Dr. Ronald Pais
En este “Reino del revés” en que estamos sumergidos y del que quisiéramos salir como si se tratara de un mal sueño, seguramente participamos una enorme mayoría de uruguayos pertenecientes a diferentes partidos políticos.
Que el respeto a las mayorías (aunque se equivoquen) y la voluntad popular predomine; que es ineludible trabajar juntos por temas que nos son comunes, pensemos como pensemos y votemos lo que votemos; que el interés general debe predominar frente al de las corporaciones y los grupos de presión; que es necesario devolverle a la gente honrada su tranquilidad y su seguridad, combatiendo a la delincuencia; que es imperioso romper el lamentable marasmo en que está la Educación para que las nuevas generaciones tengan el más poderoso instrumento de acceso al trabajo y a la distribución de la riqueza; que el Estado no es un fin en sí mismo sino un mero instrumento al servicio del individuo.
Todas éstas parecen ser aspiraciones generalizadas de un vasto universo de compatriotas que cruza a los distintos partidos políticos y los emplaza por igual. No sería extraño que, de no alcanzarse las mismas, un grupo muy importante de personas, principalmente jóvenes, traduzca su indignación en hechos muy similares a los que suceden en Europa y que han convocado a multitudes.
En mi opinión, tales manifestaciones son tan inconducentes como inútiles, pero traducen un estado de ánimo al que hay que prestarle atención.
Me atrevo a agregar una aspiración que un sector de opinión que integro, también reclama: una Justicia independiente, equilibrada, valiente, aplicadora de las normas y sintonizada con los reclamos de la Sociedad.
Nuestro Poder Judicial está muy lejos de ese desideratum, pero lo peor es que está demasiado cerca del desprestigio y el cambalache.
A la triste figura de la Fiscal “compañera”, se le fue agregando primero la de la Juez que viajó a Cuba para rendirle pleitesía a la añeja dictadura de los Castro y luego la Juez que ha querido inaugurar la tesis de que se es culpable hasta demostrar lo contrario y, a continuación, concurrió a una Marcha por los Desaparecidos, cuando le toca entender en casos relacionados con la materia y donde su fallo puede ocasionar nada menos que la pérdida de la libertad de diferentes personas.
¿Y que hace el supremo órgano jurisdiccional, la Suprema Corte de Justicia? Comienza un gre-gre interminable de su locuaz portavoz, diciendo que escuchará a la Juez involucrada y que luego determinará si su actitud constituye o no una falta disciplinaria susceptible de sanción.
Viene al caso decir que, si de víctimas se trata, como siempre, las que más sufrieron no están en la televisión.
Los que deberíamos estar reclamando indemnizaciones deberíamos ser cientos de miles (seguramente millones) de uruguayos que no atentamos contra las instituciones democráticas en ninguna forma, ni antes con los tupamaros ni después con los militares. Los que sufrimos el terrorismo primero y la dictadura después. La mayoría decidida que pinchó el proyecto de continuidad votando “NO” en el Plebiscito de 1980 y la que se reunió en el Obelisco para gritar su esperanza de vivir un nuevo tiempo y un futuro en libertad.
Esa misma inmensa mayoría que no quiere más enfrentamientos entre uruguayos, que quiere dar vuelta la página definitivamente y mirar hacia delante. Esa misma inmensa mayoría que reclama que los Partidos Políticos traten de encontrar caminos de entendimiento en algunos temas trascendentes y no duerman los acuerdos por meses o años sino que los traduzcan en hechos concretos.
Esa misma inmensa mayoría que aspira a un Poder Judicial que controle, sancione y expulse – sin miramientos – a aquellos magistrados u otros integrantes del sistema que contaminen con su fanatismo lo que debe ser el último reducto del equilibrio democrático.
Eso fue lo que siempre nos distinguió de nuestros vecinos y de la mayoría de los otros países latinoamericanos.
Hoy no estoy para nada seguro de que sea así. Es más, creo que cuando un Presidente de la Suprema Corte de Justicia habla con un Ministro del Interior en su domicilio de temas que hacen a un fallo judicial, dejando entrever que ha sido influenciado; cuando la celeridad en el trámite de ciertas causas parece depender de quién sea el involucrado y de su identificación política; cuando se pretende ignorar la actuación de una fiscal ubicada siempre en una atalaya ideológica; cuando se tolera la flagrancia de una juez que pretende inaugurar una doctrina contraria a la Constitución y que demuestra públicamente su falta de imparcialidad; cuando ocurre todo esto, nos vamos pareciendo mucho a una república bananera que está perdiendo el último reducto de seriedad e independencia con el que deberíamos contar.
Debe quedar claro entonces: de incurrir la Suprema Corte de Justicia en omisión, como parece estar ocurriendo, los actuales Ministros serán responsables de estar inaugurando la era de la “Justicia” militante.
Muy lejos, pero muy lejos, de lo que espera esa enorme mayoría de cuya existencia estoy convencido.
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