LA CONSPIRACIÓN DE CASA BLANCA

Construcción de un relato histórico?
Primera parte

Prosiguiendo en la patriótica tarea de desentrañar la verdad histórica de nuestro pasado legendario, vamos a consagrar el presente estudio en su parte fundamental, a la conspiración de Casa Blanca.

Setembrino E. Pereda (1926)



Hacia 1808, la invasión francesa a España propiciaba a los habitantes americanos el primer resquicio para enfrentar al imperio español.

En el Río de la plata, si bien en 1809 Montevideo fue quien, públicamente, dio los primeros pasos en esa dirección, Buenos Aires, en mayo de 1810, se constituyó en el primer gobierno en desconocer a las autoridades peninsulares.

Los habitantes de la Banda Oriental no cesaban en sus esfuerzos para derrocar al gobierno de Francisco Xavier de Elío. Sofocado en Montevideo el levantamiento de Prudencio Murguiondo y Juan Balbín Gonzáles Vallejo, frustrado el intento de tomar Colonia a cargo de Felipe Santiago Cardoso, abortado el alzamiento de Casa Blanca, la revolución contaba nada más que con el villorrio de Belén, hasta que Asencio se constituyó en la piedra basal de los insurgentes.

Con sorprendente constancia, palabra más adjetivo menos, los historiadores y cronistas han coincidido en esta sucinta correlación de hechos.



¿Alzamiento de Casa Blanca?



Ninguna carta íntima ni parte oficial recuerda la conjura de Casa Blanca, ni un solo documento he encontrado referido o citado en ciento veinte libros y cientos de artículos que mencionan este episodio. Tan sólo acopio bibliográfico que ha sufrido, a lo largo de estos últimos ciento cuarenta años, un sinnúmero de cambios, entre ellos, la fecha en que ocurrió, las personas que participaron, quiénes resultaron encarcelados… Nadie aporta una prueba.



En 1962, el profesor Ariosto Fernández[1], advierte:

“De los temas de mayor entidad histórica vinculados a la revolución Oriental de 1811 es, sin dudas, el del pronunciamiento sanducero de Casa Blanca el que se nos presenta revestido de más densas sombras”.



El nudo gordiano de esta trama es que siempre se partió de acopio bibliográfico de dudosa fuente documental, el primer testimonio que hemos encontrado pertenece a Isidoro de María, 2 publicado en 1860:



“El Capitán retirado don Jorge Pacheco y algunos otros patriotas, en el Uruguay, – dice - se disponían a entrar en el movimiento concertado; pero el arribo de la flotilla realista de Michelena a Paysandú, hizo fracasar el pronunciamiento en aquel punto, aprehendiendo a Pacheco en Casa Blanca, al presbítero don Silverio Martínez, ex cura de Soriano, a los hacendados Del Cerro, Arride (Arbide) y Delgado, y algunos otros patriotas complicados en el plan, los que fueron conducidos a Montevideo”.



Cien años más tarde, Facundo Arce 3 nos relataría que el 11 de febrero de 1811 el suceso revolucionario fue

“(…) ahogado en sangre por Michelena. Allí fueron sorprendidos en reunión insurrecta (…)”.

“Los patriotas se resistieron bravamente y algunos, como Saturnino del Cerro, sintiéndose herido, antes de caer en manos enemigas se arrojó a las aguas del Uruguay, para aparecer ahogado tiñendo con su sangre generosa las aguas del río indígena. Ramírez con otros fue a dar a los calabozos de las Bóvedas de Montevideo, en donde hubo de hacer prodigios para huir y no perecer víctima de una afección pulmonar”.



