Compromiso educativo

Cuando la situación de la educación pública hace agua por todos lados, dejando al descubierto carencias de todo tipo (pese al porcentaje que se le ha destinado en el reparto del Presupuesto Nacional) tanto por las inasistencias de los docentes, como por la deserción escolar y el muy bajo rendimiento estudiantil, que se destinen nuevas partidas sin contraprestación para quienes concurran, resulta por lo menos, una afrenta a la razón.

Resulta por lo menos, paradójico que en nuestro país, impulsor de la educación pública “laica, gratuita y obligatoria”, que cuenta desde hace décadas, con planes de asistencia desde antes incluso del nacimiento de los futuros ciudadanos y posteriormente, a través de asignaciones familiares, que ha buscado nivelar desigualdades, (sin mencionar los recientes planes del Ministerio de Desarrollo Social) se busque estimular la asistencia al liceo de alumnos seleccionados de acuerdo a su contexto crítico y a la posibilidad de que “se salgan del sistema”, entregándole a sus padres una renta mensual, es algo verdaderamente inaceptable.

Es por ello que, la medida que comentamos ha causado un profundo malestar en la sociedad en su conjunto, y a la vez, una reacción de rechazo unánime, tanto en los gremios docentes como en la oposición.

Obsérvese que aquí, se resuelve becar a las familias de los peores, no a la de los que se esfuerzan, no a la de los que trabajan y estudian. En lugar de premiar el esfuerzo por superarse y el grado de excelencia académica de los educandos, se disponen dineros de los contribuyentes –en este año para 1600 seleccionados de distintos departamentos- para lograr la asistencia a clases, cualquiera sea su comportamiento o rendimiento escolar. Algo verdaderamente indignante.

Hasta el momento de escribir esta opinión, nadie asumió la completa paternidad de esta criatura. Alguien debiera responsabilizarse y el gobierno modificar sin más trámite, el rumbo de esta desacertada resolución que, al incrementarse cada año hacia el fin del mandato constitucional, más tiene de demagógica, que de otra cosa. En lugar de premiar emprendedores, de impulsar a los mejores, sigue estimulando dependientes.

A pocos días de comenzar un nuevo año lectivo, (nada menos que el Año del Bicentenario) las autoridades públicas muestran en su injusticia, la incapacidad de formular programas que estimulen el verdadero aprendizaje, así como el desarrollo de los talentos y las virtudes que distinguirán luego a cada individuo y que permitirán a cada uno, la superación personal y la movilidad social, como fruto de su personal dedicación y esfuerzo. ¿Cómo lograrlo? ¿No se han destinado recursos a la educación como nunca antes? ¿Son éstos los resultados a los que aspiraron nuestros mayores?

Se impone por cierto la más pronta aplicación de programas educativos que logren no sólo interesar a los estudiantes sino que, en el desarrollo de habilidades y destrezas, les permitan insertarse laboralmente en una sociedad que hoy sienten, les es cada día más ajena. Y ello, mal que les pese a algunos, no se logra con este tipo de dádivas.

¿No será hora de frenar este desatino? ¿Es éste el camino para llegar al país de primera en que todos anhelamos llegar a vivir? Debemos estar alertas.

Si ese cambio de rumbo no se produjere, nos encontraríamos ante una nueva forma de destinar dineros públicos sin exigir nada a cambio, y lo que es peor, haríamos trizas el sistema de responsabilidad civil y moral de los progenitores, primeros responsables de la formación de sus hijos. Porque muy lejos de resolver la problemática de la deserción escolar y de la necesaria inclusión social que debiera garantizar el sistema educativo, la aplicación de lo decidido, nos conduce por un camino de inequidades, apartado por cierto de las virtudes, que debieran coronar todo sistema democrático y republicano de gobierno que se precie de serlo.

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