LA LOCURA ESTÁ DE MODA

A propósito de la iniciativa para derogar la Ley de Caducidad
Por: Nery Pinatto
Por estos días se ha informado en los medios que la Cámara de Diputados recibió formalmente el texto interpretativo de la Ley de Caducidad que establece que tres artículos de la norma son “inaplicables” por ser violatorios de la Constitución de la República.

Esto significa, palabras más, palabras menos, que el proyecto, impulsado por la bancada del Frente Amplio (por supuesto), habilita la reapertura de oficio de todo expediente judicial por violaciones a los DDHH cometidos en la dictadura que hayan sido clausurados por efecto de la Ley de Caducidad.

Es la más grave violación a la voluntad popular en la historia del país y, seguramente, en la historia de la democracia sea cual fuera el país.

Ni la mismísima dictadura se atrevió a desafiar la voluntad popular, cuando en el Plebiscito del 80 fuera derrotado su proyecto constitucional en lo que fue la “reapertura” de las urnas.

En lo personal, no me duelen prendas a la hora de opinar sobre este tema.

Milité por entonces en la FEUU, primero para conseguir el número de firmas necesarias que habilitaran el recurso del referéndum, algo que se logró de modo hazañoso con todas las trabas legales (y de las otras: hasta se anuló la firma de Fernando Morena, recuerdo) que dificultaron obtener las más de 500.000 firmas que hicieron posible la jornada de abril del ‘89.

El voto verde, el voto que anulaba la Ley de Impunidad (como se la conocía popularmente), juntó a gentes de todos los partidos y tendencias. Se hizo, con plena libertad, una formidable campaña. Llena de alegría y fervor militante por una causa que creía (y creo) justa: que se juzgue a los denunciados por violar los DDHH, y que se castigue a los encontrados culpables.

Tenía por entonces poco más de 20 años; hoy, con más de 40, sigo pensando igual: todos somos iguales ante la ley, y repudio a los violadores de los DDHH sea cual sea su causa política.

La tortura es la más horrenda e indigna manera de obtener información o de denigrar que se ha dado el ser humano contra su propia especie.

Era una ley con un basamento muy fuerte: la sostenían los tres poderes del estado.

Y la mayoría de los grupos que componían (en aquél entonces) a los partidos mayores.

A pesar de ello, dimos la lucha electoral. Y perdimos. Por paliza: algo así como 55% a 41%, aunque en Montevideo ganó el voto verde.

Un hecho que inmortalizó Eduardo Galeano en un artículo que se llamó “El país gris tiene un país verde en la barriga”.

Vox populi, vox dei. Nunca en la historia del Uruguay una ley tuvo semejante confirmación.

Perdí, y como yo miles que creían que esa ley es una afrenta a la conciencia nacional.

Ganaron los que creyeron que era el mejor camino a la pacificación definitiva. Está bien: creo en su sana y patriótica intención. Este no era un tema de partidos ni ideologías, sino de convicciones.

Tampoco soy un iluso: sé que muchos que acompañaron la iniciativa ven al tema de los DDHH solo en la medida en que beneficia sus intereses estratégicos. Lo que condenan con voz estentórea aquí, es un silbido inaudible en Cuba…

A diferencia de Mujica, yo no me abrazo con esas culebras, aunque a veces he caminado con ellas en mis talones…

También ganó el miedo, y amparándose en él, la pus de un ejército que supo ofrecer muchas vidas heroicas en su lucha contra la insanía sediciosa, y que por una errónea actitud corporativa, quedó injustamente condenado ante la opinión pública. Si bien ganó la batalla de las armas, perdió ampliamente la de la propaganda. Con el tiempo aprendieron que el triunfo en este campo es mucho más duradero que en el otro…Eso también es cierto.

Y también es historia. O debería serlo.

Pero no. Para el PIT-CNT (corporación reaccionaria si las hay) es posible dar marcha atràs la rueda de la historia. Juntó firmas e impuso nuevamente el tema a resolver por los electores en octubre 2009. Y, una vez más, la gente mantuvo firme la ley. Un caso único en el mundo.

La causa era insólita pero simboliza como nada el mesianismo de esta gente: de que quienes votaron por la Ley de Impunidad en aquel entonces (nada menos que el 55% de los uruguayos habilitados) fueron inocentes cómplices de una publicidad engañosa!

Causaría risa si no fuera tan patética. Estoy seguro que la campaña por el voto verde tuvo tanta o más promoción que la del voto amarillo, y mucho más militancia, convicción y alegría. Por que, a la larga, los que militaron por la causa del voto amarillo sabían que estaban protegiendo a (presuntos) violadores de los DDHH.

Si había algo claro era la discordancia entre ambas posturas: era imposible que el elector no tuviera claro lo que votaba con el voto verde o con el voto amarillo.

Pero, además, cómo se explica entonces el voto por NO contra el proyecto constitucional de la dictadura? Esa campaña sí que era absoluta y totalitaria. Y perdieron.

Pero para entender estos conceptos hay que tener bases democráticas en las neuronas. Para esta gente no es el caso.

Sin embargo, el pueblo volvió a apoyar la ley mayoritariamente.

Además, no debemos olvidar que antes hubo una Ley de Amnistía que perdonó a decenas de militantes de los grupos armados de la izquierda que fueron los que comenzaron todo, que se levantaron en armas contra una democracia pero que no dispararon un solo tiro contra la dictadura. Muchos de ellos secuestraron, robaron, mataron, violaron los DDHH...y no estuvieron un día presos.

Ahora, ya no habrá más consultas al pueblo. Para qué. Mejor, la derogamos lisa y llanamente en el Parlamento.

De esto se trata este nuevo rumbo emprendido. La voluntad (por duplicado) del pueblo importa solo si se compadece con lo que estos iluminados quieren. Es grave. Por el hecho en sí mismo, pero, especialmente, por que es una muestra del Uruguay que se viene.

La OPOSICIÓN, UNA VEZ MÁS, HACE MUTIS POR LOS CARGOS.

Total, que importa, si en este país parece ser que la locura está de moda...

No hay comentarios:

Publicar un comentario