivo de
estudio, en la década del 60 en la facultad de Humanidades
Esa
vívida realidad espiritual contrasta con la percepción oficial de la misma. No
sólo el sistema educativo le da la espalda, sino la propia Academia uruguaya de
la lengua española. Tiempo atrás, un intelectual compatriota, representante de
la academia, en oportunidad de concurrir a Cartagena de Indias donde se reunían
los académicos de la lengua española en el mundo, muy suelto de cuerpo, afirmó
que el portuñol era una expresión lingüística en decadencia y decadente, propia
de los estamentos sociales mas atrasados de la sociedad fronteriza.
Pero
la vida, que recorre los causes profundas del alma colectiva, produce, cada
tanto, los antídotos que con su sola creación denuncian la ignorancia y la
soberbia de los acartonados fantasmas de las élites políticas y culturales que
hegemonizan y oprimen, desde el poder, lamentablemente, la sociedad uruguaya
contemporánea.
Fabián
Severo, joven poeta, nacido en Artigas en 1981, formado en literatura en el
CERP, radicado en Montevideo, Premio Morosoli 2010, autor del libro “Noite nu
Norte” irrumpió en este siglo XXI con
fuerza propia, situándose en el escenario cultural del noroeste uruguayo como
referencia y bastión lingüístico del portuñol moderno.
Recientemente
Fabián concurrió a la Feria Internacional del Libro en La Habana, Cuba,
integrando la delegación uruguaya. El 14
de febrero de 2012 presentó una importante ponencia en el Encuentro de Jóvenes
Escritores de América Latina y el Caribe
realizado en el marco de la referida Feria Internacional del Libro. La
noticia no ha despertado el interés de los grandes medios de comunicación, como
es habitual. Sin embargo, la reflexión de Fabián compartida por miles de
jóvenes de “Nuestra América” al decir de Martí, apunta a cuestiones de hondo
contenido que deberían ser encaradas, sin prejuicios, con la seriedad que
corresponde, especialmente por el sistema educativo y cultural uruguayo.
Sin
duda, el Portuñol, ¡ Vive!, y trasciende
la frontera de la aldea. Se aguarda con gran expectativa que también traspase
las fronteras mentales de los gestores de la educación y cultura pública. Hay
muros espirituales a derribar antes que se institucionalicen como Bastillas del
alma colectiva.
Poesía
de frontera. Qué palabra es de dónde, en la geografía de la Poesía
Por
Fabián Fontoura*
¿En
qué lengua hablamos los poetas? ¿Qué gramática besa nuestros pensamientos? ¿Qué
diccionario usamos para pintar los ladridos que no nos dejan dormir? ¿En qué
mapa calcamos los versos de aire? ¿De dónde somos los poetas? ¿Somos de acá y
de allá, ilegales, marginados, indocumentados, ciudadanos del mundo? ¿Qué
función cumplimos los poetas? ¿Somos loros repitiendo metáforas enseñadas por
nuestros amos o aún tenemos el coraje de innovar? Somos y no. Decimos y
ocultamos. Nunca aprendimos a entonar pero cantamos. Somos un purgatorio de
palabras. Somos una frontera.
Si
los poetas somos como niños que juegan con las palabras, la frontera es una
gran juguetería. Hay un río que riega dos países, puentes que llevan y traen,
calles que hablan varias lenguas. Allí la sangre se mezcla, la lengua se
entrevera, la vida se multiplica. Donde los mapas se unen o se despegan, donde
alguien dibujó una línea sobre agua o un borde sobre tierra, la gente vive
fronteramente y habla un limbo idiomático. La frontera soy yo que ni sé de
dónde soy.
Vengo
de la frontera de Uruguay con Brasil. Allí las palabras no necesitan visas ni
respetan aduanas, hablamos portuñol, esa lengua que es un puente entre el
español y el portugués, y que durante muchos años, algunos quisieron hacerlo un
dialecto indigno hablado por pobres. Pero el portuñol es una lengua rebelde que
no respeta geografías ni autoridades. Es el canto de esos pájaros que nos
contaba el compositor uruguayo Aníbal Sampayo: "Los pájaros cruzan de un
lado al otro, muchos comen en Uruguay y por la noche las bandadas van al otro
lado del río y allí duermen. Esas aves no tienen cédula de identidad, no las
detienen las aduanas, ni las banderas, ni tienen fronteras".
¿En
qué lengua hablamos los “frontera”? ¿En la lengua que nos enseñaron en la
escuela o en la lengua que nuestra madre nos cantaba antes de dormir? Tal vez
nos suceda lo mismo que al protagonista del escritor argentino Juan José Saer
que decía: De mi boca sale ya la bendición, ya el veneno, ya la palabra antigua
con que mi madre me llamaba al atardecer, entre las fogatas y el humo y el olor
a comida que flotaba en las calles rojizas, ya esos sonidos que repercuten en
mí como en un pozo seco y sin fondo. Entre las palabras que la voz le arranca a
la sangre y las palabras aprendidas que la boca come ávida de la mesa de los
otros, mi vida se balancea sin parar y traza una parábola que a veces borra la
línea de demarcación. Me siento como atravesando una región en la hay zonas
diurnas y nocturnas, alternadamente, como el gallo que canta a deshora, como el
bufón que improvisaba para Ataliba, entre la risa de la corte, una canción que
no estaba hecha de palabras sino únicamente de ruido.
