Es innegable que muchos personajes
públicos y de dudoso prestigio, paradójicamente gente con una abultada
preparación académica, fundamentalmente políticos, intelectuales y
“predicadores” de los medios de comunicación, hacen gala de una habilidad
natural para confundir a muchos, la que por otro parte, han sabido desarrollar
artesanalmente, incorporándole variantes creativas que sostienen el esqueleto
original.
Ellos, entienden claramente la
visión integral de la sociedad y se apalancan con envidiable inventiva, sin
escrúpulo alguno, sobre esa interminable lista de prejuicios, rencores y odios
que cierto sector de la comunidad defiende como núcleo central de su sistema de
vida.
Saben que esos sentimientos
despreciables, que nadie admite en público, pero que muchos ciudadanos no
pueden disimular frente a cada hecho cotidiano, se pueden alimentar y
reproducir para que las conclusiones siempre sean funcionales a su ideología.
Entienden que a la sociedad no le
agrada hacerse cargo de los problemas y asumir sus errores como propios.
Comprenden que los ciudadanos prefieren mayoritariamente encontrar siempre
algún culpable, preferentemente poderoso, para arrojarle todas las
responsabilidades por lo que sucede.
Por eso, en estos días, la crisis
económica europea y los reiterados tropiezos de EEUU, son su blanco favorito.
Les resulta formidablemente interesante denostar esos acontecimientos, porque
esas naciones parecen representar por tradición e historia, buena parte de lo
que combaten.
Cabe decir que mienten
descaradamente cuando pretenden endilgarle al capitalismo este presente
económico de los países desarrollados. Confunden, con aviesa intencionalidad,
con enorme alevosía, distorsionando los
hechos, tergiversando premeditadamente la realidad, para esconder lo que
realmente está ocurriendo, para definitivamente distraer la atención.
Y hay que reconocerlo sin evasivas,
lo consiguen con mucha eficiencia, son tremendamente efectivos a la hora de
construir una visión e instalarla en la sociedad mundial. Propios y extraños
“compran” esta mirada que los ayuda a sacarse el asunto de encima. Después de
todo, que mejor que encontrar un fantasma que pueda ser el culpable de tanto
desastre.
Lo cierto es que el viejo continente
y EEUU son solo una parte, cada vez más evidente, y un fiel testimonio de lo
que ocurre cuando los burócratas se apoderan de las sociedades. Funcionarios
con creencias equivocadas que representan a ciudadanos que no se asumen como
verdaderos patrocinadores del saqueo y defensores del estado del bienestar.
Estos países están sufriendo las
consecuencias de sus propias ideas, porque sus gobiernos, administran sin
sensatez las arcas públicas, con secuenciales políticas de intervención
estatal, con una profundización del rol del estado en la economía, con
intromisiones permanentes y crecientes, que fracasan una y otra vez,
demostrando su ineficiencia estructural.
Emisión espuria, manipulación
monetaria, regulaciones de todo orden que se multiplican, y gasto publico
elevadísimo y creciente, en combinación con una irresponsabilidad fiscal sin
antecedentes, son los principales componentes de este explosivo coctel que cada
vez mas combina lo peor de las prácticas de la política con la manipulación de
la economía.
Se suceden así, unos a otros, gobiernos
de diferentes signos partidarios, siguiendo aquella dinámica de que frente a
cada crisis económica las sociedades suponen que cambiando de políticos
resuelven el problema de fondo, cuando en realidad, los que vienen traen
consigo las mismas ideas que causaron los desajustes.
Ninguna elección democrática
resolverá por si misma, lo que las ideas incorrectas han generado. Se sucederán
los gobiernos de distinto color político y esto no solo no mejorará sino que
empeorará progresivamente. Sin cambio de paradigmas no existe tal cosa como el
final de esta historia.
No es la crisis del capitalismo, es
la caída anunciada del socialismo, la del temerario estado del bienestar, ese
que promete soluciones para todos sacando a unos para darle a otros, ese que
estimula a los que no trabajan y ataca despiadadamente a los que producen.
La crisis es la de las ideas
vigentes, y no la del capitalismo, cuyo conjunto de principios demuestra a
diario, que los países que logran comprender su esencia, salen de la pobreza
cada vez más rápido, y con menos costos.
Los mentores del socialismo, lo
saben y ocultan adrede. Reconocerlo sería su fin. Por eso apelan a la mentira
sistemática, sin evidencia alguna, y con la perversidad de quienes hacen de la
deshonestidad intelectual una forma de vida.
Pero hay que reconocer que todo esto
solo resulta posible por la complicidad de la pereza intelectual de tantos.
Siempre encuentran plafón suficiente en ciertos sectores funcionales a sus
objetivos, fundamentalmente artistas, pseudo intelectuales, y militantes que
hacen de la superficialidad una ideología en sí misma. Ellos solo saben repetir
slogans, lugares comunes y frases sin demasiado análisis.
No se preocupan por tener un
pensamiento deductivo, tampoco lo precisan. No necesitan además gran capacidad
de observación, solo de la reiteración metódica de algo diseñado “por otro”,
elaborado minuciosamente para que una horda de individuos, sin criterio propio,
solo repita sin pensar.
Es indigno esto de insistir con
cantinelas ajenas y no tomarse la tarea de ver si estas afirmaciones tienen
algún correlato con el mundo real. Asumir elucubraciones ajenas como propias
es, al menos humillante y no habla muy bien de la capacidad para generar un
criterio realmente genuino.
Mucho más indigno aun es sostener
principios ajenos como contraprestación a una retribución económica. Muchos
supuestos intelectuales, científicos y académicos que trabajan para la
corporación estatal o en organismos supra nacionales, defienden la intervención
estatal, solo porque sus salarios salen de ese sistema, directa o
indirectamente. Si el socialismo cae, pues tendrían que trabajar bajo las
reglas del mercado, y probablemente en ellas no puedan desempeñarse con tanto
lujo, comodidad e impunidad.
Los estafadores intelectuales contemporáneos
han desarrollado un vocabulario muy rico para expresar sus múltiples falacias,
haciendo afirmaciones sin sustento científico alguno, tergiversando los hechos,
interpretando la actualidad con un prisma que preconcibe las conclusiones y
construye premisas a partir de una posición tomada.
Es tiempo de llamar a las cosas por
su nombre. Estamos una vez más, como tantas otras veces, frente a otra crisis,
esperable por cierto, de este sistema de ideas, que solo destruye a su paso, y
que ya no se conforma con demoler las posibilidades económicas de progreso de
una comunidad, sino que con su tozudez intelectual y perversidad moral, viene
derribando las bases éticas de una sociedad, promoviendo la confrontación por
sobre la armonía, premiando a la holgazanería por sobre el esfuerzo.
Estos pérfidos personajes del
presente han trabajado y mucho para desarrollar estas habilidades, no hay que
restarle méritos, porque le han puesto gran esmero. Hoy disfrutan del
privilegio de detentar este talento para adulterar.
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