Daniel Martinez
Cuando el Frente amplio surgió en medio de la profunda crisis de los sesenta y de la violencia estatal que ya se intuía y se vivía bajo el pachecato, lo hizo como una coalición de grupos políticos que comprendieron que separados no cambiaban nada y desde esa visión convocaron a la participación de los ciudadanos a través de los comités de base, en un llamado de verdadera integración.
La unidad era un principio que no para todos los actores resultaba estratégico a largo plazo. No fueron los grupos los que concibieron la unidad como una mística, enfrascados como estaban en mantener la alianza política, tan compleja y difícil de construir desde las historias partidarias. Fueron los frenteamplistas los que le dieron un nuevo sentido a la unidad en los largos y oscuros años de la dictadura.
Allí, en esos duros años, ser frenteamplista era una garantía de compañerismo, de compartir un conjunto de esperanzas comunes al sentir de todos los uruguayos, enfrentados a un enemigo común.
Con muertos, perseguidos, exilados, destituidos, los militantes de la clandestinidad sembramos esta fuerza y de esa siembra quedaron para siempre las raíces de este frenteamplismo en el pueblo uruguayo. Nuestros muertos nos atan a la historia y nos comprometen con el futuro. En cien Años de Soledad el gitano Melquíades demora mucho en regresar a Macondo, porque no tiene cementerio y no lo puede encontrar.
Esa unidad, esa resistencia hicieron permanecer al Frente Amplio y lo transformaron en un actor principal de nuestra recuperación democrática y de nuestra historia en las últimas tres décadas. Pero también fruto del cambio de las circunstancias el concepto de unidad también se transformó.
La experiencia de lucha en la resistencia y en la salida de la dictadura moldeo una forma distinta de entender la unidad que el de las generaciones anteriores, que convirtieron a a la política en un sentimiento de humanidad, que supo forjar un vínculo de fraternidad capaz de limar cualquier diferencia, alcanzar equilibrios y conquistar consensos. Supimos entonces, construir amistades más poderosas que los lazos partidarios. Lo que empezó como una decisión política visionaria de una serie de grupos y líderes políticos, pasó a ser una realidad que la gente hizo propia, fundando un nuevo concepto de unidad.
Pero luego de la salida democrática, en cierta medida, los aparatos partidarios alinearon, marcaron la cancha.
Regresaron a la arena política, entrañables cros y cras que no habían vivido la dictadura dentro del país, muchos nos corrimos y les dejamos el lugar. Nuevamente la centralidad pasó a los partidos y muchas veces estos no entendieron las nuevas y distintas formas de militancia que habíamos desarrollado en los años de la dictadura. Las complicidades y también las picardías con que militábamos cotidianamente.
La lógica de los partidos es la de luchar por el poder o por el gobierno, que siempre es un buen sucedáneo de lo anterior, aunque esta discusión hoy se haya en buena medida abandonado.
Para los partidos la Unidad era algo que se acuerda entre ellos. Muchos grupos entendieron que los comités de base eran importantes y se creó el concepto de coalición y movimiento para organizar la estructura del FA. Estructura que generó divisiones y rupturas, que en algunos casos se superaron con el tiempo, y que es la actual.
Los años noventa nos vieron triunfar en Montevideo al tiempo que una profunda oleada neoliberal arrasaba el mundo cantando triunfal frente al desmoronamiento del bloque soviético. Simultáneamente a esos cambios ideológicos y políticos una nueva revolución se iba desarrollando. La Revolución de las comunicaciones.
Los cambios en el mundo tecnológico y en el mundo de las comunicaciones empezaron a sustituir, parcial, pero poderosamente, los mecanismos de trasmisión y discusión política que el Frente amplio se había dado con tanto esfuerzo. Mucha, cada vez más gente se mantiene en contacto e informada más rápidamente, encendiendo la computadora que estando en comité de base. Los partidos no supieron adaptarse a esta modalidad que hoy transforma las relaciones políticas en el mundo entero.
Sin embargo, el Frente amplio siguió avanzando, aumentando su caudal de votos, la gente se apropió de el, lo apoyó, lo voto y llegamos al gobierno. Un excelente primer gobierno, que continúa en el actual. Aunque debemos reconocer que no logramos sostener una comunicación fluida y eficaz con las bases, que en algún lugar perdimos la magia de trasmitir que nos llevó a ganar y mantenemos en el debe una asignatura pendiente en la actualización ideológica y programática de nuestra fuerza política.
Temas que tenemos que encarar en estos años y por eso es necesario volver a hablar de unidad. Pero teniendo presente otros componentes.