Lo cierto es que desde la primera referencia bibliográfica (de Isidoro De María) a la fecha, más de doscientos autores han plasmado la Conjura de Casa Blanca en sus investigaciones, y tan sólo unos pocos se han detenido en la prolija indagación de Ariosto Fernández quien controvierte, con abundante cotejo documental, los supuestos básicos de la conspiración “ como por ejemplo la fecha de deserción de Artigas, la presencia de Ramírez y, sobre todo, la actuación de la escuadrilla de Michelena que, en aquella fecha se encontraba en Colonia”.4

Analizar hoy si estos sucesos acaecieron o no, no puede interpretarse de modo alguno como un cuestionamiento al proceder de los involucrados. De forma manifiesta para los intereses de la revolución, en esos primeros pasos, cada uno prestó un precioso auxilio humano que haría tambalear cualquier reprobación que se pretendiera formular a su conducta. Pero la conjura de Casa Blanca nunca existió. Fue la construcción de un relato histórico, iniciado por Francisco Bauzá en 1897 que entró, desde entonces, en el largo y ancho cauce de la bibliografía nacional.



¿11 de febrero de 1811?



Varios autores han discrepado a la hora de fijar la efeméride de la conspiración de Casa Blanca. Entre ellos la fecha más remota se sitúa a fines del año1810 5. Tengamos en cuenta que el general José Rondeau en su autobiografía, el general José Rondeau, señala que en noviembre de 1810 fue destinado a Paysandú a reunirse con una división de trescientos hombres al mando del capitán de navío español, Don Juan Ángel de Michelena.

Por su parte La Gazeta de Buenos Aires, testimoniaba que dicho oficial

“Armando a todos los europeos de los partidos que recorre, ha declarado la guerra a todos los patricios, y jurado su exterminio. No ha quedado en aquel hermoso territorio, un solo hacendado hijo del país: todos han salido prófugos, o han sido remitidos presos a Montevideo, habiéndose extendido a veintidós la última remesa”. 6



4 Reyes Abadie, Washington. Brushera, Oscar. Melogno, Tabaré: El Ciclo Artiguista. Cuatro Tomos. Primera

edición, 1968. Segunda edición Margarita Silberberg. Tomo 1 Impreso en 1971. Pág.64.

5 Sala de Touron, Lucía. Rodríguez, Julio. De la Torre, Nelson. Artigas Tierra y Revolución. Página 34.

6 Gazeta de BuenosAires.29 de noviembre de 1810. Número 26. Página 416



Entre los detenidos se encontraban dos de los revolucionarios más destacados de Paysandú, Tomás Paredes y Jorge Pacheco. El primero permanecería prisionero en las bóvedas de Montevideo hasta el armisticio del 23 de octubre de 1812, en tanto Pacheco, quien recuperaría prontamente su libertad, relató a un amigo su peripecia en estos términos:

“Me veía muy observado de los enemigos, había adquirido mi libertad en Montevideo por la amistad de la finada marquesa de Sobremonte, también la conseguí en el Arroyo de la China a costa de ochenta doblones, y así es que para liberarme de tal cruel peregrinación fui a la villa de Belén (…)”. 7



A la inequívoca fecha de detención, fijada en 1810, se suma que a fines de enero de 1811 Michelena se encontraba camino al puerto de Colonia.

Es altamente probable que los redactores de Acción Católica del Uruguay[2], basados en este último elemento, optaran por datar la acción de Casa Blanca el 20 de enero de 1811, fecha para la cual, Michelena, habría ya partido rumbo a Colonia, regresando al norte del Río Negro, en los días posteriores a la toma de Mercedes (marzo de 1812).

Estas componentes, más otras que analizaremos más adelante, por lo menos permiten cuestionar la pacífica aceptación de que la conjura hubiese ocurrido el 11 de febrero de 1811.

Por su parte nuestra primera fuente documental -Isidoro de María-, sitúa la conjura de Casa Blanca en fecha posterior al Grito de Asencio (28 de febrero de 1811) y autores, como Juan Zorrilla de San Martín9 , se adhieren a esta sucesión de los hechos.

Entre otros argumentos, esgrimen que el propio Josef * al enviar un oficio a la Junta Gubernativa del Paraguay[3], consideraba al Grito de Asencio como la primera voz de los vecinos orientales.



