Seamos imitadores

Por Mariano Tucci
Periodista
Es reconocido por todos los analistas, la impronta de líderes caudillistas en el proceso de formación de la República y su influencia en la manutención de las bases de esta forma de gobierno a lo largo y ancho de nuestra historia política.

En su acepción más clásica, el caudillismo es un fenómeno socio político que emerge en los albores del siglo XIX, y que se identifica básicamente con dirigentes obsequiosos cuya forma de acceder al poder político, estaba atada a “mecanismos informales” de ascenso y por tanto, de dudosa legalidad.

Asimismo, se depositaba en ellos la conjunción de sueños y esperanzas de una significativa porción de la sociedad civil, por los cuales estos personajes, con pasión y estrategia, luchaban sin parangón en busca de soluciones y respuestas a los problemas de la gente.

Con el paso del tiempo, la aparición de “híbridos” o “neo caudillos” en la actividad pública, encapuchó a estos actores de la vida política desplazándolos del escenario nacional.

Los “híbridos” representan la conjunción del componente caudillista con las características más sobresalientes del intelectualismo nacional. Una mezcla eficaz que trajo paz, modernidad y trabajo a nuestro pueblo. Batlle encarnó el inicio de una nueva etapa del caudillismo fundido con vestigios de brillantes, propios de intelectuales que marcaron la historia patria y por que no decir, la más rica tradición latinoamericana.

La introducción es oportuna para entender la despareja performance electoral del Partido Colorado en elecciones departamentales, desde la apertura democrática hasta nuestros días.

Cada vez que esta colectividad presentó candidatos con fuerte arraigo social, hacedores y con vetas de agudeza y conocimiento en temas inherentes a la “cosa pública”, el partido arrasó en las urnas. Evidentemente que el poderío en “lo nacional” arrastraba indefectiblemente a aquellos departamentos que históricamente acompañaron a candidatos del partido Colorado, pero su impronta personal impuso diferencias sustantivas en el conteo de los votos.

En el proceso que va desde 1984 al 2010, el extinto dirigente Mario Carminatti en RIO NEGRO, Eduardo Malaquina en SALTO y Tabaré Viera en RIVERA, representan a cabalidad lo expuesto con anterioridad. Personifican una composición política consecuente de la modernidad y la tradición, en un partido tan viejo como la patria misma.

Cada vez que estos dirigentes presentaban su candidatura, sacudían el tablero político registrando resultados electorales exultantes.

Han gobernado al menos diez años sus departamentos y en algunos de los casos, en la actualidad, sus sucesores son dirigentes o técnicos pertenecientes a su “riñón político”.

A pesar de avatares electorales o cuestionamientos infundados, estos señores se mantuvieron indelebles a los temporales que azotaron al coloradismo, manteniéndose erguidos en medio de una tormenta que en algunos departamentos removió hasta la raíz misma de una colectividad que se redujo a su mínima expresión electoral.

La hipótesis que sostengo refiere a la característica que ha distinguido a estos dirigentes; los perfiles han sido sustancialmente dispares pero la sustancia ha sido la misma. Son neo caudillos que han arrastrado consigo movimientos policlasistas dentro de su jurisdicción departamental, logrando con soluciones a temas puntuales, la traducción de un sentimiento de admiración o estima, en votos parea el partido Colorado.

Algunos de ellos, además de perpetrar en la gente la impronta del caudillo tradicional han impreso el concepto del “buen administrador”• gestionando los recursos comunes con profesionalismo y sentido común, logrando de esta manera el reconocimiento de la gente.

Por un lado han manifestado vocación por los temas sociales. Por otro lado han invertido tiempo y recursos en estos temas, transformando sus respectivos departamentos e influyendo perentoriamente en la conciencia colectiva, trabajando en el sentimiento de unidad y solidaridad que debe tener los pueblos del interior del país, a veces tan distante y descuidados por el poder central capitalino.

Han tenido la tenacidad y la pasión de los caudillos tradicionales, pero también, la sabiduría de administrar los recursos escasos con responsabilidad y estrategia en lugares donde incluso recibieron sus instituciones fundidas, y que en un breve período de tiempo las dejaron económicamente saneadas. Obsérvese Rivera hace 15 años y analicemos hoy su realidad económica-

Esa es la explicación de su éxito electoral, esa también es la explicación de porque el partido de Batlle hoy sólo gobierna en dos departamentos. Hoy, dirigentes con estas características escasean o lo que es peor; algunos están en su casa desilusionados o dolidos con la performance partidaria de los últimos años.

El partido deberá volver a sus raíces y copiar el ejemplo de Don Mario, de Malaquina, de Tabaré, que no aparecieron de un día para el otro sino que son la acumulación de largos años de trabajo y sacrificio político.

La formación de muchachos y muchachas con vocación política, alimentados por la experiencia de estos dirigentes puede ser sustantiva en la recuperación electoral de los próximos años.

Tengamos en cuenta que en el único lugar donde “resultado” esta antes que “trabajo”, es en el diccionario. En la actividad política como en la vida hay que hincarle el diente para lograr derivaciones óptimas en el mediano plazo. Miremos la experiencia de ellos e intentemos imitarla.

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