“yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo”




Los docentes y la docencia: un castillo inexpugnable



La visión que puede tenerse sobre un mismo hecho, admite la diferencia lógica de la cultura individual, el nivel que se tenga de formación sobre un tema en particular y la idiosincracia como factor exponencial a la hora de la información, reflexión y toma de decisión de la opinión.
Es cierto que la señora Graciela Bianchi, abogada, escribana y docente profesional, ha decidido -por sí y ante sí- una lucha frontal contra lo que entiende es una política pública desacertada del Gobierno.
Claro está que en ese contexto Bianchi antepone, como es lógico, sus antecedentes políticos, lo que profesó culturalmente antes de ahora, y todo lo que encierra el “mundillo” de la docencia como profesión, el que para los mortales como yo es casi un castillo inexpugnable. Los del pueblo históricamente somos quienes resultamos sometidos a la lucha de los fueros del gobierno, contra el de los sindicatos de la enseñanza que se presentan como la expresión de la voluntad organizada de sus trabajadores.
Convengamos que hacer referencia a los sindicatos no obsta a la expresión individual de Bianchi, sino por el contrario, la ubica aún más en las reivindicaciones históricas de ese “mundillo” al que hacía referencia. No se necesita estar sindicalizado para sentirse defensor del trabajo o alineado a la izquierda; alcanza con las actitudes asumidas para observar y saber quién es quién en la vida.
Cuando su comparecencia en un foro sobre educación en la Casa del Partido Colorado, Bianchi dijo que “se puede ser fascista de izquierda y de derecha”.
Por lo visto su discurso sesentista varió, y como intentando congraciarse con la realidad sin desprenderse de su historia, no cambia de bando sino que lo matiza otorgando a los unos y a los otros el mismo perfil radical.
Si tomamos esto de quien viene, asumamos quién es que está verdaderamente a la izquierda, respecto de qué. Por eso a mí me gusta más hablar de eficiencia gubernamental, cumplimiento de programas políticos y humanismo gobernante. Esto engloba mucho más el estereotipo y hasta el grito de estridencia declarativa para instalar a nivel social la verdadera esencia de los problemas y de este debate.
Yendo por partes, y siguiendo el rumbo dado en la opinión pública por los dichos de Bianchi, agreguemos al debate las recientes declaraciones de esta docente:
“No se puede tomar un ente autónomo como la ANEP, que está en el artículo 220 de la Constitución, y sacarle y ponerle competencias según la voluntad del presidente y su esposa. Así no funciona el Estado. Eso es un decaimiento institucional peligrosísimo, del cual no voy a ser cómplice. No quiero trabajar en un liceo que no sé de quién depende, no sé quién manda, no sé qué competencias tiene el Codicen y qué competencias tiene el Consejo. Todo eso está en la Constitución y la ley, pero si depende del humor de quien gobierna en el momento, los abogados a eso le llamamos dictadura. A esta altura creo que la gente pensante no tiene lugar en la ANEP. No tiene lugar en el Estado, excepto en el equipo económico.”

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Hay tres elementos que se pueden extraer de estas afirmaciones: el primero, el Estado de Derecho y la visión legalista e institucional; el segundo, las macro políticas o políticas de Estado confrontadas a las del Gobierno; y tercero, la radicalización filosófica del ayer y del hoy.
Sobre el Estado de Derecho y la visión legalista e institucional de la Enseñanza, contrariamente a lo que plantea Bianchi, las formalidades funcionales de los Consejos y del Codicen no deberían ser un impedimento para funcionar adecuadamente. Nadie le va a creer a la Directora del Bauza o a los Consejeros de Primaria, Secundaria o de UTU y mucho menos a los del Codicen, que es una cuestión constitucional hacer en tiempo una licitación para refaccionar techos, paredes, poner puertas, instalar baños o realizar una adecuada instalación eléctrica. Obviamente que un salón de clase no será tal si se levantan las paredes, se ponen las puertas pero no se instalan las ventanas. Que un ámbito sea habitable es una cuestión de lógica habitacional y no una querella institucional. El tema no ha sido que por una cuestión de competencias jurídicas hubo escuelas cerradas al empezar las clases, o que reclamos políticos fueron los que provocaron micro revoluciones en las puertas de los liceos. La gente lo que pide es policía no adentro de los centros de enseñanza, sino en las inmediaciones, y no para frenar revueltas sino para prevenir delitos. Pero que una Directora, una docente, una universitaria haya utilizado el revólver de un policía para escenificar su pensamiento ante otros docentes, es un disparate antológico que no puede culpar por negligencia ni a los padres de los alumnos ni a ellos mismos. ¿Cómo hay que entender la protección a la institucionalidad cuando lo que prima es la antología del disparate? ¿Cómo perfilar el debate sobre la calidad de la enseñanza cuando no se discuten planes, curriculas o programas, pero se admite de un año al otro edificios derruidos cohabitando con planes de gastos no ejecutados por una clara ineficiencia administrativa?
Sobre las macro políticas o políticas de Estado confrontadas a las del Gobierno, los funcionarios como Bianchi, directora de un centro de estudios, no puede alegar en su favor la autonomía de gestión llevada al extremo de un Liceo. Eso sí es caer en la lógica también sesentista del enfrentamiento institucional, hasta con la ocupación de los locales, al amparo de reclamos tan vacíos como una mesa, un pupitre o un papel en el baño. Aquí tampoco se habla de materias, formación docente, o “aggionamientos” de programas. Se vuelve a la organización del liceo, sus paredes, los baños, sus accesos y poco más que eso. Lo que hay que hacer es convenir qué impartir y con qué fin. De lo que hay que hablar es a cuánto trabajo habilita la formación del alumnado; cuántos podrán al egresar entrar en un mercado laboral exigente y técnico. Las atribuciones y competencias jurídicas de los Consejos y el Codicen no son más que una anécdota ante la crisis formativa de la enseñanza uruguaya en función del gasto o inversión educativa en su comparativo regional y mundial.
Y por último, apenas quiero referirme a la aludida radicalización filosófica del ayer y del hoy. Bianchi dijo lo que muchos querían oír, y radicalizó con su discurso con contenido de titulación de diario, un sensacionalismo que le sirvió de anillo al dedo a un Presidente como José Mujica, que ha enfrentado en su periplo de vida la crítica revolucionaria a todo lo que hoy le toca gobernar. En esto, precisamente, Bianchi y Mujica son muy parecidos. En los años previos a 1973, durante los colegiados blancos de la década del sesenta e incluso durante el breve lapso presidencial de Oscar Gestido, la enseñanza y sus reclamos eran constantes, radicales y similares a los que hoy cuarenta años después.
En lo que sí asiste razón, por experiencia de vida a la Dra. Bianchi, es que detrás de muchos reclamos hay una intentona política de sectores radicales, que quieren volver a un espacio recontroversia social que les convenía para sus movilizaciones y su propia existencia.
Por eso lo de Ortega y Gasset se ajusta cada vez más a nuestros tiempos y actores: “yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

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