Este argumento era rebatido por historiadores como Setembrino Pereda, que interpretaba que Artigas no hacía mención de la conjura



“(… ) porque la conspiración (…) fue ahogada antes que sus autores(…) pudieran realizar sus levantados propósitos” [y acotaba] “La Gazeta de Buenos Aires, guardó también silencio a su respecto”. [4]



Prosiguiendo esta última afirmación, de haber ocurrido los hechos tal como lo registran numerosas narraciones, seguramente grande habría sido su repercusión en la prensa de la época. Pero ni la Gazeta de Montevideo, ni el Correio Braziliense, ni la ya citada Gazeta de Buenos Aires, ni ningún otro medio registró suceso alguno.



¿Se podría informar sobre un hecho inexistente?



La fecha del 11 de febrero de 1811, que Bauzá tomó del libro de Antonio Zinny[5]: es, apenas, -dice Fernández- la trascripción fragmentada y con agregaturas, que lo afectan sensiblemente, de un antiguo artículo de la Gazeta Mercantil[6] de Buenos Aires de 1826, que El Oriental de Montevideo reprodujo en 1829[7], bajo el título: ¡Héroes que dieron el grito en la Provincia Oriental el 11 de febrero de 1811 en medio de las bayonetas! [8]

Estas conjeturas, posteriormente serían citadas por muchos autores, como si fuese el artículo original, legitimando y amplificando galimatías. Entre ellos Pereda.



“No debe olvidarse que Casa Blanca fue el punto de concentración de las aspiraciones comunes en pro de la emancipación política que con tanto ardor y buena fe se perseguía, y que sin la sorpresa de Michelena, los trabajos revolucionarios hubieran adquirido, con mayor antelación, las proyecciones que asumieron después del llamado “Grito de Asencio”, y con más grande resultados quizás”.

“Por eso, en las líneas transcriptas en la “Gazeta Mercantil” y de “El Oriental”, se rinde la más amplia justicia y se coloca la citada fecha por encima de la del 28 de febrero, a pesar de que el éxito más halagüeño coronó los patrióticos esfuerzos de los autores de la insurrección de Capilla de Mercedes”.[9]



Ni el remitido a la Gazeta Mercantil, -prosigue Fernández- ni su reedición en el periódico El Oriental mencionan, para nada , a Casa Blanca, y la fecha consignada -11de febrero de 1811- no particulariza un determinado y expreso suceso regional, caracteriza todo el movimiento emancipador oriental.

Fue don Francisco Bauzá quien recogió, por primera vez, la referencia cronológica de Zinny para destinarla, indebidamente, a los sucesos de Paysandú y Casa Blanca, cuando al referir la retirada de Michelena de Concepción del Uruguay relataba:



“Con toda actividad, se dio Michelena a la vela, apareciendo de tránsito en Paysandú el 11 de febrero, precisamente cuando los conspiradores acababan de reunirse en Casa Blanca”.[10]



Los precisos testimonios documentales exhumados (ausentes por razones de extensión en esta publicación) rechazan, categóricamente, la puntualización cronológica de Bauzá, fruto de una errónea interpretación bibliográfica.[11]

En nuestra próxima entrega, veremos cómo las primeras fuentes hacen referencia al poblado de Casa Blanca como epicentro del levantamiento y como posteriormente erróneamente se consideró que Casa Blanca era el casco de estancia de la familia Almagro. En el mismo sentido al detallar las acciones emprendidas, durante los primeros meses de 1811, por cada uno de los involucrados[12], el lector deducirá que la Conjura de Casa Blanca es un inmenso desglose de inexactitudes históricas, acopiado a partir de erróneas interpretaciones bibliográficas.

Edward Carr en su libro “¿Qué es la Historia?” termina diciendo:



“(…) el Profesor Morison aboga por una historia escrita con sano espíritu conservador, yo vuelvo la mirada a la calle, sobre un mundo en tumulto y un mundo a la obra, y contesto con las manidas palabras de un gran científico: Y sin embargo, se mueve.[13]



Yo agregaría: sólo la mano que borra puede escribir la verdad.

Javier Ricca

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