Un
día, quise escribir poemas sobre ciertos recuerdos, pero no encontraba el
sonido de mi calle. Los versos se partían como un trozo de tierra reseca, las
palabras quedaban lejos de la lluvia que mojaba aquellos días. Entonces
descubrí, que debería intentar recrear el sonido de la máquina de coser de mi
madre o la sonrisa con que el Caio me invitaba a remontar cometa. Y allí surgió
eso parecido al portuñol, palabras torcidas que traían el olor a humedad de la
pared de mi cuarto. Del idioma materno son las palabras del afecto, de la
ternura, de las emociones, de la pasión. No puedo recrear ni expresar mi pasado
sin ellas.
Desde
que escribí Noite nu Norte, un libro de poemas en portuñol, he pasado por
muchos interrogatorios que casi siempre comenzaban con la misma pregunta: ¿Por
qué escribiste en portuñol? No se por qué escribo en portuñol. A veces estoy
mirando el cielo a esa hora en que se vuelve confuso de color y siento angustia
de no saber quién soy. Entonces, tomo un lápiz y voy dibujando en la hoja esas
imágenes que vi vivir o alguien me contó que vivió, que viví o soñé, porque uno
también tiene derecho a soñar aunque no tenga con qué. Las imágenes surgen como
cuando era niño y calcaba figuras, yo solo las rescato de la memoria afectiva
que las registró en la lengua que me cuidó con amor.
Ojalá
pudiera explicarle a la gente, que a veces, cuando estoy recordando aquella
tristeza que había en mi tierra, las palabras van saliendo una arriba de otra,
todas entreveradas, palabras torcidas. Hay días en que intento enderezarlas,
pero no puedo, ellas empiezan a perder su música, su sabor. Las palabras
enderezadas son hueso sin carne, muriendo en mis cuadernos. Pero otras veces,
las dejo así, todas torcidas, y entonces regreso a mis diez años y ando
descalzo por la calle, corriendo con la Gabriela o ayudando a la María a
arrancar naranja. Las pocas veces que me pasa eso, me siento menos triste, me
olvido que afuera el mundo es tardecita. Por unos segundos, vuelvo a tener los
sueños que caminaban en el medio de las piedras sin saber que las palabras
tenían dueño, cuando creía que el mundo era todo mío.
Según el poeta uruguayo Javier Etchemendi: “La
frontera es una circunstancia física y psicológica, es el misterio de una luz,
de un idioma; la frontera tiene su olor propio y sus colores, la frontera es
peligro.” Y el peligro de la frontera es un manantial para la poesía. Manantial
donde las palabras adquieren nuevos significados, donde el lenguaje es
espontáneo, libre, donde se puede innovar a cada instante, donde el aire
arrastra riqueza fonética, donde oralidad y escritura se confunden, donde los
neologismos están en cada esquina y en lugar de decir “íbamos”, podemos decir
“nosotro iba” o “nos ía”. Donde los alambres no detienen a la musicalidad de
las palabras.
En
un lugar donde uno no sabe dónde está, porque por la mañana fue a comprar
azúcar y arroz en Brasil, y por la tarde hizo un arroz con leche en Uruguay, y
el sabor es de aquí y de allá, es natural que la poesía también sea doble o
múltiple, y uno utilice palabras en español, portugués o en portuñol según la
necesidad poética, porque uno puede echar de menos el patio de la infancia o
sentir “saudade” que es extrañar pero con música. La frontera es una fuente
inagotable. Escritores del continente, los invito a visitar la frontera, a
entreverar plumas y lenguas para encontrar metáforas nuevas. Descubramos
imágenes de nadie y de todos y utilicemos la lengua que mejor represente el canto
de la vida, sea esta portuñol, espanglés, casteñol, nuyorriqueño o las que
surjan donde alguien se pregunte qué hay más allá del mar. Tal vez un día,
todos seamos la frontera misma de un solo continente, donde no haya que pasar
aduanas para abrazar a una madre o responder interrogatorios para besar a un
hermano, donde soñemos una sola poesía.
*Ponencia
presentada el 14 de febrero de 2012, La Habana, Cuba, en el Encuentro de
Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe realizado en la Feria Internacional del
Libro.
1 comentario:
Realmente quien lee el libro de Fabián , se mete de lleno en una riqueza moral y en una intolerable distinción en la escuela en los niños, en la vida misma. Llega a tocar las fibras más íntimas de tus emociones.Felicitaciones.
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