Primero. La relación con las bases, con los frenteamplistas de a pie que se convocaron a sí mismas de espaldas al aparato político el 6 de setiembre del 2009 y que generaron el aire fresco de los banderazos, de una campaña realizada, sentida, por militantes de fe que priorizan más la unidad del FA, que todos los partidos políticos que lo integran juntos. Que no sólo se apropiaron de la rambla, aquel domingo 6 sino que les dijeron al aparato organizativo que ellos querían estar y ser parte activa de este segundo triunfo.
Esa relación con las bases no se resuelve institucionalizando las redes, se resuelve generando nuevos espacios, que todavía no existen, de comunicación y de organización que tengan en cuenta esta nueva cultura. Sumando “su” forma de militancia a la tradicional. No creo que las redes quieran ni puedan ocupar el lugar de los partidos, quieren que los partidos se ocupen de ellas.
Ese sería un paso, aunque no el único de rever la forma en que los partidos se relacionan entre sí, se relacionan con las bases y se relacionan con el gobierno. El esqueleto del Frente Amplio son los partidos políticos, si ellos no discuten el frente amplio no discute, si ellos no elaboran programa el frente amplio no los elabora y si ellos exclusivamente se preocupan por el relacionamiento con el gobierno, el Frente amplio se paraliza.
Tener el gobierno cambia la historia del Frente. Obliga a pensar el relacionamiento entre los compañeros que desarrollan las tareas ejecutivas y aquellos otros que desarrollan la tarea de pensar lo ideológico y lo programático. Es un equilibrio difícil, genera choques, desgastes fricciones, solamente con una unidad que garantice la libertad de discrepar, de construir de analizar, de criticar podremos mantener aceitado este mecanismo.
A su vez necesitamos a quienes están en el gobierno discutiendo, presencial o electrónicamente, interactuando con las bases en su sentido más amplio. Ayudando a comprender las medidas de gobierno y pq no, exponiéndose a ser criticados.
Estas tres patas son el Frente Amplio hoy: bases, las tradicionales y las nuevas; Partidos que necesitan urgente debatir, abrirse a una realidad cambiante y pensar el país en una perspectiva de varias décadas, y el gobierno, con un importante grado de autonomía y a su vez de interacción con el resto.
Ya hemos experimentado en carne propia lo que sucede cuando estas tres patas no funcionan armoniosamente, hemos perdido intendencias y muchos votos en Montevideo. Son alertas, que, entre otras cosas indican que la comunicación no está funcionando. Avisos de que la gente se cansa y se hace escuchar.
¿Cuál unidad es necesaria hoy?.
Queda claro que la unidad político electoral no es suficiente hoy. Queda claro que la unidad de la época de la dictadura tampoco es posible refundarla hoy tal cual fue, es necesario superarla.
Queda claro que una unidad que signifique la eliminación de las diferencias con el fin de evitar la discusión y la polémica tampoco es posible, ya que a la larga esas diferencias afloran y muchas veces, hemos visto, se expresan de mala, por no decir de muy fea manera.
Es entonces necesaria una unidad que no se confunda con unanimidad ni homogeneización del pensamiento. Que sea capaz de aceptar la más amplia discusión orgánica, en las ya viejas estructuras partidarias y también que pueda resistir las oleadas de opiniones, de críticas que los frenteamplistas generan desde espacios cada vez más amplios.
Una unidad que aprenda a discutir y a saldar las discusiones de todos los frenteamplistas, que no le tenga miedo a las elecciones internas y más que nada que permita la más amplia participación, en el entendido de que hoy el Frenteamplismo es mucho más que la suma de sus grupos y de sus comités representados en la estructura.
Una unidad que le dé cabida en la discusión a las nuevas generaciones del Frente Amplio, que han tenido poco lugar en la estructura, aunque en buena medida, ellas, con su frescura sean las que mantienen lo mejor de nuestra identidad en movimiento, pero que reclaman, a su manera, su forma de incidencia.
Al igual que tiempo atrás, lo hicimos nosotros, con el mismo empuje y fuerza, desde el abrazo y el encuentro, en unidad, con fraternidad, complicidades y picardías, con ganas de poner el granito de arena que le corresponde por derecho a cada ciudadano de este país que tiene la convicción de querer honrar la vida, sin callar, ni consentir.
Hoy desde el corazón y desde la lógica, se hace imprescindible volver al lugar de emoción y esperanza que supimos ser en el punto de partida, de construir la apertura a todos los uruguayos, en un espacio o frente tan amplio como nacimos, unidos para crecer y para ganar un lugar en la historia desde el cual hacer posible un Uruguay mejor.
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