Contra el corporativismo: si va en serio, apoyo total



Esta semana ha quedado de manifiesto la existencia de una pulseada entre el gobierno y los sindicatos en torno a dos asuntos que, a nuestro juicio, son representativos de una disputa central y de primera importancia para el futuro del país.
Por un lado el Directorio de ANCAP, con el apoyo presidencial, defiende el derecho de la conducción del ente a descontar las horas no trabajadas por los funcionarios de la empresa en virtud de la realización de paros distorsivos. El fundamento es un decreto del gobierno de Tabaré Vázquez que, parece ser que hasta ahora prácticamente no se había aplicado. Detrás de este conflicto está la pretensión sindical de obtener el derecho de parar sin que luego se les descuenten los días u horas no trabajadas.
La firmeza exhibida hasta el momento por el Directorio de ANCAP merece nuestro más cálido y firme apoyo. Se trata de una tensión en torno a un asunto crucial que, en caso de resolverse a favor de la pretensión sindical, se habrá dado un paso sustancial en el incremento de la capacidad de chantaje y del poder de fuerza de los sindicatos públicos.
Por otro lado, el gobierno está avanzando en una reforma del estatuto de los funcionarios públicos que incorpora, con mayor peso, los criterios de evaluación efectiva de la gestión, el mérito en el desempeño de las funciones en lugar de los viejos y patéticos criterios de la antigüedad y del mero transcurrir del tiempo para progresar en el escalafón funcionarial del Estado.
Esta pretensión que va en línea con un proceso razonable de modernización y mejora de gestión del Estado, también está siendo objeto de resistencia y causa de conflicto entre los sindicatos públicos y la conducción gubernamental.
Los dos conflictos tienen un componente central en común, se trata de batallas entre la reivindicación del interés general y la mejora del Estado como servidor de los ciudadanos y la reivindicación corporativa que prioriza el interés particular de los funcionarios aumentando la apropiación de sus parcelas de poder dentro del Estado.
Esta disputa es, a nuestro juicio, de las más importantes cuestiones que tiene por delante nuestro país, más allá de la gestión de este gobierno y de definiciones o adscripciones partidarias. Vencer a los corporativismos es una de las claves principales para el progreso del país y de los ciudadanos.
Estos conflictos adquieren particular relieve porque es el partido de gobierno, tradicionalmente asociado y con vínculos directos con los sindicatos, quien parece haber decidido modificar su tradicional debilidad y tibieza para enfrentar los desbordes y desplantes de los corporativistas, asumiendo una actitud enérgica y firme ante los reclamos desbordados de quienes parecen sentirse dueños de los lugares en donde trabajan.
Como hemos visto una y otra vez al partido de gobierno claudicar o bajar la cabeza ante un poder sindical exacerbado, valoramos muy positivamente esta postura asumida en los últimos días. Esperamos que se resistan a las presiones sindicales y que estén dispuestos a enfrentar a aquellos que, integrando el partido de gobierno, siguen creyendo que estos actores sociales son aliados naturales y de primer orden para el Frente Amplio, por lo que deben ser siempre satisfechos en sus demandas y reclamos.
La mera observación de lo que pasa en los ámbitos de la educación pública nos hace bajar las expectativas sobre la firmeza gubernamental para enfrentar estos reclamos corporativos; pero debemos apostar a lo positivo y esperar que, finalmente, se impondrá la concepción de defender a los ciudadanos de a pie, a los hombres comunes, que no tienen padrinos ni respaldo de organizaciones sociales o económica.
Si la postura a asumir implica mantenerse firme y exigir a los sindicatos que depongan sus excesivos reclamos, si el gobierno actual prevalece sobre los corporativismos y logra imponer la lógica del interés general sobre los particularismos, tendrá el apoyo más firme y solidario de nuestra parte.
Es decir que si esto va en serio, todo el sistema político debería dejar a un lado las diferencias políticas y los cálculos electorales menores para acompañar el quiebre de los reflejos corporativistas que son uno de los principales obstáculos para nuestro desarrollo nacional.

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