No hay transformación sin superar la inercia mental al
reposo eterno
Mario PIRIZ
Desde la mitad del pasado mes de diciembre, con la
escusa de las fiestas de fin de año, los uruguayos moderan la marcha de la vida
y la orientan a la inacción, al “merecido descanso”. Pasan las fiestas y reyes,
y bajo el paraguas del carnaval, siguen cultivando el tal merecido descanso.
Las tradicionales fiestas populares de Momo, merced a
un sistema de inercia mental programada,
se han transformado en el eufemístico “carnaval más largo del mundo”, es decir,
en expresión patética de la estupidez colectiva y la mediocridad reinante. Mala
copia de la revista porteña, en cuanto pretendido espectáculo, éste carnaval
uruguayo, hecho a la medida del reposo programado, ameniza al ritmo de los
tambores del atraso la continuidad del descanso ciudadano hasta la semana de
turismo o semana santa. Es la larga siesta nacional, el lujo de la miseria.
No sé desde cuándo, pero cada vez más menudean en la
sociedad un prototipo de ser humano que cultiva, con las más dispares escusas,
una política de vida diseñada en torno a la inercia al reposo. Caprichosos o
simplemente acostumbrados a no salir de su estancamiento, todo lo miran con
alegre indiferencia, o poco interés en todo aquello que suponga trabajo o
esfuerzo. Y eso sucede aún a sabiendas que ello representa en la práctica,
retroceder y hasta perder aquellos logros alcanzados en tiempos, en que aún
hervía la sangre en las venas, la mente bullía en ideas y la imaginación rompía
todas las amarras.
Como se sabe, el concepto de “inercia” es propio de la
Física, e indica la propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado
de movimiento, mientras no se les aplique alguna fuerza en sentido contrario.
Conservan su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta, según
sea el caso, si no hay una fuerza actuando sobre ellos. Lo que ocurre con un
objeto estático cuando se requiere de un esfuerzo para romper la inercia que lo
mantiene en total quietud, sucede también con los seres humanos. Asimismo está
comprobado que una vez rota esa inercia hacia el reposo, pereza al fin desequilibrante, el esfuerzo para mantenerse
en movimiento siempre hacia adelante es menor.
Al mirar a nuestro alrededor es frecuente encontrar a
muchos en estado de inercia de reposo. En el mejor de los casos, permanecen a
la espera de que otros le digan qué hacer; con el mate y el termo en todo
instante, por costumbre o conveniencia no mueven ni un dedo, ni una neurona para nada. Como robots
humanos, apenas salen de una inercia desoladora, cuando una voz
“autorizada” se lo manda hacer.
Tanto a nivel colectivo como individual, no es momento
de analizar o cuestionar quién tiene la culpa de este fenómeno, ni cuándo o
porqué empezó esta “larga siesta” que amenaza durar todo el año. Si hay 45 mil
jóvenes que Ni estudian Ni trabajan, y nos preocupa a todos, no hay que cerrar
los ojos ante los miles y miles de adultos y ancianos NiNi dispersos por toda
la geografía del país. Estos “NiNi” adultos, han hecho de la inacción el modo
de vida; y por aquello del “que nació barrigón es al nudo que lo fajen”, se les
tolera y viven como zánganos.
Son tiempos éstos,
en que se impone el cómo suprimir para siempre ese inmovilismo físico y
mental que tanto daño ocasiona, desgarrando las cosas esenciales de la vida.
Voluntad, iniciativa, inteligencia, esfuerzo y perseverancia están dentro de
los principales componentes del reto actual de romper con el estancamiento
político, social y económico.
Reto que supone
ser consciente que nadie cambia de la noche a la mañana, sobre todo cuando por
décadas la adaptación a determinados patrones o estilos de trabajo han llevado
a rutinas de pensamiento y de acción, o de inacción para decirlo con mayor
exactitud.
Definitivamente, el trabajo tiene que ser visto como
la única salida a la difícil situación de miles de uruguayos. La especulación
individual y colectiva (con las ayudas sociales, la mendicidad, etc.) no puede
ser el camino para pasarla bien sin trabajar. Es una práctica típica de los
grandes del capitalismo financiero del mundo, que, como se observa, lo hacen a
costa de la vida y la muerte de millones y millones de seres humanos.
Pero sobre todo, nunca se debe perder de vista que
solo se puede crecer y evolucionar en la vida si nos libramos de esa inercia
mental y física que impide los cambios individuales y colectivos. No perder de
vista, en definitiva, que del trabajo creativo e inteligente dependen los
niveles de dignidad, libertad e independencia que como persona y como sociedad
se anhela, o mantenerlos cuando se los tiene y disfruta.
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