Consumo y endeudamiento


Marcelo GIOSCIA

Pasadas las Fiestas Tradicionales, incluyendo los gastos del Día de Reyes, advertimos que se ha generado un consumo a base de préstamos y tarjetas de crédito que se sitúa entre los 3.000 y los 3.500 millones de dólares y comienza el tiempo de enfrentar esas obligaciones, contraídas las más de las veces a impulso de un consumismo exagerado y sin mayor planificación financiera.
Esto es, se adquieren bienes con “dinero de plástico”, que luego habrá que pagarlos en cuotas, con intereses de financiamiento que acrecientan el precio que se hubiera pagado por los mismos bienes de haberse planificado su adquisición de otra manera. Se asumen riesgos, sin las debidas precauciones.
Lo cierto es que, toda planificación supone una frustración o postergación de la satisfacción inmediata, a lo que buena parte de nuestros conciudadanos no se sienten atraídos…y luego se padecen las consecuencias.
Los datos proporcionados en la prensa, nos muestran que el 85% de este endeudamiento pertenece a sectores con ingresos medios y bajos de la sociedad en que vivimos y que sólo el 15% restante proviene de compras de quienes poseen los mejores salarios. ¿Es esto producto de la casualidad? Creemos que no. Entendemos que aquí, interviene la formación en valores. Valores que se adquieren en la familia, pero también a través de programas educativos que los contengan.
Puede comprenderse que, luego de las penurias que se sufrieron en la crisis de comienzos de este siglo, y a casi diez años de un crecimiento económico sostenido y el descenso de los niveles de desocupación, el uruguayo medio apunte al consumo y a la utilización del crédito como forma de lograr un bienestar material al que no tenía acceso. Pero, lo que no se llega a comprender es que, esa utilización del crédito se destine mayormente a la compra de bienes de consumo de los que podría perfectamente prescindirse (no se trata de endeudarse para adquirir una vivienda o maquinaria industrial para producir) y menos aún que, no se planifique ni se consulte el costo que tendrá el financiamiento de tales bienes (los que en poco tiempo se volverán obsoletos y se sentirá nuevamente la necesidad de cambiarlos) y cuánto incidirán los intereses, costos administrativos y comisiones en el presupuesto del núcleo familiar al que se destinan. De allí se explica el crecimiento sostenido de financieras, que ofrecen créditos al instante, para tenerlo todo ya! sin advertirles a sus usuarios que el mínimo retraso les hará destinatarios de insistentes, cuando no impertinentes llamadas de presión, que pueden lindar con la violencia privada, para que se cumpla con la obligación de abonar en tiempo, las cuotas en las que se les concedió el préstamo. Pero…ya será tarde.
Nuevamente observamos las contradicciones de este gobierno, que soslayando la aplicación de políticas anti cíclicas en tiempos de bonanza, no ha sabido impulsar políticas de ahorro ni previsión en sus propios gastos (utilizando el incremento de sus ingresos en programas sociales y educativos de muy escaso cuando no, nulo resultado) pero se muestra preocupado con el nivel de endeudamiento interno de los sectores medios y bajos de nuestra población a los que hicimos referencia.
¿Hasta dónde no existe responsabilidad del Estado cuando se insiste en la “bancarización” de la sociedad y el uso indiscriminado de tarjetas de crédito, pero al mismo tiempo, no impulsa políticas de ahorro, ni apunta a un consumo responsable de sus habitantes?   

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