José Luis ITUÑO
El jueves próximo
pasado en Canal 5 (Poder Ciudadano) fui uno de los televidentes del debate
entre los diputados Luis Puig del Frente Amplio (PVP) y Fitzgerald Cantero
(Vamos Uruguay) relativo al tan comentado tema de los asesinatos y secuestros
en dictadura, en el que ambos legisladores dieron sus puntos de vista acerca de
que los delitos cometidos en dictadura, no prescriban.
Con respecto a esto
hay dos antecedentes de decisión popular directa, la de 1986 y la última de
2009, cuando fue electo José Mujica Presidente de la República. En ambos casos
la ciudadanía a través de lo que se denomina democracia directa decidió
mantener la ley vigente.
Puig obviamente
defendió la derogación de la Ley a manos del parlamento, al tiempo que Cantero hizo lo propio, pero argumentando
a favor de respetar sobre lo que el pueblo uruguayo ya decidió dos veces:
mantenerla.
Este debate por
Canal 5, en el que Cantero debió defender su posición, contraponiendo intereses
con su colega Puig, contó con otro inesperado personaje notoriamente “parcial”
y “subjetivo” a la hora de presentar las posiciones; hablo del periodista Gabriel Romano, que no supo mantener la
imparcialidad con ambos invitados, inclusive cruzando algunas palabras fuertes
con Cantero por la falta de respeto mostrada con el legislador invitado.
En varias partes del
programa y cuando Cantero hacía uso de la palabra, se vio como Romano
murmuraba, en clara actitud de burla.
Pero mi columna no
es para hablar de Romano, ni de mostrar que su imparcialidad periodística estuvo
ausente el jueves pasado, cosa que sí hizo Miguel Nogueira, tratando de echar
paños tibios sobre su colega de programa, si no para decir que personalmente
creo que no debe haber un solo ciudadano (salvo quienes mataron, violaron y
torturaron) que se sienta conforme con
esta Ley, ya que en esencia, los uruguayos somos sensibles, solidarios y
humanos (una característica que nos transforma en inconfundibles en cualquier
parte del mundo), pero por el mismo razonamiento, la mayoría de los uruguayos
ya decidió al respecto.
Decidió que de una
vez por todas, este tema debe terminarse, sin olvidarse, pero zanjarlo. Eso es
al menos lo que la gente habla en la calle, lo que los jóvenes desean, terminar
de una vez por todas con el tema y –sin olvidarse de las atrocidades cometidas
por muchos animales en dictadura- dar vuelta la página.
Lamentablemente este
tema se ha politizado entre algunos políticos que muchas veces lo utilizan para
arrancar aplausos, lágrimas y emociones de la gente, cuando en realidad lo que
buscan es protagonismo y espacios en los
medios, a costillas de los muertos, los torturados o los desaparecidos, a
quienes dicen considerar a la hora de argumentar a favor de derogar la ley.
Yo no me como los
mocos y humildemente, creo que todo esto persigue un solo fin: el voto y mucha
gente (inclusive de izquierda) se ha dado cuenta de ello, votando en dos
oportunidades mantener las cosas como están.
Es lógico, nadie quiere reavivar ningún tizón encendido,
de esos que siempre quedan en los fogones y que en general se apagan solos,
solo porque algunos legisladores están encaprichados en ello.
Parecería que su
único fin en el parlamento es derogar esta ley.
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