Las Reglas del Juego


Cierto es que la democracia implica, no supone, el libre juego del ejercicio del poder gubernamental para unos, y la facultad del contralor para otros. Algo así como -el hacer- en unos casos y -el fiscalizar- en otros. Los más, socialmente hablando, y lamentablemente, perciben esta realidad como la interacción entre el oficialismo y la oposición.
Quizá por eso resulta de este “fair play” que la oposición lejos de consentir políticas de corte gubernamental, parece tener sólo y por función esencial, oponerse por oponerse, valiéndose la democracia, en una visión primitiva, de esta sola premisa como factor para su subsistencia.

Ni tanto ni tan poco.

Y por eso la historia se planta en este contexto de vicisitudes como una empecinada indicadora de actitudes, de aciertos y desaciertos, ubicando a cada uno en su lugar irreconciliable con el estereotipo ofialista/opositor, según sean los votos que se hayan obtenido en los comicios.

Observemos para entender esta perspectiva algunos hechos ciertamente comprobables.

Un artículo de opinión escrito por Julio Mª Sanguinetti cuando corría el año de 1987 en la revista “Punto y Aparte”, expresaba: “… hoy está de moda hablar nuevamente de bloqueo del sistema. Puede aceptarse provisoriamente el concepto en su dimensión política, pero no social. Esta sociedad uruguaya de hoy no es la sociedad dividida y dogmáticamente enfrentada de 1970, con campos irreconciliables dibujados en la realidad y una violencia actuante que sacudía todas las estructuras. En el plano político sí podemos hablar de bloqueos, pero tampoco demasiado rígidos o definitivos. Ellos se han producido para dificultar los cambios en el Estado, ante los cuales la oposición ha actuado con un reflejo mecánico conservador del statu quo; pero en muchos otros temas los acuerdos han permitido la marcha del país…”

Estas afirmaciones eran hechas desde la perspectiva política no de un periodista, sino de un Presidente en pleno ejercicio del Gobierno, que veía cómo los agentes del poder real, esos que cohabitan en el sistema desde las centrales sindicales o desde los púlpitos empresariales, adoptaban día tras día mecánicas decisiones que marcaban la agenda del opositor contumaz, aquel que sea cual sea la circunstancia, se va a oponer a todo aunque eso implica oponerse, como individuo de contexto, a sí mismo.

Quien sino los opositores de ayer, gobernantes de hoy, eran los que rechazaban la asociación del Estado con la actividad privada. Privatizadores les llamaban a quienes pretendían asociar espacios no vitales del quehacer del Estado, a la iniciativa privada. ¿Qué habría dicho del Gobierno y su política sobre Pluna o Ancap, o la recolección de basura de la Intendencia de Montevideo, los actuales diputados que emergieron del PitCnt y que representan al FA?; ¿qué habría dicho el propio Ministro Bonomi si en 1987 alguien hubiera planteado concesionar los servicios de alimentación o de asistencia médica del sistema carcelario?; ¿qué habría dicho el Presidente Mujica por aquéllos años su hubiese tenido la posibilidad, que hoy tiene, de nombrar correligionarios suyos en sociedades anónimas de las que Estado forma parte en el Puerto o en Ancap?

Seguramente habrían criticado.

¡Y ni hablar de lo que habría dicho el ministro de Defensa Rosadilla sobre la cuestión militar! El, Bonomi, Fernández Huidobro y el propio Presidente Mujica, habrían puesto el grito en el cielo frente a la orientación de restauración de la institucionalidad en el país con los militares incluidos.

En buena medida por las acciones cumplidas por el “Cambio en Paz”, en aquél 1987 en el que Sanguinetti escribía sobre la problemática militar, como señalaremos en las líneas siguientes, los opositores de ayer y gobernantes de hoy, se habrían comprometido a la adopción de medidas distintas de las que marcaron la historia.

Decía Sanguinetti: “… 1987 marca la persistencia de las Fuerzas Armadas en el cumplimiento de la orientación fijada al restaurarse la institucionalidad. La vida profesional se desarrolla normalmente, las actividades de apoyo a la comunidad se multiplican en diversas direcciones, se reducen los efectivos conforme la ley, de modo que a fin de este 1987 se hallan prácticamente en el nivel de 1973. Desgraciadamente, sin embargo, la normalización de la situación política y espiritual de las Fuerzas Armadas no se ha podido alcanzar definitivamente, por la persistencia en ciertos sectores de la oposición de una actitud de encono o de incomprensión. Las venias para ascender coroneles costaron, increíblemente, ocho meses en el Sedano. El tema de los médicos militares sigue en la preocupación por una acción persecutoria contumaz desarrollada en el ámbito gremial, que parcialmente, parece superarse –luego de una ardorosa polémica- en el ámbito universitario, con una propuesta del propio Rector que establece lo debía ser el obvio principio de que sólo cabe descalificar o sancionar a aquel ciudadano que sea efectivamente acusado y cuya responsabilidad se demuestre. Mientras tanto, la campaña en pro del referéndum contra la ley que estableció la caducidad de la acción punitiva del Estado, ha seguido todo el año, como marco de un sistemático ataque…”

Sólo en este extremo vale consignar que las intenciones por derogar la ley fueron más allá, hasta entrar en el escandaloso esquema de la “anulación”, como si jurídicamente fuese posible anular algo que sí existió, que rigió al país y que a tal punto ha sido una ley comprendida por el pueblo de todos los partidos políticos, que más allá de sus imperfecciones esenciales, mantuvo intacto el sentido del “Cambio en Paz” de la nueva democracia.

Reflexionar en este momento vale mucho; cuando asistimos a los actos de “tolerancia” a que nos viene acostumbrando el Presidente Mujica desde que asumió el Gobierno, para los colorados y batllistas constituyen buena cosa de las que no nos sentimos ajenos. Lo dicho en esta nota es parte de esa esencia: los que ayer reivindicamos el Cambio en Paz no pondremos piedras en el camino ni a la paz, ni a la transformación del Estado, ni a la integración al aparato del Estado de compañeros que lo que harán será dotar de garantías al sistema político.

Pero nada de esto debe confundirnos: estamos para construir democracia y sin ambages decir lo bueno sea quien sea su protagonista, lo que no es lo mismo que desdibujarnos de la realidad perdiendo de vista nuestros ideales.

Las banderas del batllismo siguen donde siempre estuvieron, y por eso, el porvenir es un principio inalterable en el tiempo y en nuestras posiciones, estemos donde estemos.

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