En medio del debate


Tabaré VIERA

Si “queremos” el cambio debemos “buscar” el cambio; en materia política esta es una premisa insustituible para mover al anquilosado aparato estatal. El Partido de Gobierno, el Frente Amplio, promovió esa idea en el imaginario social del hasta ese entonces “voto cautivo” del alicaído Partido Colorado. Y lo hizo con un variopinto núcleo de ideas que atravesaron horizontalmente intereses ideológicos, pasando a ubicarse abruptamente en el “centro” del escenario político.
Nadie puede quejarse de sufrir un revés electoral como el de 2005 después de la debacle económico del 2002 que se había generado en crisis internacionales que pasaron por la del “Tequila” en México o la “Carioco” en Brasil, sumado al la ruptura del sistema financiero por la caída de los bancos en Buenos Aires y en Asunción del Paraguay.
Pero resulta que hoy a siete años de la experiencia de las izquierdas en el Gobierno del Uruguay, no se vislumbran cambios en lo sustancial de las acciones políticas, observándose sólo estancamientos un día sí y otro también, nacidos en los desencuentros del Presidente José Mujica con los Sindicatos y con la propia interna del MPP como fuerza propia e indivisible respecto de la acción presidencial.
Hoy, a 41 años de creado el Frente Amplio esa fuerza política dice tener problemas de “convocatoria” con su gente, con su militancia, cuando en realidad debería asumir que el problema lo tiene con su propio Partido que no entiende o que discrepa con lo que el Gobierno ejecuta en su concepto de política de Estado.
¿Qué le toca a la oposición en este concierto constituido por esa tan amplia gama de matices? Ni más ni menos que en seguridad pública, guardia y protección, en educación, formación técnico profesional con objetivos de empleo calificado, y en materia cultural. Cuidado a la integridad social y a la idiosincracia histórica en la que basa su estructura la República: con un poder judicial independiente, un legislativo fecundo y un ejecutivo ajustado a derecho y a las necesidades del pueblo.
Y ¿qué ofrecimos en tiempos de campaña política como base de este ideario?:
La democratización de los procesos informativos del Estado, en el que debe prevalecer una la actitud de transparencia en la Administración Pública. Esta idea no es ajena a la conformación de un Ombusman a nivel nacional. Esta iniciativa debería institucionalizarse en el plano de la defensa de los diferentes derechos que como ciudadanos se tienen, sea en el plano de los derechos individuales, los emergentes de las actividades comerciales, etc. La voz del Ombusman debería escucharse con carácter de obligatorio en la Asamblea General y sus posiciones, de ajustarse a derecho y a la lógica de los hechos, tendrían que aplicarse como actitud de humildad republicana por parte de cualquier Gobierno.
La democratización de la Educación,con el necesario incentivo tanto del uso de la informática como del proceder a una nueva currícula que se adecue a la inserción del estudiante a la realidad laboral del país: desde la escuela la formación tiene que experimentar un cambio en sus planes. Parece irracional el paliativo de reformular la educación cuando se es un potencial desempleado -como hoy se hace desde el Estado al ofrecer nuevas herramientas de trabajo mientras se hace uso del seguro de paro- en vez de formar al individuo con esas mismas herramientas durante su proceso de formación natural en el adecuado momento de tiempo de estudio y tiempo de edad. Hay que proceder a encauzar científicamente los programas con el fin de que sirvan a su objetivo fundamental. La generación de carreras cortas con títulos habilitantes y una Universidad pautada hacia la formación técnica y profesional, parecen ser la base de un nuevo debate social en materia educativa. En la emergencia, decimos SI al Plan Ceibal, SI a las escuelas de tiempo completo y SI a la formación técnico profesional. SI a los liceos tiempo completo, así como a la aplicación de modelos de calidad en la educación, para lograr la mejora contínua en búsqueda de la excelencia, en el sistema público y privado, en Primaria, Secundaria, UTU, Universidades. En el ámbito social, la educación es el factor estratégico para la formación del capital humano necesario para una inserción de nuestro país en la globalización y en la nueva sociedad del conocimiento. El esfuerzo para mejorar la calidad educativa es crucial para Uruguay. El factor estratégico en la era del conocimiento, es impulsar una política de ciencia y tecnología que favorezca la competitividad y nuestra entrada en el mundo del aprovechamiento de los avances científicos y tecnológicos a favor del bienestar social, la eficacia logística, la protección medio ambiental y la productividad.
Con la democratización de la Cultura y el necesario repensar la estructura de los tiempos de ocio de la sociedad de modo racional. La cultura debe traspasar la barrera de la elite para instalarse con una oferta válida en todos los ámbitos de la sociedad. No es cierta la horizontalidad de las propuestas culturales; debe, sin excusas, admitirse las diferencias culturales como factores exponenciales para una mejor oferta cultural que, a modo de educación no formal, fomente el incentivo de prácticas socialmente válidas y despojadas de violencia y estereotipos. El Estado debe participar de manera directa e indirecta en la oferta televisual como transmisor de mensajes unidireccionales de fuerte impacto formacional, observando sus contenidos y revindicando por acción o imposición fiscal, las normas del bien común nacional que deben descansar sobre una firme conducta social arraigada en la idiosincrasia uruguaya y no en estereotipos adquiridos por la vía de la programación importada.
Debemos transitar estos rumbos que fueron los soportes de nuestra campaña cuando el elector optó por el Partido Colorado y por nuestra participación batllista. Y debemos ser vigilantes de que el país no cambie su rumbo histórico, sin reflexionar acerca de las consecuencias que eso conlleva. Ninguna estructura, ni política ni empresarial, puede variarse sin tener en cuenta su contexto. El texto, que sí importa, debe insertarse en ese escenario de realidades, alegrías y frustraciones, que no admite ignorar lo que fuimos como sociedad, porque en definitiva es lo que como concepto nos marcará lo que somos en juicios y en valores.

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