El tábano
Los viejos luchadores, los políticos supuestamente avezados, los pensadores infalibles, el obrero, el empleado estatal, el ciudadano común, el quiosquero de la esquina, doña María y don José, los jóvenes frecuentadores del “boliche” que le pegaron el faltazo a los estudios, los jubilados, los paupérrimos pensionistas sin luz ya en sus ojos…todos, todos sin excepción, se deslumbraron ante la nueva apuesta, ante la presunta seriedad que vendría, ante una docta administración, pero con perfil populista, donde la frase del héroe: “ que los más infelices sean los más privilegiados”, sonaba con edulcorado énfasis en los oídos de todos.
Y los estandartes flamearon con garbo, los discursos acariciaban los oídos con demosténico verbo, y las masas derramaron generosas sus favores convertidos en columnas y votos de triunfo, clamando por una esperanza en el horizonte de un nuevo tiempo…
Y llegó.
Pintaba lindo al comienzo.
¡Viva! ¡Viva! ¡Todo cambia! ¡Todo nuevo! ¡Ahora sí! ¡Esto es la felicidad!
Y fue así nomás.
Para algunos.
Porque en el mismo horizonte de la esperanza, aparecieron nubarrones.
Los viejos nubarrones de la raza humana, los privilegios no para los más infelices, la vieja y decrépita corrupción rondando la esquina o en algún recodo del camino, arrancando un “¡ohhhh!...no puede ser!!!” ….Pero si todos son puros y bien intencionados!” ¿Qué pasó?”.- al decir asombrado de doña María.
.-Y….que pasaron cinco años, y en la capital veinte….y la basura todavía es una moza saludable y tercerizada…con alrededor de 1.600 “uruguayos y uruguayas” en situación de calle - contesta desilusionado don José.
.-Sí, pero mire que se hicieron cosas, he?
.-Sí, muchas, ya lo veo.
.-Los municipales ganan como nunca, los de la salud también, los pasivos esperan un mínimo de cinco mil pesos, un policía hasta podrá comprarse un celular, se fortalecieron los gremios, por ejemplo.
.-Sí, con todas las vitaminas. No de la carne por supuesto, por lo cara.
Y el diálogo ciudadano dio paso a desencantos mayores aun, con la inseguridad, con cargos de confianza que florecieron como hongos, aunque sin ganar hongos, sino algo más, con destapes de cangrejos enormes, tantos como piedras hubo…
Pero cierto día, del balcón de doña María fue retirada la bandera del partido, la cual fue envuelta casi con vergüenza, aunque ya don José había despegado un “sticker” de su viejo camión de mudanzas. El único vecino feliz era el herrero del barrio, quien ahora trabajaba a destajo, construyendo rejas a diario, el que sabiamente había retirado un pegotín del partido adherido a su ventana.
Sin embargo, mientras doña María todavía no convencida, oía consejos perogrullescos por una radio, en el comité del barrio y cuando había reuniones, entre mate y mate, flotaba una atmósfera de preocupación.
Era una atmósfera injustificada, pues nadie sabía su causa…o no quería saber.
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