“La muerte andaba rondando...

“La muerte andaba rondando
Quien sabe donde andará
No me dejes alegría
No te vayas vida mía
Que esta puta, vieja y fría
Nos tumba sin avisar”
 
César García Acosta
La voz de José Carbajal, El sabalero, entrañablemente nos formó en esa especie de protesta cercana que sólo saben decir aquéllos que tienen la razón sobre las cosas simples de la vida.
Carbajal era algo más que “Chiquillada”, algo más que “A mi gente”, era casi la esencia misma de los versos que citamos líneas arriba de su canción “La Muerte”.
Los que saben recorrer al país en su imaginario social más profundo, son conocedores de virtudes que sólo unos pocos pueden ver.
Como decía Ortega y Gasset, “… que pruebe el lector a describir con palabras los que en cualquier momento está viendo y se sorprenderá de lo poco que puede decir sobre aquello que tan claramente tiene ante sí”.
Por allí ha pasado la vida de Carbajal expresándose con aquellos conceptos aludidos por Ortega y Gasset quien calificaba el –decir- como la expresión en conceptos, de modo tan analítico como intelectual.
Su canción de protesta, si protestar es expresarse libremente, mantenía la dulzura de un decir tan dinámico como cansino, y aunque esto parezca una contradicción. El iba al ritmo de esa casi interminable ruta 1 que en algún momento nos vincula al Juan Lacaze con su playa Verde en el que Chiquillada más que una canción de un oriundo del lugar, pasó a ser la metáfora perfecta que delineó con  asombrosa perfección a la “Villa Pancha”.
Quizá, al decir de su hijo en los actos recordatorios de su vida más que de su muerte, Carbajal haya pasado definitivamente a la inmortalidad.
Por la los años de juventud entonando sus canciones, queriendo su protesta y entiendo sus pasiones, muchas gracias.
 

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